VII. Cuervo.

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Unos pequeños puntos blancos reluciendo como estrellas en el cielo cubierto de madejas de niebla atrajeron la atención de Sett con su movimiento. Eran muchos. Los aliplatas no describían alguna forma, estas se mantenían en parvada, avanzando con lentitud y espaciosidad, luego, súbitamente, descendían y enseguida volvían a ascender, moviendo las alas y llevando consigo el brillo emanado dejando un rastro azul celeste. El hombre-bestia observó los aliplata durante unos minutos, le recordó aquella vez en la que él y su madre observaron la lluvia de estrellas...Antes de que sucediera lo otro. Calculó la distancia y el tiempo aproximado que tardaría en llegar a por la chica, añadiendo algo por la ligera dificultad del terreno, la espesura del bosque, la oscuridad de la noche y la disposición de los barrancos que se esperaba en el camino, pero, su instinto vastaya heredado de su madre le servía para andarse en el bosque sin problema alguno, al igual que seguir el aroma de la doncella: manzanilla.

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Dentro del bosque no había solución de continuidad, ni transición evidente. Árboles jóvenes y arbustos de enebro entremezclaban sus hojas con la hiedra y la vid silvestre, pegadas a las paredes de piedra. Eluviette alzó la cabeza. En ese mismo momento sintió cómo se le aferraba y se le arrastraba por el cuello, erizándole e irritándole los cabellos, una oscura criatura invisible. Sabía lo que era. Alguien le estaba mirando.

Se volvió con lentitud, con fluidez y aumentó el paso.

El cuervo, girando levemente la cabeza, siguió sus movimientos. Tenía el rostro muy pálido y unos enormes ojos ámbar. La sonrisa (si era una sonrisa) desapareció de su cara como si se la hubieran borrado. Eluviette dio un paso más y comenzó a correr. Lo único que alcanzaba ver en el suelo, aparte de su sombra, era la del cuervo que saltaba entre los árboles. Eluviette dejó de correr y se detuvo en donde la luz de la luna podía acariciar su ser.

—¿Y tú por qué me estás siguiendo?— preguntó la morena en un tono alto molesto. Tras ver como unas plumas magneta se encontraban cerca de su cara hizo que dejara aquella pregunta.

—Debes de ser Eluviette del clan Mizoto— un majestuoso cuervo de la oscuridad de la noche era quien sostenía las plumas —Estoy aquí de parte de mi padre, soy Xayah. Vas a cooperar con mi investigación.

No hizo la menor reverencia, en cambio, sus plumas amenazadoras eran parte de su cortante presentación. Xayah es una vastaya rebelde, con un traje oscuro que cubría todo su cuerpo a excepción de los hombros y a los costados de su estómago mostrando parte de su bella cintura. Toda su esencia y voluntad son impresionantes, como aterradora a su vez. Unos ojos ámbar feroces de cuervo. Cabellos escarlata oscuros que formaban una trenza que caía por su hombro izquierdo. Una gran capa de plumas oscuras letales que le servían para pasar desapercibida entre las personas. Varias plumas violeta eran más claras que las otras, estas se encontraban en el codo y antebrazo de la vastaya.

—¿Una vastaya? ¿Cómo es que sabes sobre mí?

—Mi grupo te mantiene vigilada tras realizar la sucesión de vida a otro cuerpo con tan solo marcar ciertas figuras en su piel, se cree que el clan sombra también tiene tatuajes que les sirve para obtener la magia del bosque y asi acabar con la misma. Fuiste detectada por un centinela vastaya.

Eluviette no dijo nada, en cambio su rostro algo molesto y a la vez preocupado le daba la respuesta a Xayah.

—¿Se suponia que era un secreto?— siguió hablando la vastaya —Que descuidada. Bajaste la guardia.

Xayah notó como una gran sombra la cubría por completo. La vastaya escarlata volvió la cabeza violentamente. Su oído, sensible en este momento más allá de cualquier medida, percibió en el silencio con gran facilidad al hombre-bestia detrás de ella.

Sangre Vastaya (CANCELADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora