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Joey era el niño nuevo del vecindario. Por motivos de trabajo su familia se mudó a otra ciudad y aunque sus padres se mostraban muy optimistas con sus hijos, él no podía evitar sentirse como un extraterrestre en tierra desconocida.

La mitad de su vida se encontraba aun entre cajas de mudanzas y el pequeño de seis años veía con aburrimiento como la mayoría de sus tardes se iban en arreglos a la nueva casa y esporádicos desvíos hacia el exterior preguntándose si en esa nueva ciudad (o nuevo planeta, como solía verlo él), encontraría amigos.

Una tarde mientras jugaba con sus dinosaurios en su habitación el inconfundible sonido de una bicicleta y pisadas corriendo lo distrajo y, dejando sus juguetes de lado, pegó su carita a la ventana.

Y ahí pudo verlos. Un niño pedaleaba su bicicleta con un bote de plástico en la llanta trasera dando la ilusión del sonido de una motocicleta y en los aires un papalote con forma de mariposa volaba, ¿y quién lo dirigía? A sus ojos, Joe admitía que era "la persona más bonita de todito el mundo".

Pasaron varios días con la misma rutina. Joe observándoles jugar a la distancia aun tímido de salir de casa y unirse al par. Los ojos se Joe se enfocaban en alguien en especial e inconsciente ¿o conscientemente? comenzó a detallar en sus rubios y largos cabellos, su carita regordeta que apostaba era por comer demasiadas galletas con chispas de chocolate (porque ¡vamos! Joe también tenía mejillas abultadas y su mami le decía que era por comer muchas galletas), y en esa peculiar forma de vestir que siempre incluía playeras tan grandes que parecían vestido, pantaloncitos cortos y tenis color rojo.

Una tarde el papalote de mariposa volaba tan alto que pensó que se uniría al cielo y mientras lo veía pudo sentir muchas cosquillas en su pancita y muy abochornado cubrió su rostro aunque nadie más podía verlo.

Sabía lo que significaba, su primo Rami le dijo una vez que cuando él siente cosquillas en la pancita era porque estaba enamorado y Joe le creyó sin dudas, porque Rami tenía diez años y había besado la mejilla de una niña, eso lo hacía un experto en el amor ¿verdad?

Así que vistió sus overoles, ató las agujetas de sus tenis y llevó su banquito hasta el baño para poder alcanzar el espejo y poder peinarse. Suspiró, hizo pipí de los nervios y repasó mentalmente unas diez veces lo que diría (que bueno, no era tanto, su discurso constaba de tan solo dos palabras).

Después de decirle a su mamá y a su papá que iría a buscar nuevos amigos (pequeña mentirilla piadosa, no hace algún mal ¿verdad?) y recibir el recordatorio de "¡Recuerda ser educado y volver antes de las cinco!", el pequeño de seis años cruzó el jardín de su casa viendo más allá a la persona más bonita del mundo comprobando que se veía mucho mejor de cerquita.

Se paró firme. Suspiró con fuerza y recitó su discurso.

—¡Me gustas!

Pronunció en un gritillo, con los ojos cerrados, las manos a los costados en puño y el torso ligeramente hacia adelante. Joe respiró agitado y mordió sus labios cuando no hubo ninguna contestación.

Abrió sus ojos y le costó acostumbrarse a la claridad del sol a las tres de la tarde que se reflejaba en las flores amarillas del jardín.

La personita frente a él lo observó con sus grandes ojos verdes e, instantáneamente, su rostro se inclinó apenas un poco. Pero no hubo contestación. ¿Acaso era eso un rechazo? ¿Joey acababa de sufrir su primer rechazo a los seis años de edad? ¡No podía soportar eso!

El contacto visual se extendió por dos segundos más y cuando trató de decir algo que bajara la incomodidad, los ojos verdes se desviaron hacia una mariposa que revoloteaba entre las flores.

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⏰ Última actualización: Apr 29, 2020 ⏰

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Mariposas de papel || BenHardy/JoeMazzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora