Fui obstaculizado de seguir leyendo porque no podía controlar la sensación de interés al momento de percatarme de la presencia de al frente: una mujer. El hecho de estar en una biblioteca en el mismo lugar que el de ella y que todos los presentes aquí, incluyéndola también, estaban tan ensimismados en lo suyo que me llevó a cabo a que, con un poco de vacilación, la observé con sumo esmero: estaba ella sentada en una mesa con un mechón de cabello en su oreja, de perfil, que me permitió lograr ver la mitad de su rostro.
Tenía una piel tierna y suave como el pan, y cabello cobrizo nato, que pensé que si fuera retratada sería un gran panorama amplio para el arte. Pero cuando descubrí con atención que ahí mismo gesticuló sus labios remojándolos y una marca se percibió adornando su mejilla que me accedió el lujo de admirar, porque aquello me hizo saber de que poseía un agradable hoyuelo, me dije mentalmente que era la persona más bella que he visto.
Pude agradecer incluso la inmersión de todos, pues si no, no tendría la imprudencia de aprovechar en analizar el remolque de libros amontonados que era lo primero que se hacía destacar en la mesa, y de inmediato deduje que era probable que fuese una estudiante de preparatoria o a lo mejor, yendo ya un poco más a un límite, una estudiante universitaria. Y se me hacía incluso curioso sus expresiones porque parecía como si estuviera muy angustiada por lo que estaba escribiendo en su cuaderno que cabe recalcar, lo hacía despacio y con una gran pulcritud; luego su semblante se suavizaba y miraba un objeto del lugar pensativa. Sospeché después cuando entendí, que quizás por la ternura que presencié en mi organismo me hallaba casi que sonriendo. Porque es que con semejante belleza lozana al frente, no sólo podía controlarme.
Me removí: inevitablemente no dejaba de pensar que ella de verdad se veía muy joven. Tanto así, que ante los ojos de cualquiera, sabiendo que me estoy fijando en una chica con apariencia de ser menor de los veinte años, sería muy mal visto por el simple hecho de que era evidente que yo le doblaba la edad y que ella era todavía una mujercita acabando la adolescencia. Por eso era casi que imposible imaginármela a ella siendo universitaria, teniendo esto en cuenta. La comparación era grande y en su defecto, no debía de olvidar que tenía treinta años recién cumplidos. Solo que, mi sensibilidad inaudita no me dejaba sentir mejor, por supuesto, pero tampoco peor.
No fue hasta que experimenté la inconformidad tiempo después; y es que no podía sentirme bien al recordar que sólo he visto una parte de su rostro. Parecía ser un sentimiento de inquietud que me asombraba. Pero más afondo de eso, dejando de lado lo otro, había una cosa que merecía mucha más importancia, como la evocación de saber algo sobre ella, ya que llegaba a elevar mi interés mucho más de lo que pensé que mi interés podría llegar. No obstante, sabía lo que pasaba porque yo no era tonto. Sabía que la estaba viendo a ella con atracción. Una atracción que me arrastraban a lo más ignoto de su ser, para hechizarme y que automáticamente me dieran estas ganas de levantarme, acercármele y preguntar por lo menos su nombre. Consiguiendo también, claro que sí, en deleitarme cuando mire su rostro que tan misterioso empezaba a pensar.
Pero aunque estábamos alejados dos mesas, no me atrevía todavía. Así que no tuve más opción que en concentrarme en un punto nuevo en el qué analizar al quedarme sin la excusa de que no tenía nada más para ver de ella, y cuando encontré algo que no llamaba mucho la atención a simple vista, yo decidí en darle esa atención a su sencilla vestimenta; tan sencilla que es que no dejaba mucho de qué hablar, porque no era algo fuera de lo común: unos zapatos desgastados en los laterales y pantalones un poco sueltos que caían como cortinas en su calzado; una manilla negra de goma en su muñeca y unos pendientes pequeñitos, de esos que son delicados pero que no se notan. Sin embargo, en el momento en que paré a su camisa, lo que más sensación me causó, fue el color. Porque de inmediato el recuerdo de mi amigo llegó, al ver el amarillo resaltar en mis ojos.
