PARTE ÚNICA

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Corro como si el hacerlo no fuera habitual, mis rodillas sangran, el dolor ya es normal, las montañas actúan como si presintieran mi muerte, los árboles se mueven con el viento y el sudor de mi frente ya casi no me deja ver; pero debo correr, debo correr del futuro.

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Ese día desperté con la sensación de alguien intentando asfixiarme, la ansiedad crónica no me había dejado dormir bien últimamente y todo empeoró cada vez más gracias a las constantes tareas y proyectos que ponían en la escuela. Soy estudiante de último grado en el Colegio Cristo Rey, uno de los más famosos, el cual luego de su remodelación aparcaba más de 2 cuadras; aunque estamos en el año 2070 y los avances de la tecnología lo han cambiado casi todo, la manera en la que los estudiantes deben de comportarse es tan anticuada como hace años.

Veía con poco asombro como la puerta de mi instituto me escaneaba para comprobar que no era un extraño, trayendo consigo la primicia de no poder entrar nada metálico limitándonos el uso de dispositivos y armas cortopunzantes. Al paso de las horas mis clases acabaron y el metro que me lleva a casa llegó al paradero, pasamos por una especie de agujero de gusano el cual estaba diseñado para detectar a cada pasajero y dejarlo en su respectivo destino; a pesar de la tecnología que nos rodea la ciudad está en pésimas condiciones, el aire es cada vez más denso; los relatos de mi madre saltan siempre a mi mente: una ciudad sin humo y que permitía ver un cielo azul, con montañas, bosques y animales. Cuánto anhelo vivir en esa época .

Tiré a un lado mi maletín al llegar a casa, el estrés causado por el exceso de trabajos que debo entregar en la escuela hizo de las suyas con otro ataque de ansiedad y lo único que me calma es imaginar aquellas montañas que relataba mi madre, aunque últimamente mi mente ha estado en contra de mí ayudando a mi destrucción; una píldora cayó en mi seca garganta, siendo un respiro para mí ante esa situación.

Investigando sobre la teoría de la súper asimetría que nos ha llevado a lograr los avances que hemos alcanzado, ví como el sobre de mi correo electrónico brilló ante la llegada de un nuevo mensaje, lo abrí y un tic nervioso hizo presencia en mi ceja ante lo que este decía:

“Alguien va a matarte en 10 días”.

Dejando caer la fuente de aquel holograma caí de rodillas ante el temor que se implantó en mi pecho luego de recibir este mensaje, ya que en las noticias se habían mostrado casos de gente que los recibieron y se encontraban tres metros bajo tierra.
Lo único que pude hacer para calmarme fue tomar otra pastilla, cerrar mi correo y continuar con mis deberes, fingiendo que eso no sucedió y deseando olvidar. El problema fue que mi mente si lo olvidó.
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Mis días pasaron con normalidad, solamente siguiendo una aburrida y monótona rutina: levantarme luego de una pesadilla, medicarme, ir al colegio, regresar a casa, hacer los trabajos, comer, medicarme nuevamente y dormir, hoy no fue la excepción a esto. Nueve días han transcurrido desde la última vez que revisé mi correo, por algún motivo evito abrirlo; tengo la sensación de que si lo hago algo malo ocurrirá, pero debo hacerlo para revisar mis notas así que lo hago, viendo nuevamente ese mensaje.

Me levanté y puse el apartamento en modo seguro escuchando como las rejas se situaron en las ventanas y la chapa de las puertas se fortaleció con cilindros, no siendo suficiente empecé a sellar las puertas y ventas desde adentro con algunas tablas y clavos que encontré en el pequeño ático, siendo exagerada en la seguridad al momento, ese momento donde el estrés y el miedo se apoderaron de mí.

Junto a las tablas hallé a mis creadoras de memoria: las fotos de mi madre y sus retratos de paisajes, tomé la caja en la que se hallaban y la llevé conmigo; terminé en el baño con la puerta asegurada, tablas y clavos tirados en el piso y junto a ellos mi
tarro de medicina contra aquella maldita ansiedad. Yacía en la bañera viendo los recuerdos de mi madre con lágrimas en los ojos, realmente alguien me iba a asesinar, no lo podía creer, al menos quería morir en aquellas montañas.

                               00:00

El décimo día ha empezado; junto a las cosas de mi madre hay un bisturí el cual tomo con la intención de protegerme de mi asesino, la ansiedad se apodera de mí, agarro el frasco de pastillas depositando cinco en mis manos, contando estas ya había ingerido dieciséis en menos de veinticuatro horas, reposo la cabeza en el borde de aquella fría bañera dejándome llevar, otra alucinación se hace presente dejando de lado mi cuerpo.

Me encuentro corriendo por las montañas que están plasmadas en los retratos de mi madre, una risa burlona ataca el silencio del lugar y junto a esta una sombra hace aparición, provocando que los pájaros comiencen un vuelo de huida del cual cojo el ritmo, dejando atrás mis zapatos en algún lugar del trayecto sintiendo como las ramas de los árboles lastiman mis piernas; una imagen mía en una bañera provocando lesiones en mis piernas se hace visible y yo solo continuo corriendo, la tierra de pronto se ablanda y gusanos empiezan a salir de ella pudriendo mis pies, puedo apreciarme nuevamente pero en esta ocasión cortandome los dedos de los pies.

Otra vez escucho aquella risa, importándome poco el dolor en mis pies sigo corriendo, gracias a mi vista periférica observo la venida de un osezno el cual se arroja sobre mí y con sus garras me provoca rasguños en mis piernas, otro corte efectuado por mí en aquella bañera, esta vez más profundo sobre la piel de mis muslos. Sangre veo caer sobre la tierra de aquellas montañas y tras perder el equilibrio al intentar continuar con mi carrera no me queda de otra que arrastrarme para poder escapar de ese asesino.

Aún sigo con vida y sólo poseo heridas de poca gravedad en mis piernas, sin embargo el dolor en éstas me obliga a incrustar las uñas en la tierra y tomar impulso como método para poder huir; un zorro atraído por el olor de mi sangre corre hacia mi
atacando mi pecho, tomo una piedra y golpeo su cabeza con la suficiente fuerza para que el zorro se vaya, decido meterme en el hueco de las raíces de un viejo árbol, mi imagen en la bañera toma un bisturí y efectúa heridas en mi pecho subiendo hacia
mi cara; un puercoespín me hace salir de mi escondite y decido quedarme recostada sobre un tronco. Un pájaro se posa sobre mis piernas y dentro de sus oscuros ojos veo como unas personas destruyen este lugar para construir un condominio, una lágrima cae por mi mejilla al ver aquella destrucción, el pájaro se posa en mi hombro y creo que quiere limpiar dicha salada gota, pero en su lugar siento que una afilada lámina traza líneas sobre mi rostro; pronto otros pájaros llegan y arremeten
contra mí, una de ellas cortando mi yugular con su pico. En mi último momento de lucidez me veo en el espejo frente a la bañera pasando el filo del bisturí por mi cuello; es una lástima que no lograra escapar de mi asesino pues éste…soy yo.

Muerte en las montañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora