_Capítulo 7_

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» Ya de día «

°Narrador omnisciente°

El estadounidense seguía dormido. Le costó un poco pero al final logró consolidar el sueño.

Por parte del costarricense, ya estaba despierto, apenas tocó la suave superficie de la cama callo profindamente dormido.

Este mismo estaba en la cocina, preparado el desalluno para ambos. No abia querido despertar al estadounidense, quería estar en silencio aunque sea un rato.

Rebusco con cuidado de no hacer ruido y logró encontrar algo que cocinar.

»Horas más tarde«

El de cincuenta estrellas despertó por un agradable y suculento aroma. Con algo de pereza abrió sus ojos y se sentó. Estiró su adolorido cuerpo haciendo crujir sus huesos, dio un bostezo y se coloco los ya conocidos lentes de sol. Aún estándo dentro de casa los usaría, teniendo sus razones.

Se levantó y tomó rumpo a la cocina, para encontrarse con él costarricense vistiendo un delantal de colores pasteles, y las mangas de tanto pantalón y camisa, recojidas hasta sus muslos y codos, respectivamente.

Se acercó con cuidado de no alertarlo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo rodeo con sus brazos, colocando sus manos en las caderas ajenas. Y su cabeza sobre el hombro del menor.

USA: Good morning, honey~

— dijo con una sonrisa coqueta, besando el cuello del pequeño, ocasionando que este le diera un escalosfrio —

Por parte del menor, se abia quedado congelado al sentir que le abrazaban. Y no pudo evitar soltar un quejido al sentir los fríos labios del mayor en su cuello.

No supo cómo reaccionar ante el tierno sonido que el menor había emitido. Le pereció muy lindo, y quiso escucharlo de nuevo.
Comenzó a frotar su cabeza en el adverso, y a inhalar el dulce aroma del tico, Un suave aroma a café y miel. Algo enbriagante según el, se centro en hacer que el menor gimiera para el, dando suaves lamidas y dejando pequeños chupetones en todo el cuello de este.

El de orbes violetas no podía entender, intentaba safarce del agarre pero el mayor se lo impedía. No quería soltar ningún ruido raro o obsceno. Pero las caricias, lamidas y chupetones que el gringo le daba no ayudaban en nada. Al final, no pudo contenerce más y soltó un gemido, seguido de pequeños quejidos por las suaves mordidas que el contrario dejaba en su sensible cuello.

Tras unos minutos el gringo quiso meter mano en terreno prohibido. Ocasionando qué el costarricense reaccionara y por fin. Poniendo en su lugar al de cincuenta estrellas.

Un golpe metálico se escucha.

Le abia dado con la sarten, y bien dado. Hasta el punto que logró romper esos preciados lentes que el mayor usaba.

CR: ¡Vea mae ahora si se paso de la ralla!

— grito con molestia el centroamericano. Aún teniendo en mano la dichosa sarten —

- ¡se lo advertí, como se le ocurriese meterme mano haría que se arrepindiera!

El rostro del de mayor estatura mostraba terror puro. Ya abia visto de lo que era capaz el menor en tiempos pasados. Y ahora, por su imprudencia, lo vería dos veses.

El costarricense empuño la sarten con fuerza, y cual espada la alzó con la intención de romperla contra la cabeza del que se encontraba tirado frente a él.
















































El estadounidense cerro los ojos con miedo.

























































































Pero no sintió el golpe.

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