Después de eso, respiré un poco con calma porque tomé la iniciativa que lo mejor era seguir en lo que estaba, al poner los pies sobre la tierra y pensar, pues terminé en la conclusión de que lo que menos quería era que su mirada casualmente pasara por aquí y me pille como un sinvergüenza observándola como si fuera algo triunfal, e incomodándola en una situación en el que yo quedaría como un estúpido desprevenido. Por tal razón, si no quería pasar pudor y nervios, intenté continuar con lo que estaba haciendo antes de que mi fisgoneo fuera despertado. Silenciosamente me acomodé mejor en donde había estaba sentado y situé el libro en una mejor posición tratando de concentrarme, si no fuera porque después de todo, mi plan nunca fue quedarme aquí.
Hacía más de media hora ingresé en este lugar para solamente entregarle el desayuno a ese viejo amigo, quien me había pedido el favor de hacerlo y por supuesto el que le gustaba ese color tan feliz. Desde luego no me había negado en ir a su trabajo de medio tiempo por esa sencilla cosa. Charlamos un poco, incluido los buenos días y temas triviales. Hasta me hubiese ido de allí de no ser porque tuve la idea de que en esta biblioteca estaría lo que necesitaba, y era que estaba creando mi una nueva táctica para que mis alumnos se motiven más para aprender idiomas, algo en lo que me beneficia a mí también. Así que por eso aproveché para darles unos vistazos a unos libros que podrían servirme y para una próxima vez, si es que me interesaba aquello, regresar. Era profesor de lenguas romances y un intento de escultor genuinamente creyendo de que este siempre ha sido mi talento o pasatiempo. Quien sabe, a lo mejor era mejor haciendo esculturas que tener que tolerar a mis estudiantes.
Sin embargo, volviendo a todo, me hallo aquí: dándole potencial a esta situación en el que me importaba más la pelirroja que en concentrarme en leer por lo menos bien, principalmente porque volví a caer de mi nube: solo estaba viendo palabras sin entender el contexto y me maldije por eso. Tan siquiera, si quería hacer mi trabajo bien debía moderarme sin echarle la culpa a ella, ya que la verdad era que desde que me desperté hoy he estado distraído casi todo el día. Comencé a leer otra vez desde el primer párrafo y esta vez me fue más difícil que las otras veces.
Ya que nuevamente se vio interrumpido cuando tiempo después sentí movimiento al frente y en consecuencia de eso, con una peculiaridad impertinente, disimulé y la vi otra vez; viendo cómo se agarraba su cabello tan bonito con su manilla negra de goma, y exponiendo su cuello desnudo ante mi vista: pálido y fino. Estaba estremecido por saber cualquier cosa sobre ella pero, ¿cómo podía hacerlo sin que malinterpretara algo que no quisiese que pensara de mí, incluyendo la edad? Y la verdad era que jamás creí que fuera tan curioso y descubrir que esa niña sacaba ese lado que nunca llegué a pensar que tenía, lograba que me quedara sin respiración en un par de segundos.
Pero poco a poco me estabilicé lo que más pude, y, de nuevo, intenté sin éxito de ignorarla: mi mente estaba en ella; mi vista en las letras cursivas. Sentía que si no me iba ahora mismo de aquí, haría algo en lo cual me arrepentiría por días largos. Pero no lo hice aunque yo mismo me gritara por dentro que me fuera, que la olvide y que no la recuerde ni con los ojos cerrados.
Ahora debía ser una consecuencia para mí, porque en lo más profundo de mi alma, que se hallaba ahora agonizando por suprema dulce fantasía deslumbrante, en realidad yo quería que pasara lo contrario; más sin embargo no me esperé a que así fuese en realidad, pues me sorprendí por lo que vi. En su momento yo ya me había perdido entre la luz y la oscuridad porque fue como una aparición sobrenatural que existió solo para mí hasta el punto en que la primavera no se sintió tan real, como se sintió real su mirada posarse en mí. Yo no aparté mis ojos de los suyos, aunque más quisiese, pues ahí fue entonces cuando descubrí algo que nunca en mi vida había visto, y eran sus más hermosos ojos. Le di las gracias a quien sea que me escuchara y es que el solo hecho de que cada ojo era de un color diferente, hacía que mi corazón desconcertado golpeara mi pecho al confundir el destello reflejante de la luna con la luna misma.
Y nunca jamás se me vino a la cabeza que esa niña de cabello rojizo, al cabo de un tiempo, sería mi más grande importancia.
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Áureo | Park Jimin
FanfictionEn la cordura de mi amor y en su cálida pasión, me convertí en fan de su inocencia que me incitó a pecar. Contenido explícito. Lenguaje vulgar. Universo alterno. @AragornTheGameBattle