II. La Monja de las Sombras

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Mi nombre es Agatha Neverbloom, última portadora de este apellido después de aquella noche, solíamos vivir en las afueras de Stavanger, Noruega.
No éramos una familia pobre ni adinerada, al final, a mí se me negaron todos esos hábitos y lujos desde que puedo recordar.
Desde esa noche he estado recorriendo las calles de Stavanger ocultandome. Desde siempre fui aislada de contacto con otras personas, desarrollando un rechazo a estás. El hambre, el sueño y el dolor en mis descalzos pies siempre ha estado ahí, así que no es algo que me preocupe, aún sabiendo que si no podía comer nada en días solo podía esperar una muerte tan solitaria y patética como mi simple existencia.
Hasta que una noche senti el canto de una criatura, un búho de plumas negras y pecho azul me observaba en la oscuridad, nunca había visto criatura más hermosa y misteriosa en toda mi vida, el tan solo está frente su presencia me causaba tranquilidad e inquietud al mismo tiempo; el ave movió su cuello y voló hasta el bosque, estaba tan hipnotizada por el nocturno animal que no me di cuenta cuando mis pies comenzaron a seguirlo hasta ese oscuro bosque.
Las luciérnagas iluminaban el sendero llevándome cautivada aún por el hijo de la noche, hasta que las sombras lo tragaron y me vi perdida en la infinita noche, encontrándome tan solo un círculo de árboles iluminados por la menguada luna.

Un Pecaminoso Apego al DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora