La Fuga

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Las alarmas sonaban y los gendarmes corrían en busca del prisionero. El resto de prisioneros habían sido despachado a sus respectivas celdas, dónde desde ahí alaban y daban ánimo a su compañero fugado.

El oficial de turno mando a cerrar la cárcel, nadie salía y nadie entraba.

Mientras las autoridades del establecimiento buscaban con esmero al reo, este se encontraba en la ventilación, arrastrándose cuál gusano por entre le polvo y mal olor.

Nadie lo vio pues ¿Quien vería a un criminal de baja estatura atravesar la ventilación y correr fuera de la reja que colindaba con la calle?

Saltó dicho obstáculo y emprendió una corrida por las oscuras calles de la ciudad. Siempre por los callejones, nunca por las avenidas.  

Rápido y ágil se dirigió al límite entre la cuidad y la bahía, divisando una pequeña embarcación que conocía bastante bien.

– ¡Hey!

Grito y el capitán, que yacía recargado sobre una pared, hizo de guía para el recién llegado hacía su fiel barco y zarparon hacía el horizonte por el río hasta llegar al mar.

[...]

Un albino suspiraba mientras caminaba con su superior empapado y con una alga colgando de su hombro. Hay que recalcar que el castaño le contaba lo hermosa que era la joven que había visto y con la cual quería cometer doble suicidio.

– ¡Es que, Atsushi-kun! Era una belleza. Piel suave y limpia, cabello tan bien cuidado que los rayos de sol se posaban sobre ella como si la acariciaran con dulzura. ¡Y sus labios! ¡Oh sus labios! Tan rosados y pequeños que se parecían a los de una muñeca.

Seguía hablando de la civil y recitando sus dotes de belleza, sin olvidar su exagerados movimientos tan propios del suicida. Al tigre poco le importaba pues lo había escuchado casi todo el trayecto, ya se estaba cansando.

– Dazai-san, tiene una alga en su saco.

Con su dedo índice apunto al organismo vegetal, el cual no había mencionado su existencia porque no lo dejaban hablar.

– ¡Oh! Gracias, Atsushi-kun

El vegetal ya había sido removido y dejado en un basurero cercano, ya faltaba poco para llegar a la agencia.

– ... ¡¿Por qué no me dijiste antes, Atsushi-kun?! ¡Eso explica porque me rechazó! ¡Tenía una alga!

Un lloriqueo que desbordaba de dramatismo dio inicio, logrando que una cara de incredulidad junto a la típica "gotita anime" aparecieran en el rostro del felino humano.

La muchacha, quién había avisado del paradero de Osamu, rechazó la petición de suicidio. Se notaba la incomodidad que la rodeaba y las ganas de irse.

Luego del drama por la civil, la cual fue rápidamente olvidada por el castaño, llegaron a las oficinas. Ingresaron, dando el aviso de su llegada.

– ¡DAZAI!

La voz de Kunikida resonó por el lugar, indicando lo molesto que estaba. El rubio avanzo dando pisotones hasta llegar donde el par de recién llegados. Agarró del cuello de la camisa al empapado detective, para luego zarandearlo.

– ¡¿Dónde crees qué estabas?! ¡Tienes un montón de trabajo sin hacer! ¡Además que causas problemas a los ciudadanos con tus intentos de suicidio!

Humo violeta -Shin Soukoku- [PAUSADA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora