Capítulo 1: Historias.

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Corría el año de 1918 cuando las calles de New Orleans se llenaron de publicidad que contenía la tan famosa noticia; el imperio Alemán había caído, su Rey había perdido la guerra provocando que su reinado fuera derrocado. Tras aquellos actos, la ciudad abrió sus puertas a nuevos habitantes, para sorpresa de muchos, una parte de esos nuevos ciudadanos eran provenientes de la realeza que traían sus negocios a nuestras tierras para poder generar capital puesto que en la guerra lo perdieron todo. Podrían tener el apellido pero eso en nuestro pueblo no significaba gran cosa.

Pasaron los meses y los extranjeros se adaptaron a nuestra cultura, las normas y demás, ya eran parte del pueblo, la gente de la nobleza construyó lazos con la monarquía, tras el paso del tiempo se volvía más fuerte, la realeza de otros países nos visitaba a menudo por motivos de negocios o bailes conmemorativos. Parecía que el corazón de la ciudad cada vez brillaba más; antes de la llegada de ésta gente todo era silencioso, como si el panorama fuese grisáceo, triste y sin vida pero ya no más, las calles iluminadas con música y carcajadas por montón, y ni hablar de los nuevos locales de comida, calzado y vestido. Fue un cambio trascendental. Pero ya han pasado nueve años de eso, ahora debo seguir con mi vida, la cual... es una carga muy pesada.

Hoy es mi cumpleaños número dieciocho, el rey y la reina darán un baile en mi honor. Esas cosas suelen pasar cuando eres la heredera al trono, estoy segura que en pocas horas gente extravagante estará rondando por el palacio a la espera de mi presentación a la sociedad; como es costumbre, en mi opinión solo es un truco barato para vender la carne joven al mejor postor pero en mi caso; mi padre no permitiría eso. El es distinto. Lamentablemente los demás no ven ésta reunión de la misma manera que mi padre.

-Princesa Magne, la tina con agua caliente está lista- escuché que la mucama hablaba tras la puerta de mi habitación provocando que abriera los ojos sacándome de la concentración de mi meditación matutina -Gracias, en un momento voy- anuncié con delicadeza mientras me ponía de pié para ver mi reflejo en el espejo de mi tocador, lentamente quite las prendas de mi cuerpo dejándolo expuesto, parecía estar todo en orden hasta que noté una marca debajo del ceno izquierdo; justo en la costilla, pensé que solo se trataba de un poco de suciedad así que la frote pero quedó intacta, quizá se trataba de una marca de herencia o algo parecido así que no le di mucha importancia. Una vez estando dentro de la tina de baño decidí cerrar nuevamente los ojos para disfrutar la ducha, no suelo tardar pero esta vez quería estar más relajada de lo normal ya que sería un día muy atareado.

Comencé a sentir pesadez y nudos por todas partes, hasta que traté de tomar aire y fuerzas para liberarme -¡Princesa, resista por favor!- percibí un grito de preocupación que se escuchaba lejano hasta que abrí los ojos y noté que la mucama trataba de sacarme de la tina, me estaba ahogando y no lo noté, logré enderezar mi cuerpo y sacar la cabeza del agua, saqué el agua de mi boca y la nariz gracias a la tos provocada -¿Se encuentra bien, su majestad?- preguntó la joven dandome palmadas ligeras en la espalda para ayudarme -Creo que me quedé dormida en la tina... no importa, estoy bien. Puedes retirarte- explique algo confundida mientras tomaba la toalla para envolver mi cuerpo y otra para el cabello -Por supuesto, el estilista la está esperando en su habitación- agregó la chica para después salir del baño, rápidamente seque mi cuerpo y coloqué mi ropa interior seguido de una bata para cubrirlo. Caminé serena hasta mi alcoba acompañada de mi servidumbre -Princesa mía, un gusto verle reluciente justo como solo usted sabe hacerlo- exclamó el estilista -El gusto es mío, caballero- respondí cálidamente.

Las siguientes dos hora y media fueron solo de estar sentada en un banquillo mientras manipulaban mi cabellera y me dejaba maquillar de acuerdo a la ocasión, en el transcurso de ese tiempo no dejaba de imaginar un y mil motivos por los cuales la reunión sería un fracaso, no me malinterpreten, me encantan las fiestas que damos pero cuando son por alguien más. De cualquier forma debo hacerlo, como princesa y primogénita del Rey debo cumplir con mi deber. -¿Qué opina, mi princesa?- preguntó el sujeto a cargo de mi apariencia, evidentemente me sacó de mis pensamientos con tal pregunta, di un par de parpadeos rápidos para después ponerme de pié y acercarme al espejo de mi tocador; quedé fascinada por el maravilloso trabajo que realizó el nuevo estilista. Resulta ser que el anterior fue encontrado muerto en su hogar hace unas cuantas semanas atras con un par de cuchillos clavados en la garganta y el tórax, era una pena ya que también me dejaba reluciente -Está perfecto...- guardé silencio por un momento demostrando mi falta de conocimiento por su nombre -Mi nombre es Anthony, su majestad- contestó el muchacho haciéndo una ligera reverencia, aparentaba una edad similar a la mía pues su físico era el de un joven muy cuidado de rosadas mejillas y excelente gusto para vestir -Entendido, joven Anthony, hizo un excelente trabajo conmigo. Le agradezco por eso- sonreí con gentileza. El estilista levantó las cosas para ponerlas dentro de su bolso y salió de la habitación mientras acomodaba su flequillo, su rostro reflejaba satisfacción de saber que su obra había sido un éxito.

Romance Post Mortem. [Charlastor]  [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora