Era un tímido silencio,
pasos ligeros sobre la tierra mojada
de un bosque de desconcierto
y breve curiosidad.
Trepaba por los árboles musgo trenzado
y bailaba por los troncos
el rocío y el cristal brillante
de dulce olor penetrante.
Los claroscuros la tintaban
de oro y plata
y sus oídos sordos
florecían con la respiración entrecortada.
Esbelta y pálida,
se adentraba sin saber qué esperar
sumida en la ansiedad
de un nuevo viaje que la desconcertaba.
Había dejado la tiara en el palacio
para pasear sin preocuparse
y perderse entre frutos y verdes
y contemplar el viejo roble.
¿Era un sueño?
¿Un delirio, acaso?
¿O era posible respirar con calma,
aún desde la ignorancia?
Una aventura en forma de sonrisa
y rizos enredados sobre el rostro
la mantenían insegura pero constante
y era, dejando su papel de princesa,
una ninfa en el bosque.