Luisita se la quería comer a besos. Era un hecho. A decir verdad, eso era una constante en su vida: querer comerse a besos a Amelia Ledesma. Pero, en lugar de eso, estaba encerrada en el pequeño baño de la trastienda mirándose en el espejo, intentando estrangularse a sí misma con el pensamiento. "Luisita Gómez Sanabria, no te lo perdono" se repetía una y otra vez.
Hace apenas cinco minutos estaba ahí fuera, con la mujer más guapa del planeta, confesándole que la deseaba tanto que apenas podía concentrarse. Se lo decía entre lágrimas y con dolor, porque Amelia cree que ella no le corresponde, porque Amelia piensa que Luisita no quiere más que compartir un negocio con ella. Pero Amelia está equivocada y lo seguirá estando hasta que Luisita no le diga su verdad.
Si tan solo se diera cuenta de que Luisita tampoco puede parar de mirarla, que busca excusas tontas para tocarla o estar cerca de ella, si se diera cuenta de cómo se le acelera el pulso y se le corta la respiración cuando la siente en el mismo espacio, si se percatara de que, si cada vez que Luisita quiere recorrer esas curvas, que deberían estar prohibidas, lo hiciera, no trabajarían ni un solo segundo del día. Si se diera cuenta, Luisita no tendría que decírselo, aunque sepa que es cobarde no hacerlo.
Durante esa maravillosa confesión, la cabeza de Luisita imaginó como le contestaba que sentía lo mismo y que la besaba..." uuufff... ¡Qué ganas tenía de besarla...de tocarla!" Pero en lugar de hacerlo realidad, cuando por fin consiguió poner los pies en el suelo, la vio ahí, delante de ella, tan bonita, tan vulnerable y se asustó...otra vez.
Luisita la quiere, nunca ha dejado de quererla, ni cuando se obligó a estar con Sebas dejó de amarla ni un solo segundo. Ese es parte del problema. Lo que siente se le hace gigante, todo dentro de ella está lleno de ese sentimiento y teme darle rienda suelta porque, si Amelia se va otra vez, sabe que nunca se recuperaría. Maldito miedo que nos paraliza. Irracional y estúpido, pero aterrador.
Y ahora no sabe qué hacer "¿sale?... ¿espera a que Amelia se vaya y mañana será otro día?" La segunda opción le parece muy tentadora, aunque inviable. Sabe que Amelia es meticulosa y no va a irse hasta terminar el inventario de libros que la pilló haciendo cuando llegó a la librería y pasar metida tres horas más en el baño no le parecía la mejor forma de pasar la tarde.
Así que, toma aire profundamente, se arenga a si misma a salir "¡Vamos, Luisita! ¡tú puedes! ¡Sal ahí, mírala a los ojos y pídele perdón por decirle que ibas a lavarte las manos después de la maravillosa confesión que te ha hecho!" ¡Oh, dios! "¿De verdad le he dicho eso?" Se vuelve a mirar en el pequeño espejo con cara de profundo odio "ya ajustaremos cuentas tú y yo, bocazas" Pone la mano en el pomo de la puerta, lo gira y ¡allá va!
Cuando vuelve a la estancia principal la ve, como había previsto, sigue con el inventario. Amelia está muy concentrada y aún se le notan la marca de las lágrimas en la cara. Lo único que le gustaría hacer es ir a abrazarla, pero se queda petrificada en el marco de la puerta, mirándola, con ese vestido rojo que debería estar en el suelo de la librería en montoncito con toda la demás ropa que ahora mismo llevan puesta las dos.
- Ejem - Luisita carraspeó para no asustar a Amelia.
- ¡Ah! Hola de nuevo - dijo la morena muy seria.
- Hola - lo dijo tan bajito que no estaba segura de si Amelia la hubiese oído - ¿te ayudo?
- No, no, Luisita, tranquila, ya termino yo - dijo la morena sin sonreír - vete a casa si quieres.
- Te espero y vamos juntas a mi casa - Amelia la miró con cara de no saber de qué estaba hablando - sí, mujer, ¿no recuerdas que hemos quedado con mi madre y Benigna para ver "El puente viejo"? - dijo con una sonrisa suave.
- ¡Ah! Si, es verdad, pero...creo que es mejor que no vaya, Luisita, no estoy de humor - y volvió a mirar los papeles que tenía en las manos.
- Ya...respecto a eso, Amelia...yo...
- ¡No! - la interrumpió. Luisita la miró sorprendida - no me des explicaciones, me lo has dejado muy claro. De hecho, siempre me lo dejas muy claro, la culpa no es tuya, soy yo que no quiero asumirlo. Es obvio que no sientes lo mismo que yo y, aunque me duela, lo respeto. Mañana volveré aquí y haremos como si yo no te hubiese dicho nada, ¿vale? - no parecía enfadada - Te prometo que intentaré llevarlo lo mejor posible y que no haré ni diré nada que te haga sentir incómoda - y le regaló una sonrisa triste antes de volver a su trabajo.
Luisita no sabía que responder. Amelia se le escapaba entre los dedos y no era capaz de moverse para impedirlo. Hoy había estado tan cerca de besarla... ¡cuánto deseaba besarla! Pensó en todas las veces que había estado al borde de probarla de nuevo desde que volvió de París: cuando Amelia le contó la idea de esta librería, cuando ella le llevó las llaves del local, ayer, cuando creían que iban a terminar en la cárcel...no quería que las separasen, pero si lo hacían, al menos que se llevase haberla besado al menos una vez más. Pero nunca había sucedido.
- A mí me pasa lo mismo - dijo muy rápido y con los ojos cerrados.
- ¿Cómo dices? - Amelia levantó los ojos de su tarea y la miró extrañada.
- Que me pasa lo mismo que a ti, Amelia - le repitió.
En ese momento lo supo, sabía lo que tenías que decir, porque ya lo había imaginado. Si, así sería. Se acercó a ella, muy despacio y con una pequeña sonrisa. Amelia parecía nerviosa "¡Dios! Estaba preciosa".
- ¿De qué hablas, Luisita?
- De ti, Amelia - sonrió.
De repente sintió como si un gran peso saliera de sus hombros. Se lo iba a decir y se lo iba a demostrar. Se acabó. Como le dijo a su madre cuando le confesó que estaba enamorada de aquella mujer que ahora tenía a pocos centímetros "hay que ser valientes" y ser valiente no era no tener miedo, ser valiente era seguir adelante aún con él presente.
Amelia estaba temblando, no hablaba. Solo miraba a Luisita como solo ella la podía mirar. Luisita le quitó la carpeta que llevaba en las manos y, con toda la calma del mundo, la puso encima de la mesa. Conectó sus ojos con los de la morena y le retiró el pelo de la cara con una caricia, como si estuviese tocando el mayor de los tesoros...y así era.
- Cuando me acerco a ti, se me para la respiración y de repente siento como un escalofrío muy fuerte que me sube de los pies a la cabeza - suspiró - te miro, te miro todo el rato, Amelia, y no puedo creer que haya habido un tiempo en el que yo podía tocarte y besarte siempre que lo deseara - ronroneaba - te rozo y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no meter mi cara en tu cuello y darte un beso o un millón, aquí - acarició con su dedo índice en el hueco que Amelia tenía justo debajo de su oreja izquierda. Ese era una de las partes del cuerpo de la morena favorita de Luisita, una de tantas. Amelia cerró los ojos ante el roce - que cada noche vuelvo a casa y, antes de dormir, lo último que imagino es a ti y a mi, besándonos, devorándonos encima de esta mesa - miró el mueble un segundo con una sonrisa pícara - que si me sonríes se me acelera el pulso... - Luisita a estas alturas ya estaba acariciando la curva de la cadera, cerca, muy cerca de Amelia, que respiraba pesadamente - Amelia, ya no puedo más...- le susurró con su frente pegada a la de la morena y los ojos cerrados.
Amelia hizo un sonido gutural, un gemido, que retumbó en los oídos y el cerebro de Luisita y esa fue la gota que colmó el vaso del deseo de la rubia.
- Amelia - susurró.
Fue lo último que pudo decir Luisita antes de lanzarse a sus labios como si fueran agua en el desierto. El beso era rabioso. Se probaban, se mordían, se saboreaban como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente y besarse fuera el último deseo de las dos. Las manos de Luisita no podían esperar y subieron a los pechos de Amelia para abrir aquel maldito vestido rojo que tantas ganas tenía de arrancarle. Lo abrió de un tirón y se separó para mirarla mejor.
- ¡Dios, Amelia! - decía sin quitar la vista de su pecho - ¡cómo te he echado de menos, mi amor!
La librería se llenó de sus sonidos y aquella mesa, con la que soñaba Luisita aguantó, como pudo, lo que hace tiempo se notaba inevitable.
Iban a llegar tarde a su cita con Manolita y Benigna... ¡que esperen!
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De ti, Amelia.
FanfictionAmelia acaba de confesarle a Luisita que no puede concentrarse con ella cerca, pero la rubia huye. One shot #Luimelia