el cuerpo de mingi era sublime. con una extrema delicadeza delinea con sus dedos el pecho del mayor mientras se deleita con los suaves suspiros que salen de sus labios rojizos.
no creía en alguna religión, pero mingi fácilmente podría convertirse en su dios. alguien tan perfecto como él no podría ser real.
—mingi hyung, es tan precioso. —el pelinegro se inclina hacia su pecho tomando entre sus dientes el pezón derecho, succionando la piel sensible.
—w-woo p-para— le suplica, con su rostro ardiendo en mil colores.
—¿realmente quieres que me detenga, gi? —murmura con voz ronca, sus labios mordiendo el lóbulo de su oreja. sonríe cuando el contrario se estremece bajo su toque, arqueando su espalda por el placer que recorre su cuerpo. —porque dices una cosa, pero tu cuerpo parece decir algo muy diferente. así que dime, ¿qué es lo que quieres?
—fóllame, wooyoung.—ruega—. por favor, papi.
el menor cumple el deseo de su hyung embistiendo suavemente su interior cálido. pronto, ambos están teniendo el mejor maldito orgasmo de su vida cuando mingi monta su pene, sus gemidos resonando en la habitación como una melodía armoniosa.
y wooyoung puede confirmar que, song mingi es una obra de arte personificada tallada por los mismísimos ángeles.
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