capítulo 2

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Ya han pasado tres meses desde que Marchetti se fue a la fuga, tres meses de un puto infierno. Estamos como barcos a la deriva, no dejó ni un maldito rastro después de perderse. Todo el equipo élite de la DEA ha estado irritado desde entonces, todos enojados con todos, echándose la culpa mutuamente de que no hayan novedades de Marchetti. La prensa nos tiene hasta el cuello, preguntando e investigando. No queremos que se enteren de que no tenemos ni una puta idea de dónde está el peligroso mafioso.

Tenemos conocimiento de varias propiedades de Marchetti, y claro, ya la hemos invadido todas de arriba a abajo en busca de su captura. Pero de esperarse todas ya estaban vacías, ni siquiera amuebladas estaban. El maldito descubrió cuáles de sus propiedades teníamos en la mira. Es cómo una rata en un laberinto.

—¿Katherine?

Levanto mi vista de mis manos y me encuentro con la mirada preocupada de Ethan. Sonrío levemente.

—Lo siento...es que todo esto me tiene frustrada—Ethan asiente comprensivamente y le da un sorbo a su café y vuelve a mirarte con entusiasmo.

—Pronto llega el día de nuestra boda, y al fin tendrás lo que más quieres.—Sonríe levemente. Y el primer pensamiento que se me viene a la cabeza es en el sexo.

—Estaba esperando...—una llamada a su teléfono me interrumpe. Ethan me hace un ademán y contesta.

Espero unos tres minutos hasta que Ethan cuelga y me mira apenado.

—Debo ir a la oficina amor...—se pone de pie y me mira—La nueva cometió un grave error en la contabilidad de la compañía, tengo que ir a ayudarla antes de que llegue el jefe.

Asiento y me pongo de pie para darnos un abrazo y un beso de despedida. Lo veo alejarse y me vuelvo a sentar, mirando a mi alrededor cómo todos comparten al aire libre con grandes sonrisas. Y aquí estoy de nuevo, abandonada por mi prometido por asuntos de trabajo, la cuarta vez en esta semana.

Me dispongo a darle un sorbo a mi café cuando mis ojos se posan en una camioneta negra y con los cristales oscuros empapelados que yace parada debajo de la sombra de un árbol al final del estacionamiento. Rápido me empiezo a poner paranoica. ¿Cuanto lleva ahí?

La observo por cinco minutos más y no se mueve ni hay señal de movimiento alguno dentro de ella. Esto no me gusta. Me pongo de pie y agarro mi chaqueta de la silla, me la pongo y con pasos rápidos me dirijo a mi auto sin despegarle la mirada. Llego a la puerta de mi auto. Bajo la mirada a los bolsillos de mi chaqueta para sacar las llaves. Pero cuando subo la vista ya la camioneta no está ahí.

—¿Que mierda?...

Miro hacia los lados pero no la ubico. Procedo a abrir la cerradura del auto pero un estrenduoso ruido detrás de mí hace que las llaves se resbalen entre mis torpes dedos. Muevo mis manos hacia mi pantalón para sacar la pistola.

—Un movimiento más y te vuelo la cabeza.

Trago en seco, alejo mis manos de mi cuerpo y las levanto a ambos lados de mi cabeza. Muerdo mi labio inferior con nerviosismo. El hombre detrás de mí suelta una ronca carcajada.

—¿La agente Élite de la DEA está asustada?...vaya sorpresa. Hazme el favor y gírate lentamente.

Trago en seco y me giro sobre mis pies lentamente para verlo. Corpulento, vestido de negro y con una máscara aprueba de balas, ah, no podemos omitir la Ak con la que me está apuntando. Nos quedamos observando por varios segundos hasta que él hace un movimiento brusco y me jala por el brazo para adentrarme en la camioneta.

—¡Suéltame!—palateo pero de nada sirve.

Dentro de la camioneta me colocan rápidamente un saco negro en la cabeza y me amarran las manos y pies, dejándome completamente inmovil. Unas manos se pasean por mi cintura hasta que encuentra mi arma y la toma. Agarro una gran bocanada de aire.

𓆙𝐄𝐥 𝐑𝐞𝐲 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚𓆙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora