Capítulo 49

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Quizás era peor para Moon-jae vivir sabiendo que nuestra relación se destruyó por sus secretos, que a morir de golpes o por un disparo. Como siempre, suponía.

No pude decir nada tras enterarme de que una vez más estaba quebrado gracias a la misma persona. Sentía en mis adentros una fuerte impotencia mezclándose con las náuseas y el agotamiento físico y mental. No podía soportarlo.

¿Cuántas mentiras más tenía que descubrir?

Seguí cabizbajo, llorando las pocas lágrimas que me quedaban sin hacer escándalo. A Moon lo tiraron al piso y lo golpearon nuevamente durante un minuto más. Al no quejarse creí que se había vuelto inmune al dolor; después supe que se desmayó otra vez por la violencia con la que fue tratado.

Mientras uno de los hombres se quedaba junto a su cuerpo, los otros volvieron al balcón, a la mesa, y el que revisó mi laptop ya tenía otra computadora en frente que priorizaba. Siguió con sus explicaciones en japonés, que Yamada Kougi traducía a la brevedad para Jonah. Se llevarían mi laptop por seguridad.

No fui lo suficientemente valiente para defender que dentro de ella estaba casi todo mi trabajo. Tuve que callarme el coraje y la tristeza de perder todo, pues de abrir la boca me arrebatarían la vida. Y matarme no iba a ser para ellos ningún problema.

El tiempo que permanecieron en el apartamento transcurrió muy lento. Creí que no se irían hasta que Moon o yo dejáramos de respirar, cosa que por gran fortuna nuestra no sucedió. Media hora más tarde se encaminaron a la puerta, sin cambiar la seriedad de sus rostros.

El primero en salir fue Kougi, quien solo se giró para despedirse de mí con un ladeo de cabeza y una media sonrisa. Le siguieron sus subordinados y al final, Jonah se quedó parado en la puerta. Observó en mi dirección por un momento, con los gestos menos alegres que yo hubiera visto en su rostro.

—No pueden salir del edificio —notificó—. Si lo hacen, lo sabremos y será peor para ustedes.

Yo solo asentí como parte de la sumisión a la que fui sometido durante las últimas horas. No lo miré a detalle por culpa del temor. Afuera lo estaban esperando. Hurgó en el bolsillo de su pantalón y lanzó un minúsculo objeto oscuro que no pude distinguir desde mi lugar.

—Volveremos en unos días —añadió—. Espero que no tengamos que volver a recurrir a lo de hoy, así que Moon-jae debe pensar bien en su respuesta.

Y cerró la puerta tras de sí con mucho cuidado. Los murmullos en el pasillo fueron perceptibles hasta que los segundos se los tragó. El silencio dentro de la casa de Moon-jae fue en verdad escalofriante, pero también muestra de que la tortura había acabado por al menos esa noche.

No pude estar tranquilo, de cualquier forma. Mis manos y piernas seguían atadas, Moon apenas respiraba y la sangre por todas partes fue el claro indicador de que las cosas todavía no estaban bien.

Lo primero que hice fue pasar mis brazos por debajo de las piernas para que pudieran estar adelante. Con ayuda de la mesa logré levantarme después de unos cuantos intentos donde el equilibrio me traicionó. Brinqué con cuidado hasta la cocina, apoyándome en la pared para que los mareos no me hicieran caer nuevamente. La sangre de mis heridas brotó por mis movimientos.

Abrí uno de los cajones, revolviendo los cubiertos y utensilios hasta que di con un par de tijeras. Corté los nudos y sobé mis muñecas una vez libre, tocando algunas partes de mi cuerpo que me dolían; distinguí cortes y abultamientos.

Me tallé los ojos esperando a que no se cerraran, y caminé con la intención de salir de ese apartamento. Moon-jae se interpuso en mi camino justo cuando estaba por tropezar con su cuerpo. Lo observé con el ceño fruncido y los puños apretados.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora