Extraño es que en pleno otoño el cielo se recubra de naranja. Deslumbrante, cálido cielo abrazando el campo de Zeus con su empastelado color. Pero algo anda mal; el silencio sepulcral reina junto al pasar del viento que se lleva brasas ardiendo. Como mariposas, aquellas brasas revolotean en la inmensidad del campo, llegan a los pies de un joven para morir sin dar mayor explicación de su tan breve existencia. De pronto aquél mágico cielo naranja se tiñe de un rojo violento y furioso, el mismo color que aquél joven tiene en sus ojos.
No es magia, ni parte de un bello atardecer; Aquél color rojo en el cielo es encendido por las llamas que lentamente devoran todo a su paso. Sin piedad, se llevan años de historia, recuerdos, consumidos en el ardor, perdidos en el ahora nada, para siempre.
De entre las llamas emergen misteriosas siluetas, soldados marchando a paso firme, jinetes del apocalipsis sembrando destrucción a su paso, y en medio de ellos, una persona se revela dejando atrás a aquellos hombres marchantes. Afuro trata de ver, pero el brillo de las llamas es demasiado potente como para enceguecerlo, sin embargo el viento jugaría a su favor, y aquella silueta que caminaba hacia él era finalmente descubierta de su manto ardiente.
—Bien... Eso ha sido desastroso. —
Habló aquél ser que en su mirada serpentina mantenía cautiva la figura de Afuro. Como los de un demonio, esos ojos pardos que alguna vez fueron los de una persona normal, ahora le causaban un terror inexplicable. El ser que mantenía al frente no era nadie más ni nadie menos quien alguna vez se llamó Kazemaru. Lo fué alguna vez, porque ahora veía a una persona totalmente diferente, un extraño había asesinado a Kazemaru y se puso su piel encima, pretendiendo burdamente ser él. Una idea enfermiza e irreal, pero era su única manera de explicar éste cambio tan drástico.
Una peculiar sonrisa llena de orgullo se enmarcaba en el rostro de aquél responsable de todo éste caos. Su mirada se paseó una última vez por el ardiente campo; cuerpos abatidos yacían en el suelo. Una postal digna de una gran tragedia griega, pero aquella apocalíptica escena parecía deleitarlo. No había nada más satisfactorio que saborear la victoria... Hacer añicos a aquellos que se autoproclamaban dioses, restregarles en sus sucias caras lo mundanos y frágiles que son.
—No será necesario que traigan retroexcavadoras... Tus amigos ya se comieron todo el polvo ellos solitos... Se acabó, Aphrodi...
Siento que tenga que ser de ésta manera, pero pertenecer a ese grupo de gentuza no te hacía ningún bien. —Palabaras venenosas, clavando sus espinas en el corazón del Dios a quien osaba desafiar, le hacían sentir algo que jamás pensó volvería a sentir, el más puro y crudo de todos los sentimientos; odio.
Su ceño se frunció, y sus ojos de sangre brillaron en ira.
—Ya ganaste... Has humillado a los míos y profanado nuestro territorio ¿Qué más quieres de mi?— Respondió Afuro mordiendo esos demonios que golpeaban por salir. Sus puños se cerraban con fuerza, a lo que la sonrisa petulante de Kazemaru se magnificó.
—Quiero verlo... Quiero ver ese odio floreciendo en tu corazón... Mancillando cada centímetro de tu alma, así como la mía fué envenenada... Tú y yo somos lo mismo ¿No te has dado cuenta? —
—Me doy cuenta... Me doy cuenta de que has cambiado, para peor. —
—Tú también has cambiado... — Dijo el capitán de los Emperadores. —Caído del podio de los Dioses. Ahora todo lo que veo es un ángel con sus alas rotas postrado a mis pies... —
Sus manos enguantadas en impecable blanco con el uniforme de los Emperadores Oscuros, se posaron en un posesivo agarre sobre los hombros del joven ante sus ojos. El cuerpo de Afuro se tensó, más no retrocedió. Cuestionar las decisiones de éste Kazemaru era un terrible error. Pero peor era subestimar el espiral de locura en el que estaba sumido.
—¿No lo notas, Afuro? Se acabó... Es el fin del mundo como lo conoces. La academia Alius será quien dicte y ordene todo desde ahora en adelante. Nosotros somos la única esperanza.
Tú y yo podemos... Podemos trabajar juntos... Cambiar las reglas del juego. Te protegeré de todas las calamidades que vendrán.
No estarás solo nunca más...—
Su frío aliento chocaba con la nariz de aquél ángel de alas rotas. Intensas miradas cruzándose de dos polos opuestos; la luna y el sol, el infierno y el cielo.
A Afuro le sobra confianza en sí mismo. Es fuerte, está seguro que de alguna manera puede ganarle a éste infierno. Pero Kazemaru no cree en ello... Él sabe que algunas personas son más duras de romper solamente. Pero al fin y al cabo, todas son destructibles.
—No tires mi propuesta a la basura... No, no... Es más, ni siquiera se te ocurra escapar de mi, ni tampoco pretendas ser mi enemigo... Porque juro que haré que te arrepientas de haberme conocido... Tus amigos, esos que tanto amas, derramarán su sangre por ti... Aphrodi... —
Una amenaza lapidadora, eso es todo lo que necesitaba Afuro para helarse por completo.
Palabras de alguien perdidamente obsesionado en el deseo de ver ceder a ese que alguna vez le humilló en el campo.
El mentón de Aphrodi tembló al ver una última vez ese campo inerte con sus compañeros agonizando. Algunos clamando por ayuda en un llanto desesperado y lleno de dolor. Las manos enguantadas reclamaron el rostro del ángel, volviendo su atención para sí, y sólo para sí.
—No los mires... No quiero que tu corazón se rompa aún más...—
Si alguien debe romper tu corazón, ese seré yo.
Quería golpearlo, abofetear su diabólico rostro de niño e infligir el mismo dolor que sus amigos estaban soportando. Pero de eso nada; Se había mordido tan fuerte los labios que una gota de sangre se deslizó por ellos, enamorando a Kazemaru aún más con esa intensidad. El deseo enfermizo y anhelo se reflejaban en esa manera en que lo miraba, revolviéndole el estómago de tan sólo pensar en la idea de...
Como una cruel jugarreta del destino, Afuro era el único hombre de su equipo en pie, y el único que tenía en sus manos la vida de aquellos que se sacrificaron por defender a su capitán recién recuperado de aquél encuentro con Caos.
Contra toda su fuerza de voluntad y creencia, Aphrodi agachó la cabeza.
—Está... Está bien... iré contigo. —
Su voz carente alma llegó a los oídos de ese Kazemaru que lo miraba impaciente. Por supuesto que le agradaba tal respuesta, era justamente lo que necesitaba escuchar. Como si fueran palabras mágicas, las facciones de Kazemaru se suavizaron y por un ínfimo momento, parecía ser aquél muchacho inocente de antaño.
Sus labios regalaron un pequeño beso en la frente de su rival, quien apelaba a todo lo divino por no levantar su mano y empujarlo.
—Sabía que tomarías la mejor decisión. Estoy orgulloso de ti.
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El Globalista | Yandere!Kazemaru x Afuro Terumi | Inazuma Eleven
Fanfiction"Nunca le entregues tu corazón a alguien que come corazones, alguien que piensa que la carne de corazón es deliciosa y no rara, y que, con el mentón ensangrentado, te sonríe." En un escenario post-apocalíptico Afuro recibe una propuesta que no puede...