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Estaba en un bar frente al hospital donde trabajaría mañana.

Tenía ganas de una morisqueta, pero ya habían cerrado la morisqueteria.

-Una red cola.- pedí al bartender, quien asintió.

Miré mi alrededor, el bar se encontraba lleno a pesar de que fuera un domingo. Las personas se veían felices en aquel lugar, como si no pasaran tragedias a unos metros de distancia en el hospital P3.

-Aqui tiene.- el bartender me otorgó una afable sonrisa al darme la botella de plástico.

-Gracias.- tomé esta, destapandola y dándole un gran sorbo. Estaba sedienta.

-Lo mismo que da dama, Joe.- escuché la voz de un hombre a mi lado. La fragancia a perfume barato inundó mis fosas nasales de manera exquisita.

Tenía curiosidad por saber quien era aquel hombre con misterioso acento, sin embargo seguí con mi bebida.

-¿Edes de por aquí?.- me cuestionó él después de unos segundos. Giré a verlo por primera vez, descubriendo a un hombre simplemente encantador y con una mirada magnética.- Soy dado, por cierto.

-No, de hecho.- respondí con neutralidad, dándole un sorbo a la red cola.

-¿Y qué planes tienes para esta noche...?- me preguntó con evidente lascivia, acercándose a mi a punto de chocar con mi grasa corporal.

-Ninguno, y no planeo tener uno.- contesté de manera seca.

El bartender le dió su red cola y se retiró.

-¿Seguda?.- murmuró en mi oído de forma en que su aliento a morisqueta me encantó por unos segundos.

-Si. Segura.- insistí, aunque en el fondo me derretía por aquel misterioso caballero.

Él me miraba, aunque yo por otro lado saqué mi kit de manualidades y me puse a terminar mi torre de Parris, tratando dé distraerme.

-¿Te gustan las manualidades?.- me preguntó nuevamente. Rodé mis ojos, dejando las tijeras y el pegamento.

-¿No te cansas nunca, cierto?.- respondí con irritación.

-Eres muy terca...-sonrió.

-La vida me ha hecho fría, dura y calculadora, Dado.- expliqué con tristeza.- No puedo evitarlo...

-Esta bien...-se acercó a mi.- Sólo soy un hombre en un bar.- su mirada color miel refrescaban mis ojos.

-Y yo, sólo una mujer en un bar.- seguí, hipnotizada en sus tres pelos de vello en su barbilla.

-¿Vamos a mi casa de infonabit?.- cuestionó de manera pícara.

-Si...Pero bajo mis condiciones.- ordené, tomando el control de la situación.

Esa noche, dado y yo hicimos el muele carne sin parar. Me bajé por los chescos por primera vez en mi vida, y fue asombroso. Parecíamos el uno para el otro cuando en cada movimiento. Mi cuerpo curpulento y abrazado por el sol se unía con su piel pálida como la nieve.

Esa noche, aunque él no lo hubiera sospechado, perdí mi virginidad junto al hombre del bar.

Sin embargo todo tenía un fin. Y cuando el despertador de mi nokia sonó, yo conocí el final de mi historia con Dado.

Me paré de la cama con dificultad. No vi a Dado por ningún lado, lo cual me pareció confortante ya que ahora sabia que ya se había ido a trabajar. Decidí bajar por un litro de red cola para despertar, cuando el cuerpo de un hombre desnudo se encontraba en la sala.

-¿Dado?.- cuestioné en bajo. El hombre no se movía.

Con rapidez me marché de ahí, se hacía tarde para mi primer día en el hospital como cirujana.

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⏰ Última actualización: May 17, 2020 ⏰

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