La promesa

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Si había algo que le impedía concentrarse a Harry Potter ―y no quería sentar precedentes con ello― era Cedric Diggory. A veces, rondando por Hogwarts, se fijaba en su figura esbelta. Sabía que no era el único que lo observaba; tenía suspirando a más de la mitad de la escuela. Lo miraba no por su belleza indiscutible ni por sus sonrisas de infarto. No, claro que no. Solo se fijaba en él porque era su contrincante. Nada más.

    En otras ocasiones, cuando se cruzaban en los pasillos, olía su aroma. Cedric Diggory pisaba fuerte y dejaba tras de sí cierto olor a canela. Harry jamás lo admitiría, pero las noches sin luna pensaba en ello. Daba vueltas en la cama e incluso estaba tentado a despertar a Ron, pero al final nunca se atrevía a hacerlo. Había algo atrayente en Cedric Diggory, algo que seguramente captaba las miradas de muchos más. Diggory había contado con un extenso grupo de fans desde el principio del Torneo de los Tres Magos.

    Era eso: Harry sentía admiración. Además, Diggory le había aconsejado cómo resolver el enigma del huevo. Le había servido de gran ayuda, así que era normal que se sintiera apegado a él. Lo que no sabía si era normal era la punzada molesta que había sentido cuando, en el baile de Navidad, Diggory y Cho se habían lucido en la pista. En ese momento, Ron le había picado diciendo que estaba celoso de Diggory, pero comenzaba a pensar que era todo lo contrario. De quien tenía celos ―unos voraces y agrios― era de Cho.

    ―Harry, ya está bien. ―Hermione lo distrajo de sus pensamientos enrevesados.

    ―Hola a ti también.

    ―¿Vienes la biblioteca a prepararte para la última prueba o para espiar a Cedric Diggory?

    Harry le dedicó una mirada reprobatoria y volvió su vista al libro que llevaba treinta minutos intentando leer. Había un grupito de jóvenes revoloteando alrededor de Cedric y él no parecía hacer demasiado para quitárselas de encima. Harry bufó.

    ―¿Y tú vienes a estudiar o a echarme la bronca? ―replicó Harry.

    ―En realidad, a asegurarme de que estás centrado.

    Harry apoyó la cabeza en una mano, expectante por el sermón de Hermione. Sin embargo, antes de que pudiera recriminarle nada, Ron se les unió.

    ―Hermione, tienes que ayudarme. Voy muy mal en todo. ―Ron formó un puchero.

    Hermione hizo un mohín.

    ―Haberlo pensando antes de pasarte días anteros sin hacer nada.

    ―Pero, Hermione, ¡de veras que tienes que ayudarme!

    Harry desconectó de la conversación y su mirada se dirigió de forma inconsciente hacia el corro de fans de Diggory. Varias Hufflepuffs hacían aspavientos para que el chico les prestara atención, aunque él parecía bastante distraído. Lucía su característica sonrisa, sin embargo, había perdido fuerza. Cedric asentía por cortesía. Entonces giró ligeramente su cabeza y sus ojos se posaron en Harry. Tragó saliva. Le pidió a sus extremidades que reaccionaran, que, por las barbas de Merlín, no le hicieran quedar como un tonto. Alzó la mano con timidez y saludó a Cedric.

    ―Harry. ―Era la voz de Hermione, pero no le hizo mucho caso.

    La sonrisa de Diggory se ensanchó. Bajó un poco el mentón para responderle al saludo y, tan rápido como había sucedido, volvió su vista a las jovencitas que lo reclamaban. Harry notaba el bombeo de su corazón hasta en los oídos. ¿Acaso Cedric era tan consciente de su presencia como él? Harry dejó escapar el aire que había estado reteniendo. Todo lo que hacía Diggory era con una gracia exquisita, provocando suspiros soñadores allá por donde pasaba.

La promesa (HP One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora