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Rondaban las 4:30 de la tarde

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Rondaban las 4:30 de la tarde.

El sol de colores naranjas se colaba por el gran ventanal de la habitación, haciendo que el lugar se viera iluminado por completo.

Le pidió a su capa, con un gesto de sus temblorosa manos, que se retirara de sus hombros, ya que, el calor del ambiente comenzaba a afectarle.

Se sentó en el único mueble que decoraba el lugar, uno muy viejo y desgastado, pero su aspecto antiguo no lo hacía menos cómodo.

Cruzó sus cicatrizadas manos sobre sus piernas y entrelazó sus largos dedos.

Exalaba tranquilamente, disfrutando de la calma, el silencio y el cálido entorno.

Una voz lo hizo sobresaltarse. Era algo que logró identificar como una risa, una carcajada que le hizo el corazón latir con fuerza.

"Entonces me dijo que era estúpida, y, ¿adivina qué hice?"

Esas palabras resonaron en su mente. Rotó su cabeza contadas veces con su mirada, en búsqueda de dónde provenía aquella melodiosa voz.

"Esa historia la sé, Wong me la contó"

Nuevamente, los sonidos emitidos por unos labios desconocidos retumbaban en su mente.

"Ajam, fué la primera vez que lo hizo reír"

Con la curiosidad colandose en su cerebro, se atrevió a hablar, con la leve sospecha de que quién oía era su alma gemela.

-Hola.

Pronunció con miedo de verse ridículo postrado en un sillón con sus manos apoyadas en sus rodillas apretando estas con fuerza, con el seño fruncido y sus manos temblorosas, hablando a la absoluta nada.

No obtuvo respuesta a su primer llamado.

-Em... Hola, ¿me escuchas?

Repitió, esperando a que alguien respondiera.

Escasos segundos transcurrieron, en los cuales el de ojos heterocromáticos se dió una cachetada mental por conversar con el aire de la habitación.

Maldijo por lo bajo, al verse tan esperanzado de descubir esa comunicación telepática con su otra mitad, si eso hubiera sucedido, podrían encontrase más fácil, podría ayudarla con sus problemas y podría recitarle los mil poemas que le había escrito aún sin saber cómo era, maldiciones brotaban desde su garganta, cerró sus ojos con fuerza, cuando una suave y tímida voz resonó en sus tímpanos.

-¿Alguien me habló?, o, ¿estoy loca?

Sus dedos cosquillearon con emoción y su pecho se llenó de calidez. Identificó la voz como la de una fémina, ahora sabía que era una mujer. Pero a pesar de estar emocionado como un desgraciado, tenía un sentimiento de incertidumbre que le negó disfrutar el momento, algo de esa voz se le hacía tan conocido, ese tono, ese fraseo entre las palabras, el acento, todo eso lo había escuchado antes.

-No, fuí yo, tu alma gemela.

Afirmó con una confianza inescrupulosa, una sonrisa coqueta que dejó expuestos sus dientes, se dibujó en sus labios al reconocer la confianza de su hablar.

-¿E-Enserio?, ¿cómo te llamas?

Suspiró con rapidez, era el momento, por fin había llegado, tendría que hacer la máxima revelación de su vida, la más importante, la que cambiaría la manera en la que percibió el mundo en todos estos años, se tragó los nervios con dificultad, y respondió a la pregunta.

-Stephen Vincent Strange.

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Reverdecer | Stephen Vincent StrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora