Dear Childhood.

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Mi madre era la viva experiencia del refrán 'Ser bonita cuesta tiempo'.

Desde sus 12 años, su madre, había querido que sea una pequeña muñeca Barbie, deseaba tanto que su hija se convirtiera en una delgada y frágil adolescente. Su adolescencia en los 70s había sido perfecta y fue gracias a su cuerpo, cintura pequeña, un rostro salido de un comercial y unas piernas infinitas, su experiencia fue tan buena que deseo eso para su hija.

A los 15 años, la pequeña Danielle se había sometido a innumerables tratamientos estéticos para mantener su piel como un pedazo de porcelana, junto con su madre hacían ejercicios dos veces por días e incluso, algunos días no comían. Pero ellas se sentían felices, sus cuerpos las hacían felices y como los demás las trataban por ellos. No fue hasta sus 22 años que comenzó el problema, algunos meses atrás había conocido a un muchacho muy guapo, aunque había sido una sola noche ella no pudo olvidarlo jamás, de aquella noche nací yo, Dove.

Luego de mi nacimiento, mi madre tuvo muchos problemas por el cambio en su cuerpo, no podía soportar la idea de verse un poco más grande o ancha. Días y días haciendo ejercicios mientras su pequeña hija sollozaba en su cuna, pero lo consiguió, su cuerpo volvió a ser el mismo e incluso más voluptuoso. Gracias a su nuevo cuerpo creó un imperio de moda, primero en modelaje y luego en diseño, de pequeña la escuchaba llegar a altas horas de la noche, ebria, llorando porque odiaba su cuerpo, para en la mañana volver a vestir su pollera ajustada y camisa, saliendo como si eso nunca hubiese sucedido.

Aveces la perfección puede llevarnos a lugares indeseados, y esto me sucedió a mi.

Dear BonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora