🌱Parte única🌱

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     Cual gota de rocío, una lágrima recorría rostro.
A medida que descendía, se aproximaba a su fin: un lago cristalino que se había hecho espacio entre la abundante vegetación.

     Pero, oh, ella no quería caer. Se aferraba al pómulo del muchacho como su única salvación. Mas no había salvación alguna para ella, así como para el dueño de los ojos de donde ella provenía. La esperanza se había terminado.

     Cayó lentamente, comprendiendo y convirtiéndose en lo que realmente era: un pedazo de angustia; un gramo de tristeza. Se fundió con sus hermanas y el frío de éstas la heló. Cambió su calidez a una gélida agonía.

     Pobre de él, se ahogaría en sus propias lágrimas. Pero ¿esa no era una mejor manera de vivir? Muriendo.

     O cantando.

     A las aves les embelesaba su canto. Cada mañana ellas cantaban para incitar a ese muchacho a acompañarlas. Si iba a perecer, al menos podía darle su vida al bosque. A él le pertenecía.

     Y cantó, dejó fluir la melodía que su mente recreaba.

     Oh, nadie se cansaría nunca de repetir que aquella voz era como de los mismísimos ángeles si lo escuchara. Su hilo de voz acariciaba el oído como lino, tan delicadamente. Cada nota, alta o baja, encantaba más que las sirenas. El sonido envolvía como una ráfaga de viento en un día caluroso.

     Mas su audiencia se reducía a pequeños brotes de flores y árboles antiquísimos, resignados a esperar su fin y deleitándose con la voz de aquel muchacho que también moría con ellos.

     ¿Alguien, en algún momento, llegaría a oír su débil canto, acompañado de los gritos de su alma pidiendo salvación?

[ ⋯ ] 

     —JiMin, tú toma las lianas de allá. No se nos puede escapar esta vez —indicó JungKook, dueño de unas hebras azules.

     Un mechón oscuro como la noche azul le caía en el rostro, pero lo alejó de un soplido.

     El hada de cabellos morados asintió y voló hasta donde estaba la liana indicada por su amigo. La tomó con fuerza, con toda la que poseía, inmovilizando así al caballo alado, que, en medio de su desesperación, relinchaba buscando ayuda que no llegaría.

     JungKook, satisfecho con el resultado, se acercó al pulcro animal. Éste dio unos pasos atrás, asustado por la forma en la que había sido tratado, pero se dejó acariciar por la mano que el hada pasaba suavemente por su lomo.

     —Te teme, JungKook, y no necesariamente por lo cruel que has sido con él. Eres humano, los animales van a rechazarte —dijo el hada mientras seguía mimando al caballo.

     —Ya lo sé, JiMin hyung. Desearía haber sido un elfo, como mis padres.

     Y no mentía, JungKook detestaba su naturaleza humana con todo su ser.

     Sus padres adoptivos, un par de elfos, lo habían encontrado en el bosque, abandonado por su madre. Decían que lucía como una mujer muy joven, incluso para los humanos. Ella había llorado mucho al dejarlo, pero lo hizo, y nunca regresó. Los elfos se apiadaron del bebé, que lloraba desconsolado, y lo acogieron.

     Había crecido como uno de ellos, viviendo entre la magia del bosque. Con un encantamiento le dieron potestad sobre la vegetación —debido a ello su cabello cambió de color—, pero solo eso; lo que en realidad era, no le permitía tener un vínculo con los animales. En el fondo seguía siendo un humano: la especie más retorcida y abominable, y eso la naturaleza lo reconocía. Los animales le tenían miedo, huían de él.

Lirios sin Jardín ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora