Cincuenta

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Las "muchachas", como Tom llamaba a sus empleadas, se habían encargado de preparar la comida matutina durante esa nueva mañana, para luego volver a recluirse en la cocina, sin ir más allá en ningún intento de charla.

—No son muy habladoras, ¿verdad? —preguntó Amelia por lo bajo.

Tom la miró sin entenderla en un principio.

—Ah, las muchachas... —dijo al fin—. No, ellas no gustan de conversar conmigo... a veces he llegado a pensar que no les agrado...

—Quizás las intimidas... —susurró sin querer que la escucharan—. Puedes llegar a ser muy intimidante si te lo propones.

Tom se echó a reír.

—¿Te resulto intimidante? —preguntó sonriendo.

—Un poco... pero es sexy en cierto sentido...

—Oh sí, ya lo creo...

Tom tomó su mano por sobre la mesa mientras la observaba divertido.

—No hemos hablado mucho desde que entraste a la universidad...

—Lo sé, es extenuante... estoy todo el día allá, llego cuando te vas yendo, y tú vuelves cuando estoy dormida... no hemos tenido mucho tiempo para nada...

—Pero es sábado, el día en que todo puede pasar... —murmuró sonriendo.

Amelia soltó una pequeña risa.

—¿Cómo fue esta semana para ti? —preguntó ella—. Te he visto en los diarios, todos hablan maravillas de la obra.

—Ha sido fantástico, nos está yendo muy bien, no hay día en que sobren boletos, y eso es maravilloso.

—Me alegra tanto, Tom... no sabes cuanto... de verdad me encanta verte así, tan contento y bonito... —pellizcó una de sus mejillas—. Quizás deberías ganar un par de kilos, pero eso es solucionable...

Tom soltó una risa.

—La verdad es que yo también me siento más delgado... —murmuró—. No demasiado, pero lo noto...

—Delgado, y con raíces... —Amelia tocó su cabello—. Te hace falta comer más, y una visita a la peluquería, Thomas.

Tom sonrió, se acercó a la mujer y la besó con cuidado.

—El lunes por la mañana me arreglarán el pelo otra vez... —susurró—. Por ahora, no puedo hacer nada.

—Ah, te ves muy guapo de todos modos, a mí me gusta...

—Eso es lo que quería escuchar... —dijo antes de beber té—. ¿Y qué hay de ti?, ¿cómo estuvo tu primera semana?

—Bueno, todo estuvo bien, las clases son muy buenas, pero conocí...

Su hablar fue interrumpido por el teléfono de Tom.

Tom metió su mano al bolsillo y tomó el aparato.

—Lo siento, tengo que contestar...

Se puso de pie, y dio un par de pasos hasta la ventana, para conversar más tranquilo.

La chica solo se limitó a mirarlo, mientras comía fruta en silencio.

Algunos minutos después, Tom volvió a la mesa.

—Del trabajo, ya sabes cómo es...

—Claro, te entiendo...

—¿Qué decías? —preguntó el británico.

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