Única parte

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-¿Hola?

-Vanesa, soy yo, soy Diego

-¿D-Diego?

-Si amor mío, perdón si llame hasta ahora pero no tuve oportunidad antes, solo debo avisarte que regresaré en un par de días, te amo.

Solo eso bastó para caer de rodillas al suelo, una simple llamada provocó un revuelo de sentimientos en mi interior. Aún recuerdo cuando se fue, vestido en su traje militar bien colocado, botas lustradas y cabello peinado perfectamente, recuerdo el dolor que me causo su partida al campo de batalla y las noches que pase en vela, llorando desconsoladamente por la inmensa tristeza que me causaba no tenerlo cerca. Pero recuerdo mucho mejor el día en el que recibí una visita por parte del encargado de tu escuadrón, con tus insignias, no necesite palabras pues sabía lo que intentaban decirme, habías muerto en batalla y jamás tu cuerpo encontraron, o al menos eso dijeron tus compañeros. No sabes el gran dolor que sentí, pensé en el día en que te fuiste y ahí supe que muchas veces los seres humanos creeremos que un dolor es inmenso y sentimos que jamás habrá uno que siquiera lo pueda igualar, pero me equivoqué, el día en el que supe lo que había pasado mi mundo se derrumbó; por mucho tiempo no dormí bien, no comía y me la pasaba encerrada en nuestra habitación, abrazando la almohada que fue tuya, conservando cada objeto tuyo en el lugar exacto en que lo dejaste, por un momento llegué a pensar que me volvería loca.
Después de un tiempo de lamentar y sufrir tu partida comencé a salir adelante por mi, no podía estar todo el tiempo estancada y dejar de luchar por mi vida. Así que a los 4 meses de tu partida regrese a mi puesto como enfermera en el hospital general, eso me mantenía distraída de pensar en como sería nuestra vida si no hubieses ido a la guerra.
Ahora, 2 años después de tu “muerte” he recibido la llamada con la que tantas veces soñé, aquella que me hacía sentir muy feliz por unos segundos, pues después regresaba a la realidad, y ahora, no sé ni que pensar o sentir; pues me había hecho a la idea de no verte más, sentir tus labios en los míos o el calor que emanaban nuestros cuerpos al dormir abrazados. Estoy tan impactada que en ningún momento pregunté que había pasado, como o donde estabas, algo que me hiciera saber que esto no era una mala pasada de mi imaginación.
Paso una semana, en el transcurso de esta no volví a tener ilusiones respecto a que regresaras y entonces estaba casi completamente segura de que había sido una jugada de mi mente. Los días transcurrieron agitados como siempre, pues el trabajo de una enfermera nunca es fácil, corriendo de un lado a otro las horas volaban. No imaginaba que una semana después de esa llamada te volvería a ver, nunca creí que fuese posible volver a hacerlo, cuando te vi parado a mitad del pasillo con tu cabello castaño claro algo largo, esos hermosos ojos verdes que mire la última vez con tristeza ahora tenían anhelo y alegría plasmado en ellos, tus bellos labios tenían una sonrisa en ellos; había extrañado tanto tu presencia, tanta era mi emoción que ni mis piernas respondían.
Al paso de un par de minutos mi cuerpo reaccionó y corrí con todas mis fuerzas hacia ti, pues al fin estabas conmigo y esta vez no era un sueño o mi mente jugando con mis sentimientos, era real, eras real y yo no podía estar más feliz, cuando llegue a ti y me abrazaste elevándome del suelo me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Esa tarde salí más temprano de lo habitual del trabajo, pues la jefa de enfermeras entendió mi situación, necesitaba respuestas sobre todas las nuevas dudas que surgían en mi cabeza cada que te miraba. Al anochecer, ambos nos encontrábamos sentados en la playa, nuestro lugar especial y mirando como el sol se escondía, escuchando el sonido de las olas golpear la arena cuando rompían, escuché todo lo que habías pasado, entendí el porque tus compañeros creyeron que estabas muerto, comprendí la desesperación que sentiste al estar atrapado por días en esa base al sureste de París y los incontables días que pásate recuperándote de todas las heridas que tenías en tu cuerpo.
Esa noche, después de regresar a nuestra casa de la playa, estando en la habitación que hace tiempo no compartíamos, nuestras almas se fundieron en una sola, la mente de ambos estaba en las nubes y nuestros corazones saltaron dentro de nuestro pecho felices por volver a encontrarse. La desesperación por sentirnos queridos era demasiada, por volver a sentir que nos amábamos, así se nos fue la noche, las estrellas y la luna fueron testigos del reencuentro de dos personas que se anhelaron durante mucho tiempo, un par de corazones que no se rindieron aún sin su otra mitad.
Estaba despierta desde muy temprano, pues quería admirar como tu piel brillaba bajo los pequeños rayos de sol que se colaban por la ventana, a mis ojos eras una de las criaturas más hermosas del universo mismo, eras un poema, una canción e incluso una de las maravillas del mundo.
No diré que el acoplarnos de nuevo fue fácil, pues en este tiempo ambos cambiamos demasiado, los dos maduramos y nuestros propósitos también. Después de algunos meses me pediste matrimonio, no tuve ni que pensarlo dos veces, pues estaba vez no te dejaría ir así de fácil, lucharía por estar a tu lado, sin temor o dudas. Acordamos que sería en 3 meses, pues así habría el tiempo suficiente para preparar todo lo que necesitábamos, en ese lapso de tiempo ambos buscamos tener algo que nos uniera más que nada en el mundo, por eso tomamos la decisión de intentar tener un hijo, un pequeñito al que criáramos con todo el amor del mundo.
La boda fue perfecta, no puedo decir más, pues fue lo que siempre quise. Una boda a la orilla de mar, en nuestro lugar especial, lleno de flores blancas y rojas, adornos dorados, mesas redondas con velas alumbrando el lugar, una alfombra roja al centro del lugar y lo más importante, tu esperándome al final de esta con el cura que nos uniría de por vida, con el anillo que pondrías en mi dedo lo hacía aún más esperado pues sería símbolo de nuestra unión.
Atesoro ese día como ningún otro pues fue uno de los pocos momentos que pudimos pasar juntos y felices, pues poco después de nuestro primer aniversario de boda tuviste un desmayo y a causa de este fuimos al hospital a una revisión. Nos enteramos de que tenías un tumor en el cerebro, crecía a pasos muy grandes, ya no había nada que hacer.
Desde que te fuiste mi vida no tiene el mismo sentido, no se porque escribo esta carta antes de acabar con lo que algún día fue una persona, pues ahora parezco un alma en pena, un objeto sin vida.
En el puente de salida en la ciudad espero sentir el alivio que mi alma y corazón busca, solo quiero que esto termine.

Adiós

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2020 ⏰

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