LUCI DE BUEN HUMOR Y NIKI TAN DESCARADA

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CAPÍTULO 39

Narra Luci

Abrí la puerta y la cerré detrás de mí. 

Me encontré a un Cheeto más diferente. No, no se había afeitado la barba. Me gustaría ver eso pero no.

Si no que estaba más elegante. Si no fuera por su acento andaluz y por su lenguaje corporal ligeramente basto diría que es una persona fina. Bueno, él lo intenta.

Sonreí y me devolvió la sonrisa. Me dió un beso en los labios y nos fuimos en taxi.

Estábamos saliendo de la ciudad. De pronto le pide al taxista que pare. Miré por la ventanilla; un extenso bosque. Al fondo había luces.

No entiendo nada.

Nos bajamos y fuimos caminando. Recé porque no hubiera ramitas o algo por los árboles por los que pasábamos al lado. Lo último que querría era estropearme el vestido, el peinado, o arañarme la piel.

De pronto parece que llegamos al destino. Iba todo el camino agarrada a su mano. Pero en un instante me suelta para sacarse un pañuelo del bolsillo.

Me la pone lentamente sobre los ojos y me dice:

- ¿Ves algo?.-Sentía que pasaba la mano de derecha a izquierda por mi campo de visión. Pero no veía nada.

Negué con la cabeza.

Me agarró del hombro izquierdo rodeándome completamente y llevandome hacia delante.

Sentía claridad. Había luces.

Olía a algo raro. ¿Velas perfumadas?

De pronto nos paramos y me va quitando el pañuelo.

Tenía los ojos cerrados por la claridad. Los abrí lentamente.

Estábamos en una pequeña superficie de suelo de doble altura, arriba un techo en pico, y estaba rodeado por una barandilla blanca. Delante se veía el lago.

Estaba todo lleno de velas perfumadas. En el fondo una pequeña mesa redonda. Había dos platos de ensalada de otoño. Me sentó en una de las dos silla y él se sentó en la otra.

Estaba maravillada. Era precioso. Las velas y su olor perfumado. Las vistas nocturnas del lago. Y algunas luciérnagas que se veían de vez en cuando. O estar con Cheeto.

Empezamos a comer. Cheeto me contaba lo mucho que me quería y lo afortunado que era al estar conmigo. Solo sonreía. No sé qué decir. Todo ésto es demasiado.

Se levanta y se saca una pequeña cajita negra de terciopelo.

Se arrodilla ante mí y dulcemente me dice:

- Lucía, ¿Cuieres casarte conmigo?

Abre la cajita y veo un brillante anillo con un diamante. Se me hacen los ojos agua. Todo éste tiempo que creía que me iba a dejar era para preparar esta preciosa noche.

Asiento, aguantando las lágrimas.

- Sí.-Me coloca el anillo en el dedo y me besa.

***

- Hasta mañana.-Dijo.

- Hasta mañana.

Me dió un tierno beso en los labios y se fue.

Me quité los tacones para no hacer ruido y abrí la puerta. ¿Que qué hora era?

Tarde. Las tres de la mañana.

Vi la luz del televisor. Niki y Vicky me miraron. Tiré los tacones por ahí y empecé a agitar los brazos en el aire y a dar saltitos.

Me tropecé y caí encima del sofá. Levanté las piernas por el impacto y las bajé de golpe. Pegué un grito aún con la cara pegada al mueble.

Él Me Ayudó Cuando Tú NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora