p r ó l o g o.

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Me inclino, tembloroso y me convenzo de que ésta será la última vez.

Pero sé que es mentira.

Cuando pienso que todo puede mejorar, caigo de nuevo. Es parte de vivir, ¿No? Caerse, aprender, superarse. El problema es que desde hace mucho dejé de tener fuerzas para levantarme.

La pequeña pastilla está ahí, en el borde del lavabo y parece hacerme un guiño para que lo haga de una vez. No debí tentar al destino así, la compré una tarde mientras vagaba por la zona a un hombre que parecía sacado de una película de terror, debía tener unos cuarenta años y era más huesos que persona, estaba sucio, le faltaban los dientes, parecía que iba a desmayarse en cualquier momento y sé que la droga había arruinado su vida... pero su mal aspecto y lo tembloroso de su pulso no me detuvo porque yo no iba a verme así, nunca. Solo consumía cuando era necesario. Además pensaba morirme joven.

Mantuve la pastilla escondida en el bolsillo de mis jeans durante varios días, pensando en que era la prueba perfecta para demostrarme a mi mismo que sí podía resistirlo, podía vivir un poco más sin ella pero la realidad me parecía demasiado absurda, lenta, solitaria. Y a la primera oportunidad que tuve para quedarme solo en la fiesta, me encerré en el baño y la saqué de su escondite, preguntándome si era lo correcto o no pero mi cabeza confundida no podía pensar en otra cosa que no fuera en el pasado. Traté de integrarme a la fiesta, conversé con alguna chica bonita pero en algún punto la angustia me sobrepasó.

Y ahora, necesito urgentemente olvidar.

Será solo una vez más.

Los golpes constantes y resonantes en la puerta me hacen dar un pequeño brinco, con el corazón acelerado, demasiado consciente de lo que hago ahí encerrado. La promesa de intentarlo está por irse a la mierda, de nuevo y no puedo parar... claro que no me enorgullece querer solucionarlo todo de esta forma pero no hay otra cosa que me funcione mejor. Aprieto los puños con el cuerpo frío, entumecido y la garganta seca por la necesidad de drogarme de una maldita vez.

Una vez inhales ese polvo mágico, todo estará mejor, los recuerdos se habrán ido y todo será felicidad.

Alguien me llama desde afuera, desesperado. Frunzo mi ceño pero no dejo que me distraiga, ni siquiera porque la madera roída de la puerta tiembla y suelta un molesto polvillo que me hace carraspear y por un instante creo que va a romperse. De nuevo, lo escucho. Alguien grita mi nombre completo y se hace oír por sobre la música estridente, el viejo edificio abandonado en la que decidí perderme durante esa madrugada vibra ante el volumen de los parlantes acomodadas en lo que debería ser la sala, un mar de personas se une en bailes descoordinados pero felices, todos parecen estar sonriendo.

Están ebrios o drogados pero felices. Y yo quiero serlo. Quiero hacerlo. Quiero sentirme así, ligero, quiero dejar de pensar, quiero ser libre así que no paro, incluso cuando alguien me pide que pare, que no es necesario que lo haga, está cerca, al otro lado de la puerta, reconozco su voz pese a que esté algo borracho.

―Jungkookie, por favor, no lo hagas.―Mis ojos se inundan de lágrimas al oírle llamarme después de tanto tiempo, mi pecho duele, los recuerdos me agobian.

Llevo mis manos a mi rostro y procuro respirar. No puedo olvidarme de respirar, es que todo el tiempo siento que me estoy ahogando, a veces siento que mis pulmones dejan de funcionar y me apago. Vacío, perdido. Las paredes tiemblan, la música me marea, los recuerdos me debilitan y duele. Duele tanto que ya casi no puedo soportarlo. Sé que sigue ahí, que quiere que me detenga.

―Vete de aquí.―Exclamo porque él no debería haber venido en primer lugar.

―Abre la puerta, Jungkook. Hablemos, por favor...―Suplica, con la voz rota por alzarla tanto.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2020 ⏰

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Coma. | Jeon Jungkook;BTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora