R

26 4 6
                                    

Jamás le importó la marca que le quemaba la piel, la misma que definía su destino en el universo, siempre la ignoraba e inclusive, aveces le era indiferente y simplemente se le olvidaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jamás le importó la marca que le quemaba la piel, la misma que definía su destino en el universo, siempre la ignoraba e inclusive, aveces le era indiferente y simplemente se le olvidaba.

Desde pequeña supo que lo de tener una persona destinada no era lo suyo. Cada vez que le nombraban el tema, lo evadia magistralmente, el simple hecho de tener un alma gemela de molestaba. Le enfurecia sentirse perteneciente a alguien ajeno a ella. Era libre de hacer lo que le diera la regalada gana con su vida. Es más, estaba decida a que, si encontraba su destinado, lo iba a mandar a la mierda, sin importar qué. Sus pensamiento era firmes y no dudó nunca de ello.

Pero, apesar de sus inútiles intentos de convertirse en una completa ignorante respecto a los destinados, el tema simplemente la seguia por doquier, a cualquier esquina que se dedicara a prestar el mínimo de atención, veía carteles, señales, conversaciones, cualquier cosa relacionado a las marcas de unión; y para su mala suerte, las almas gemelas eran, son y serán el tópico número uno en cualquier parte del mundo, el globo terráqueo lo ha tenido como charla de prioridad por mucho tiempo.

El mundo se rige a partir de marcas en la piel, tatuajes de nacimiento.

Desde que eres un ser consciente, tienes aquella marca que te acompaña constantemente; al tener esa señal, la mayoría de personas se convierten en unos desesperados que por misión de vida tienen encontrar su otra mitad, aquella que te haría sentir completo, esa persona que te hará feliz, que será tu pieza faltante, esa persona que estará a tu lado sin importar las penurias ni las desgracias.

Pero para la castaña, no era relevante en lo más mínimo.

La rosa dibujada con esmero en el costado derecho de su costilla, con los pétalos rojos florecientes abriéndose en su quinta costilla , y el tallo sin espinas enredandose en su séptima, octava y novena costilla; jamás significó algo, además de ser una atadura.

Conocía a fuego su significado, lo sabía, estaba grabado en su mente como hierro hirviendo en la piel.

La mayoría de sus familiares, amigos y compañeros ya habían encontrado a su alma gemela, eran el ejemplo de parejas perfectas, y el brillo que aquellas personas con pareja de por vida desprendian de su ser era casi mágico. Encontrar a su otra mitad definitivamente era algo inhumano.

Saber que estas destinado a alguien, le brinda mucha tranquilidad al ser humano; para ella no, tenía una mezcla de miedo y terror, de que su alma gemela la rechazara, tal como hicieron sus relaciones pasadas.

Todo el amor que había brindado en su vida, fue un rotundo fracaso, tanto así que le huía al amor y a las relaciones por traumas de pareja. Fue maltratada y humillada en incontables ocasiones, y eso la marcó de por vida.

Más de una vez, se vió tentada a rozar su enlace, a conectarse con su destinado, poder sentirse, anhlarse, y si no era mucho pedir, tener esa conexión telepática que algunos personas con lazos fuertes compartían con su otra mitad; pero sinceramente jamás se atrevería. Si por desiciones propia fuera, ojalá que su compañero de vida la tomara por muerta. Ninguno de los dos se había dedicado una caricia, jamás. Parecía que los extremos de ese lazo que los unía, no constaban de un remitente cuerdo que, hubiera tocado el tatuaje desde la primera vez que lo vio. La comunicación por toques era totalmente nula, nunca se habían sentido mutuamente. Y en lo más profundo de su ser apreciaba eso.

Y honestamente lo valoraba de sobremanera por no molestarla con el terrible sufrimiento que venía padeciendo de hacia unos meses y que la atormentada hasta el presente momento.

Cargaba con un amor unilateral hacia su mentor, Stephen Strange, un amor que le venía desgarrando el alma desde hace ya un considerable tiempo.

Los números no eran cercanos a ella, y solían acarrearle algunos problemas menores, pero conocía perfectamente que estaba a unos pocos meses de cumplir una año detrás del imponente hombre.

Ya llevaba reflexionando de sus sentimientos lo suficiente para tomar una desicione, había planteado miles de ideas de como profesarle su amor; prueba y error, dibujó cuantos escenarios le fueran posibles y pintó cualquier percance y para no saltar nada, se dedico a hacer cálculos matemáticos para graficar sus posibilidades de rechazo o de aceptación, iba a entregarle ese amor que con tanto esfuerzo había forjado, dejando atrás todas esas inseguridades y miedos que se presentaban cuando intentaba abrir su lastimado corazón.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Reverdecer | Stephen Vincent StrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora