Salgo de mi casa por la puerta principal, siendo la única persona despierta en mi casa.
Abro las puertas de par en par usando mis dos manos, desplazándolas hacia los lados. Salgo de mi casa y me dirijo al instituto sin que nadie me vea. No quiero sorpresas.
Puede parecer que no, pero soy alguien que disfruta de los días nublados y frescos. Aunque hay un punto, un momento, en el que la frescura pasa a ser frialdad, los suaves trozos de algodón se convierten en sólidas gotas de hielo, heladas y redondas, que hieren y destruyen a las pequeñas plantas, inmóviles, sin posibilidad alguna de escapar. Los animalillos del bosque se esconden del frío, esperando a que llegue la primavera. Y las personas... lo celebran.
Han pasado seis días desde que encontraron el cadáver de Daniel. Seis días, y ya tenían al culpable. Pero se les acababa de escapar. Sí, habrá un juicio, pero ya lo tengo ganado.
No estoy dispuesta a pasar el resto de mi vida en una cárcel asquerosa y mugrienta.
Cuando llego al instituto, la situación es incómoda. Todos me vieron salir acompañada de dos policías que me escoltaban hacia la comisaría. Todos me señalaban y hablaban de mí. Y todos lo repiten hoy, cuando vuelvo. No me importa ni lo más mínimo. Ni siquiera quiero estar aquí, no quiero estar en ninguna parte.
Mis "amigas", Nadia y Jessica, son dos perritos falderos. Lo son, solo soy sincera. Lo único que hacen es seguirme a donde quiera que yo vaya, no son mis amigas. Y lo sé. Aunque ellas piensan que me engañan. No les tengo ningún aprecio. Para nada. Eso sí, no podía deshacerme de ellas. Todavía. ¡Me quedaría sola! Y eso no puede ocurrir.
Solo necesito encontrar a alguien, cualquier persona me vale. Con tal de que sea de fiar, que de verdad quiera estar conmigo. De verdad, ¿tan mala soy?
Encuentro a Nadia y a Jessica junto a mi taquilla. Y estas me acribillan a preguntas.
— Hemos oído que mataste a tu novio.— comienza Nadia, "sutilmente".
— ¿Fuiste tú, no?— la secunda Jessica.
—No, y no— sonrío exageradamente
—Pero la policía...— insiste Jessica.
—¡La policía dirá lo que sea para cerrar el caso!— la interrumpo mientras mi sonrisa desaparece y se transforma en una expresión de ofensa.— Les da igual si a quien meten en la cárcel es el inocente o el culpable.
Me voy a clase, aunque todavía no haya soñado el timbre. No soporto más a esos dos buitres. Y entonces lo veo. El chico nuevo del que todo el mundo hablaba. Y parece interesante... Total, ¿quién llega 2 semanas después de que el curso empiece? Además, no es nada feo, pelo negro, ojos claros... muy alto. Va vestido con una chaqueta de cuero negra, pantalones oscuros y una camiseta gris, también oscura. Además de unas botas negras. Todo cerca del negro. Me gusta.
Se fija en mí y le guiño un ojo. Acto seguido entro a clase.
—Quiero dejarlo para luego—pienso mientras me siento.
Después de una asquerosa y repulsiva clase de Biología en el laboratorio, salgo y me dirijo hacia mi taquilla, donde, sorprendentemente, me espera el chico misterioso de los ojos celeste.
Me acerco a él. Me da la impresión de que sabía perfectamente de quien era la taquilla junto a la que estaba apoyado, "casualmente" mirando en la dirección de la clase en la que me encontraba.
— Me sorprende — pienso irónicamente.
Camino hasta llegar a mi taquilla, sin dejar de mirarle en todo el camino.
— Chloe. — digo tras apoyarme justo en frente de él.
— Dylan. — se ríe.
— Otro con la D — murmuro.
—¿Qué?— Pregunta extrañado.
— Nada importante— saco mi exagerada y falsa sonrisa y parpadeo más de lo normal, aunque tampoco sin pasarme.— Nuevo, ¿eh?
— Sí.
— Dime... ¿por qué apareces de la nada habiendo empezado hace unas pocas semanas las clases?— pregunto, interesándome por su vida, cosa que no valora mucho.
— Me han contado que mataste a tu último novio.— afirma arrebatándome la sonrisa.
— No fui yo.— cambio involuntariamente mi cara a la expresión de ofensa y asco que me sale cuando alguien me lo recuerda.
— Me gusta. Es lo menos aburrido que he visto desde que he llegado.
— Deberías conocerme mejor.
— A lo mejor debería.
— A lo mejor.— le sonrío de forma natural.— y ahora me voy a clase, que llego tarde. ¿Puedo?— me río.
Se aparta y se va por el pasillo, por el que cada vez queda menos gente. Sí, definitivamente me gusta. Veamos cuánto.
Me giro y me marcho en sentido contrario.
Al salir del instituto, me dirijo a mi casa. Me siento bien, tan bien que no puedo evitar pensar constantemente en la razón de mis agradables sentimientos. Y de pronto, le veo. Pasa subido en su moto a toda velocidad. Me siento bien. Siento que, por alguna extraña razón, puedo confiar en él. Y eso es todo lo que necesito. Alguien de confianza.
Paseo por las calles del pueblo, de vuelta a mi casa. No me gusta la idea de tener que ir allí. ¿Pero en qué otro lugar podría esconderme?
De repente, me paro. Pienso tan solo un poco, y me doy cuenta. Dylan, el chico del instituto, había parado su moto hace unos segundos unos metros más alante. Podría irme con él... No parece una idea prudente, pero ¿cuándo he sido yo algo de eso?
Así que corro incómoda con mis botines rojos hacia él.
— No esperaba volver a encontrarme contigo — dice contento en cuanto me ve.
— No quiero ir a mi casa, así que me voy contigo. A donde quiera que vayas.— le informo ignorando su comentario, básicamente porque no sé qué responder.
— ¿Tengo otra opción? — sonríe.
— No.— le devuelvo la sonrisa.
Se monta en la moto y yo me coloco detrás. Ni siquiera lleva casco. Si no lo necesita, supongo que yo tampoco.
— Agárrate.
— Muy bien— coloco mis brazos alrededor suyo y él sonríe descaradamente — tampoco te pases — le digo como si le hubiese leído el pensamiento.
— Me caes bien. — se ríe.
No me sorprende.
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Todavía Pienso En Ti
Mystery / ThrillerUna chica, Chloe Harris, ha sido acusada de asesinato. Es la típica niña rica. O eso es lo que todos creen. Su familia se derrumba. Sus amigos la dejan tirada. Toda su vida va de mal en peor. Hasta que descubre que no es quién ella creía ser. El dol...