Capítulo 2

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ALMUERZO CON GINNY

Ginny dejó de trabajar a las 12 horas,  y rápidamente salió de su oficina para ir a su cita. Realmente no sabía que intenciones tenía Harry al invitarla a almorzar, así, sin razón aparente, pero a ella le pareció estupendo pensar que él, aunque muy en su interior y aun despotricando cosas contra el mundo mágico, lo extrañaba. Sino ¿por qué molestarse en guardar su número de teléfono y llamarla? "pobre Harry", pensó mientras  caminaba por el parque, a punto de llegar  a las puertas del zoo, donde se encontraba la cafetería. "Seguramente debe sentirse tan solo..."  Independientemente de lo que podría deducir acerca de la invitación, la ansiedad la superaba, tanto que llegó antes del horario convenido. Tratando de serenarse y no verse como una estúpida ansiosa,  se sentó en una banca, a esperarlo. Los ocasionales transeúntes la miraban raro. Casi todos tenían ropas cómodas, trajes de ejercicio o jeans,  y ella tan ridículamente vestida.  nuca era de arreglarse para comer en el parque, Merlín sabía que apenas llegaba, se abandonaba tirada en el césped,  a comer lo que encontrara por allí, y disfrutar un rato del débil sol de Londres. Pero no, hoy había decidido ponerse falda. Aunque no era tan corta, dejaba ver algo sus piernas delgadas. El tiempo no era el ideal, pero al menos no llovía, sacó un par de pergaminos que tenía que revisar, y esperó. A las doce y treinta y cinco minutos, apareció Harry. Ella, distraída con la lectura, no se dio cuenta de que él estaba de pie frente a la banca. Levantó la vista y sonrió. Si ella estaba incómoda con la falda, Harry estaba completamente desubicado para una tarde en el parque,  vestido de traje y corbata. Aún así, le sentaba bien el color azul marino, y la camisa era de un celeste fuerte. Su marca personal, el cabello negro azabache algo despeinado y sus ojos que la miraban, con una expresión vacía, sin brillo detrás de sus anteojos redondos. Ni siquiera sonrió. Ginny pensó que él lo tenía prohibido.

- ¡Hola Harry! – dijo ella. Él se sentó en la banca, y estiró la mano. Ginny abrió los ojos a punto de reír por  su actitud tan formal de tratarla,  pero para no molestarlo estiró la mano y lo saludó.

- Hola Ginny, lamento el retraso – Ginny se dio cuenta de la hora – una reunión se alaró y no tuve tiempo de llamarte para avisarte. 

- No hay problemas – se levantó - Si te parece bien, vamos a pedir algo y comeremos por ahí... Harry se detuvo al hacer apenas un paso, y la miró perturbado. Quizás no había escuchado bien. 

- Espera... dijiste...- dijo – no pensarás comer por ahí... ¡tirados en el pasto! – y arqueó una ceja. Ginny rió con ganas.

- ¿Qué? ¿Es demasiado vulgar para ti? – lo miró – siempre como por ahí, sentada en el césped y observando a la gente. pienso que sentarse en una mesa, en un restaurante, es de lo más aburrido. Prefiero el sol, la brisa, los niños riendo... y una buena comida que amenice el momento. 

- ¿Es porque estás sola? – la miró a los ojos. - quiero decir, a veces es algo incómodo para algunas personas sentarse en una mesa y comer solos...

- Sí,  me molesta... al menos estando aquí, miro a la gente, y me imagino historias.  - dijo seria – Supongo que tú siempre estarás acompañado...

- No siempre, pero disfruto de una buena comida – miró hacia la cafetería poco convencido –  aunque dudo que tengan algo realmente sano en ese lugar.

- Bueno no lo sabremos, si no lo probamos – Se encaminó hacia el negocio. Era pequeño pero bastante agradable. – Buenos días ¿puede decirnos la especialidad de la casa?

- Bueno, mi marido es experto en comida china – Harry hizo una mueca de fastidio.

- No, no me parece buena idea ¿no tiene algo más sustancioso? – preguntó Ginny.

Porque me amasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora