1. ¿Un amigo?

708 23 2
                                    

Lo único peor que escapar de casa pocos días antes de tu cumpleaños es no tener idea de cómo ser independiente e irse sin siquiera tener un hogar donde ir.

Quizá sí fue una mala decisión, pero ya no hay vuelta atrás.

El día no estaba de mi lado. Las nubes no dejaban ni un mínimo centímetro para dejar brillar al sol, las calles estaban frías, como nunca antes, de seguro es porque en las veces anteriores nunca me faltó una taza de café caliente y una manta a mi lado.

Vestía básicamente de una camiseta blanca, acompañada de una camisa de algodón y unos delgados pantalones negros, una combinación claramente no apta para este clima.

Las calles estaban llenas de gente sin dinero, vagos, y prostitutas, cada uno sin lugar donde ir.

No somos tan distintos, no ahora.

-Niña, No tienes lugar donde ir, ¿verdad?- Me preguntó un chico desconocido, quien aparentaba unos 17 o 18 años.

-Pues... ¿La verdad? No.- No tenía idea de quien era ese tipo, pero sus ojos no mostraban ningún grado de maldad, supuse que podía confiar en él desde que lo vi, quizá haga mal, pero ya no me queda nada que perder, solo queda arriesgarse.

-¿Te gustaría vivir conmigo?- El chico tenía su vista pegada en mi, me miraba hacia abajo, ya que fácilmente era 30 centímetros mas alto.

-Pero... No te conozco

-Quizá no me conozcas, cariño- Una sonrisa se formó en sus labios-Pero yo a ti sí.

-Supongo que eres mi única opción... un completo desconocido me invita a su casa para hospedarme, y yo acepto sin condición alguna. Puedes ser un violador- él rió -Pero que más da, con gusto iré.-Traté de sonar lo más relajada posible, y según parece resultó bien.

-Me llamo Evan- Ni siquiera sabía su nombre, no lo había pensado.

-Yo Ann

-Lo se, cariño. Lindo nombre.

El frió me consumió por fin cuando la lluvia comenzó a caer, cuando Evan lo notó, enseguida puso su mano en mi hombro. Un auto llegó en ese momento y ambos subimos a él.

El frío no disminuía.

-Bah...- Sin más, Evan me dio su abrigo. Lindo gesto, pero la sonrisa en su rostro ya no existía. ¿Y el amable chico de hace un rato? -Y cariño, cuando lleguemos a la casa me dirás amo.

¿Que le pasa? ¿La gente cambia tan rápido? ¿Siempre fue así? Supongo que de todas maneras no me queda de otra.

-Bien.-Contesté tratando de sonar lo más fría que pudiera, mientras dejaba que su abrigo me cubriera completamente.

El camino en el auto fue incomodo, distante, pero al fin habíamos llegado a el hogar del chico; o mejor dicho, mansión.

Al entrar, dos golpes en la madera de la puerta bastaron para que una adorable chica de cabello castaño abriera la puerta.

Todos dentro estaban formados en lineas paralelas, a la izquierda chicas y derecha chicos, todos con trajes de sirvientes, completamente iguales.

-Bienvenido a casa- dijeron todos al unísono.

Dios, ¿Para eso me trajo? Habían más de 20 jóvenes frente a mi, repartidos en los lados, y según parece Evan aun quiere algunos más.

De la nada, un chico de cabello negro y unos hermosos ojos azules se mostró frente a mi.

-Amo- dijo refiriéndose a Evan, quien estaba a mi lado -¿Desea que le muestre la casa?

Evan me miró unos segundos, para luego contestar fríamente:

-Sácala de mi vista.

El pelinegro hizo una reverencia, luego de eso procedió a toma mi muñeca para irnos de ahí.

Subimos las interminables escaleras que se encontraban a la izquierda del salón, las paredes eran blancas completamente, con cuadros antiguos decorándolas.

Llegamos a un largo pasillo, el cual tenía puertas por todos lados.

-Lo lamento señorita, olvidé presentarme- Dijo el chico al detenerse y dedicarme su perfecta mirada azul. -Soy Dante, mucho gusto.-Una sincera sonrisa se encontraba ahora en sus labios, pero nada me aseguraba que el lindo pelinegro no tuviera la misma falsa sonrisa que mi supuesto 'amo'.

-Ann.

-Cielo, lo sabemos todos aquí- Dijo sin nunca dejar de lado esa perfecta sonrisa suya.

-¿Quiénes son todos?- Pregunté, confusa. Absolutamente nadie podía saber mi nombre, era la primera vez que ponía un pié en esta casa, y era la primera vez que veía a cualquiera de estos chicos.

-Evan nos lo dijo.

Enseguida abrió una puerta que tenía mi nombre estampado, ¿Cuando lo habían escrito? Ni idea.

-Aquí-Al entrar ambos, el se sentó en la cama que ahora me pertenece, haciendo señas para que me sentara a su lado.-Eres linda, Ann.

-Gracias...-Dije al cruzar la puerta. Dante se me había adelantado y ya estaba bastante cómodo en mi nueva habitación, la cual era bastante bonita. Las paredes eran de color celeste, la cama era grande y estaba acompañada de un velador justo al lado. La luz colgaba de una cadena dorada, bastante elegante. Podría acostumbrarme a eso.

¿Pero como sabían que llegaría aquí?

A causa de estar divagando en mis pensamientos, me aleje completamente de la realidad. No me di cuenta en el momento que me tropecé conmigo misma, a tal punto de caer al suelo.

Pero no fue al suelo donde caí.

Dante estaba justo debajo de mi. Su cuerpo resultaba muy cómodo, a pesar de ser delgado. Al mirarlo a los ojos, el chico cambió completamente nuestra posición, dejándome abajo.

Cuando era pequeña esto era habitual, mi hermano mayor generalmente hacía la misma secuencia antes de comenzar a atacarme con sus delicadas cosquillas.

Supongo que aun no supero que él ya no esté aquí, ya que al momento de recordar eso enseguida rompí en llanto.

El difícil saber que la única persona en el mundo que te apreciaba esté muerta, y que jamás lo volverás a ver.

-Hermano...-Susurré. Mis lágrimas caían una tras otra, preocupando la mirada de Dante, aun que en ese momento, simplemente quería dejar de pensar en él.

-¿Q-que ocurre?- Preguntó asustado. De seguro creyó que era por dejarme en una posición en la que era completamente indefensa, o quizá solo no sabía tratar a una chica cuando llora.

O quizá, ambas.

Sin pensarlo más, Dante junto nuestros cuerpos. Un abrazo. Eso era lo justo y necesario que necesité en ese momento, y fue lo único que logró calmarme.

-Hermano...-Susurré una vez más, sin esperar respuesta, pero fue exactamente lo que recibí.

-No te preocupes... Él sigue aquí...-Dijo Dante, dejando caer una lagrima, sin nunca borrar esa hermosa sonrisa de su cara.

No entendí muy bien a que se refería, pero ¿Qué más da? Lo único que me importa en este momento, es que por fin tengo un amigo.

Imagen de Evan.

No te fíes de caras bonitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora