Parte única.

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Desde siempre la gente ha dicho que no puedes escapar de tu destino, que por más que huyas este siempre te alcanza. Quieras o no, no existe otra opción.

Conocí a un chico. Apenas había llegado a Karmaland; su semblante era algo rudo, pelo peinado hacia arriba, portando una barba, con tatuajes en sus brazos y piercings en su cara que le hacían honor a la palabra con la que se le llegaban a describir. Su nombre es Auron, y sin dudarlo le recibí con la misma calidez que le dedicas a un buen amigo, pero al poco tiempo le tomé un cariño especial que no compartía con nadie más. Creo que se llama amor, un amor que te tuve y tengo a ti.

Con el pasar de los días me fui acercando a ti, dejando saciar mi curiosidad por descubrir cosas nuevas de tu persona. Pase mayor parte de mi tiempo a tu lado, pues junto a ti todo se sentía mágico, incluso te conté y te pedí apoyo para mi sueño de llegar a la alcaldía, lo cual no dudaste en aceptar con palabras decididas y llenas de apoyo. Me terminaste traicionando.

¿Qué se puede decir? Después de todo, las palabras son solo eso, palabras, igual de pasajeras que la juventud, igual de vacías que el viento.

Lástima que el viento no se llevó consigo los sentimientos que esas palabras y momentos habían causado en mí. Tras la tristeza de no haber sido apoyado yo me aislé de todo ser que me rodeara, me sumergí en mi propia desdicha, y lloré por el amor incorrecto, sentándome a esperar mi propia muerte.


Tiempo después volviste a mí, caí de nuevo en tus palabras, y con el apoyo de mis demás amigos, yo acepte el salir de mi estancamiento. Le di la mano a la persona contra la que perdí, y me di un nuevo comienzo con los momentos que prometías pasaríamos juntos, me sentí tan feliz en esos momentos que incluso sentí que el mundo brillaba más hermoso que nunca. Pero los momentos felices también son pasajeros y capaces de acabar ¿recuerdas?

— Joven Luzu, usted desarrollo una rara enfermedad por el estado anémico en el que se encontraba. Su cuerpo está tan débil que no se ha logrado recuperar por la falta de nutrientes; lamento decirle que no le queda mucho.

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— ¿Si fueras a morir pronto, que es lo que harías? — Te pregunté mirando el techo arriba de nosotros.

— Joder luzu, ¿vas a morir? — respondiste dejando un momento de lado tu celular, volteando la cabeza para verme, tomando todo con más seriedad.

— Oh shit no, no es nada de eso, solo era curiosidad— dije tras regresarte la mirada, dejando que mis labios soltasen una leve risa para disminuir el momento lleno de tensión que yo mismo formé.

— Pues vaya curiosidades te planteas, mi niño — olvidaste el tema y volviste a fijar tu vista en el aparato, no sin antes darme un beso en la frente.

— Y que lo digas. — finalice mirando una vez más el techo, obligando a que las lágrimas no salieran. Solo dejé que la calidez nos acompañase a los dos juntos recostados en el piso.

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— ¿Qué te gustaría hacer si hipotéticamente fuera tu última semana de vida? — Te volví a preguntar después de un mes, mientras los dos nos encaminábamos a la boda de nuestros amigos Ruben y Samuel.

— Luzu, — paraste abruptamente logrando que yo igual lo hiciera al estar ambos tomados de la mano— ¿esta es otra broma producto de tu curiosidad?

— hombre, claro que si Auroncito— te respondí nervioso, tratando de que la palma de mis manos no sudasen frío— mejor apurémonos que ya casi es hora de la boda.

— ¡Hostias! Tienes razón — dijiste tras retomar nuevamente el camino a la iglesia. Por ese momento me sentí aliviado.

Todo ese tiempo, sentí mi fin acercarse, cada día era llenado por un inmenso miedo de no saber si volvería a despertar, el cansancio era más grande, y me llenaba de mareos que me hacían tambalear directo al baño. No sabía si ya te habías dado cuenta, no eres estúpido por lo que imagino ya estarías sospechando de todo, buscando el momento perfecto para cuestionarme sobre mi extraño comportamiento, así que desee que ese día nunca llegara.

La situación me atormentaba incluso al dormir, la culpa de no contarte me llenaba de remordimiento, debatiéndome sobre si hablarte de esto o no hacerlo, pero me era más grande el miedo de ver tu rostro lleno de tristeza al enterarte de todo. Egoísta o no, yo no quería verte sufrir.

Me sentí peor, me encerré en mi casa prohibiéndole a todos venir a verme, poniendo de excusa que tenía una gripa muy fuerte y no quería contagiarles, tú insististe más en venir a verme pero yo me negué, y tras un mutuo "te amo" Te dije que pronto estaría bien y me despedí. Deseando que todo acabara; solo salía de la cama para poder comer algo con mucho esfuerzo, pasando los días sufriendo, y las noches dejando mi cuerpo reposar en la cama, esperando.

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Esta noche soñé contigo. Fue un buen sueño, ambos nos mirábamos sonrientes, mientras yo esperaba que mis ojos llenos de ilusión fueran suficientes para demostrarte los millones de sentimientos que tengo por ti.

Las palabras se me suelen atorar en la boca por el miedo a la despedida, y por eso mis sentimientos nunca te fueron expresados; pero en mi sueño lo había logrado, formule bien las palabras "Gracias por haber estado a mi lado, Auroncito", que fueron seguidas de un calor subiendo por mis mejillas y una impaciencia surcando mis sentidos esperando tu respuesta. Un beso tuyo fue lo que recibí y entonces...

Desperté. Y en un mar de desesperación, mis sentidos comenzaron a sucumbir, un zumbido incesante retumbaba por mis oídos, mi visión se volvió borrosa dejándome más cegado de lo que la inmensa oscuridad nocturna ya me dejaba, intentos de gritos eran muertos por la tos raposa que era seguida por náuseas horrorosas; intenté pararme en medio de mi propio miedo y agonía, pero mis piernas fallaron dejándome caer en el frío suelo del que alguna vez sentí calidez. Me retorcía en mi propio infierno, los segundos se volvieron tiempos infinitos y mi agobio fue en aumento, vómito con sabor metálico salía de mi boca, tan incesante y feroz como las cascadas que alguna vez quise que viésemos juntos tras explorar más allá del límite. Y ya nunca más.

Vi pasar mi vida delante de la sombría vista de mis ojos, te vi a ti, vi a los chicos, vi a mi familia, vi mis metas, vi mis sueños y vi nuestro futuro que corría dejándome atrás, dándome el amargo disgusto de apreciar cómo se volvía cada vez más inalcanzable.


Entre las arcadas, el aire me falla y comienzo a sentir mis pulmones doler, como las contracciones que mi abdomen producía tras sacar el líquido que me ahogaba. La oscuridad se vuelve más intensa y a lo lejos veo tu silueta.

— ¡Auron!, ¡ayúdame! —te grito insistente observando el caso omiso que haces a mis súplicas.

— Por favor, no quiero morir, no ahora— te suelto mis últimas plegarias en susurro mientras mi pecho duele y mis lágrimas comienzan a caer con desesperación.

Tu silueta solo se acercaba a mí en pasos lentos como si disfrutases verme sufrir, y al llegar pude verte con claridad; me miraste, te inclinaste hacía mí, y me abrazaste dejándome sentir la palma de tu mano recorrer mi espalda de arriba abajo para confortarme.

— Tranquilo, mi niño, — por fin escucho a tus labios pronunciar palabra en medio de aquel silencio — ya dejó de doler.

Y como si tus palabras fuesen magia, la calma me invadió y la paz reinó, dejándome ver todo más espléndido que nunca.

Más espléndido que nunca.| luzuplay Where stories live. Discover now