seis

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Georgia y Juan Foyth
27-05 | Grindelwald, Suiza

—¿Qué dice la dama de honor más fea? —dice Kai dándome un abrazo luego de que la ceremonia terminara—. Estás congelada, Malia.

—¿Tú no tienes frío? —le pregunto y este niega repetidamente—. Dios, yo sí.

—No te la vayas a quitar, Skinner —Havertz se quita su chaqueta y la pone sobre mis hombros, todo sobre la atenta mirada de nuestros amigos en la mesa.

—Miren a la parejita —murmura Pavard y le saco el dedo del medio—. Amanda, decile que no me insulte así.

—Gracias, lindo —susurro en el oído de Kai, causando su risa.

La gente empieza a aplaudir y Georgia entra de la mano con Juan, ambos muy sonrientes. Todos posamos nuestra atención en ellos y nos preparamos para las miles de canciones de Troye Sivan que van a bailar. La pareja comienza con Seventeen de Troye y las chicas y yo cantamos a todo pulmón, porque creo que todas adorábamos esa canción. Lamela se acerca a ellos y da el discurso de padrino para luego darle comienzo a la fiesta como tal.

—¿Te acordás cuando decías que te ibas a casar primero que yo? A dormir, bonita —dice Juan cuando me lo encuentro en mi camino a la barra.

—Muy gracioso, Foyth, déjame reírme —suelto golpeándolo en el estómago—. Igual, felicidades, no sé como te soporta Georgia.

—Y yo no sé como él soporta a Georgia —Kai aparece y saluda al argentino—. Felicidades, les deseo muchas peleas.

—Déjame decirte que el regalo de nosotros es superior al de todos los demás..

—¿Ahora compran los regalos juntos? —pregunta curioso.

—Somos uña y mugre, amigo, ¿qué te sorprende?

—O capaz tienen algo más y no quieren decirnos la verdad —Georgia salta de la nada y se lleva a su marido de la mano—. ¡Malia, no vayás a tomar mucho!

Ruedo los ojos ante la petición de mi amiga y voy directo a la barra, sin percatarme de que Kai me estaba siguiendo. Me volteo extrañada y este me regala una sonrisa.

—¿Qué quieres? —pregunto—. ¡Señor! Sí, hola, ¿puede darme un mojito?

—Que sean dos —dice el alemán como por acto de reflejo. Hago una mueca y levanto mi mano derecha, como si estuviera preguntándole que estaba haciendo—. ¿Qué, no puedo tomar?

—No, claro que puedes, pero te recuerdo que no es agua ni agua con gas, así que vas a romper tu amada dieta veraniega.

—Bueno, he decidido que en esta boda y en las que quedan, tomaré lo mismo que tú. Ojalá así pueda lograr convencerte de que esto está mal.

—No necesito la charla, Havertz —murmuro entre dientes. El chico nos pasa las bebidas y le agradecemos con una sonrisa—. Ahora, si me disculpas, quiero escuchar las cumbias en paz.

—No está bien y lo sabes, el alcohol no va a borrar tu dolor —susurra—. Además, no tienes que fingir y mucho menos conmigo.

—¿Por qué tenemos que hablar de esto ahora? ¿No podías darme la charla antes de venir o cuando estábamos en Leverkusen? No podías, ¿verdad?

Kai no me responde y me tomo el trago de una, pidiendo otro enseguida. Camila intenta sacarme a bailar, pero sinceramente mi noche estaba arruinada y era culpa del futbolista. Bueno, de este alemán y de otro futbolista.

Me levanto de la barra y me dirijo al baño, esperando que nadie esté dentro y pueda llorar en paz. La lujosa mansión que acogía el evento me daba un poco de miedo, pero consigo llevar a mi destino sin haberme desmayado o asustado más de lo normal.

—Dios, ¿por qué? —balbuceo caminando de un lado al otro—. Estoy bien, estoy bien, estoy bien.

—¿Lia?

Creo que tenía que haber revisado el baño antes de largarme a hablar. Amanda sale de uno de los cubículos y me mira como si estuviera viendo a un bebé recién nacido.

—¿Que pasó? —pregunta abrazándome—. ¿Kai te hizo algo?

—Hizo que me diera cuenta de lo asquerosa que es mi existencia, pero nada más.

—¿Mencionó a Saúl? —cuestiona con un hilo de voz.

Es ahí donde recuerdo que el mencionar su nombre estaba prohibido para mis amigos y familiares. Es ahí donde me doy cuenta de que esto no solo me dolió a mí, sino que a ellos también. Y yo me había olvidado por completo de eso.

—No lo digas como si fuera Voldemort —bromeo con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Está mal que aún me duela? Digo, pasó un año y él está muy bien, o eso parece.

—Cariño, todos sanamos de manera distinta y no está mal que aún te duela. Tú lo amaste —dice la argentina acariciando mi mejilla.

—Lo amé, exacto, en el pasado, pero ya no más. ¿Por qué me sigue doliendo.

—Te voy a contar algo que nadie sabe, ¿sí? Antes de que Ben y yo estuviéramos juntos, un chico me rompió el alma, o eso sentí yo. Mis heridas sanaron gracias a que no me apresuré y pasé tanto tiempo con personas que me amaban, que me di cuenta que la vida no se acaba si no estaba con ese chico. Además, descubrí que lo que buscaba estaba justo al frente de mí, en mi mejor amigo Benjamin.

—¿Qué me quieres decir? —pregunto confundida.

—Pronto lo descubrirás. Ahora, te vas a recomponer mientras yo pido que pongan reggaetón viejo para que bailes, ¿sí?

Amanda no se va sin darme un beso en la frente y hago lo que me pidió. Acomodo ligeramente mi maquillaje y me dijo a mi misma que todo va a estar bien, cambiando el "estoy bien" de una vez por todas.

Salgo del baño y salto del susto al ver a Kai en frente de mí. Me llevo la mano al pecho y el peli negro aguanta las ganas de reírse de mi reacción.

—Lo siento, no quería asustarte ni tampoco... ni tampoco quería hacerte sentir mal, ¿sabes? Soy un idiota, no sé como me soportas.

Una Vaina Loca empieza a sonar en el fondo y es obvio que Amanda logró su meta. —¿Escuchas eso? Es mi canción y la vamos a bailar juntos, ¿entendido?

plus one | kai havertzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora