Uno

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"Deberías morir", "Deberías morir", "Deberías morir", se repite una y otra vez en su mente sin dejarle espacio alguno para comprender de quién es esa voz, del porqué suena tan convencido de que su existencia perturba, de que ese cuchillo tiene asp...

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"Deberías morir", "Deberías morir", "Deberías morir", se repite una y otra vez en su mente sin dejarle espacio alguno para comprender de quién es esa voz, del porqué suena tan convencido de que su existencia perturba, de que ese cuchillo tiene aspecto de ser su salvación.

"¿Cómo te atreves a vivir sabiéndolo?", el solo pensamiento la hace retorcerse entre dolor y lágrimas, su mirada horrorizada busca ese pequeño frasco, el cual toma entre sus manos temblorosas y abre, tragando dos, tres, cuatro pastillas para distraer su mano traicionera que se aferra a ese puñal, ese que siempre la elije a ella.

—Por favor —suplica desesperadamente—, no quiero volver allí.

La sola idea de volver a poner en peligro su reputación y su trabajo profesional, su sueño, es una pesadilla. Toda la habitación lila se mueve de un lado a otro, meciéndola hasta tal punto que lo único seguro es caer el suelo, pero el cuchillo es un poco cínico porque acaba cortándola, haciéndola chillar.

"Deberías morir".

—Por favor —suplica con sus ojos empañados.

Detrás de la cortina de lagrimas una silueta aparece y en vez de alegrarse, recibe otro golpe de la realidad, posiblemente se lo diga a alguien y ellos eventualmente se enterarán. No lo puede permitir, pero esta desesperada.

"Deberías morir"

La silueta se arrodilla a su lado y su mano, que ese instante se siente como un ancla, sostiene su muñeca.

—¿Quién eres? —Su voz sale rasposa, intenta repetir la pregunta, pero esa voz en su mente la hace volver a encogerse en el suelo.

"¿Cómo te atreves a vivir sabiéndolo?".

Se odia a sí misma, por volverse tan débil, por ser una cobarde, por jugar con fuego y haber dado ese encendedor como si solo produjera una chispa, la pregunta que la atormenta a gritos no posee respuesta.

—No lo sé —contesta sollozando, cerrando fuertemente los ojos. Su mano traidora hace esfuerzo con el pequeño puñal en su muñeca.

— ¡Hey, hey! —una voz suave se agacha a su altura—. Mírame.

Sus ojos empañados no logran reconocer el rostro, sin embargo, su voz logra recorrer su tormenta como un tranquilizante, casi no siente como le quita el instrumento filoso con tanta cautela, ni como amarra un pañuelo que pronto se vuelve rojizo en su mano inocente. No lo sabe, porque pronto todo se vuelve negro.

Nota

Si no has leido Realidades Difusas, regresa allá, sino habra spoilers.

Posiblemente a veces sean capitulos cortos y en otras largo. 

Oscura RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora