En las casi vacías calles de Holmes Chapel se encontraba caminando un pequeño rubio de sonrisa peculiar. Su caminar era diferente a cualquier otro día, caminaba orgulloso de ya haber cumplido sus diez años y su madre le aseguraba que ya era un “hombrecito” y que por ello podía ir a comprar unas cuantas cosas por su cuenta. Trataba de apresurar su paso ya que la noche estaba llegando y él aun no estaba siquiera cerca de su casa pero de pronto pudo distinguir su panadería favorita, donde vendían las galletas que él tanto amaba y le fue inevitable no querer ingresar.
“Solo unos minutos” Se dijo a si mismo mientras corría con sus piernitas hacia el recinto. La campanilla se escuchó en todo el lugar y las pocas personas que allí se encontraban se giraron para verlo. Las mejillas del rubio enrojecieron y bajo un poco la mirada mientras se dirigía hacia el mostrador. Su altura no lo dejaba llegar a ver más que la madera, aun le faltaban unos centímetros para llegar pero eso le frustraba. Hizo un lindo puchero mirando hacia el suelo. El ya no quería estar ahí, odiaba el hecho de ser aun pequeño. ¡Se suponía que él tenía sus diez ya cumplidos! Entonces…¿Por qué aun no llegaba al maldito mostrador?
“Buenas tardes, bienvenido a…”Una gruesa voz comenzó a hablar y el rubio levantó su mirada, encontrándose con las esmeraldas que el chico poseía y logrando que dejara de hablar. Vaya niño bonito, pensó Harry mientras lo observaba hacer aquel tierno puchero. Pronto Niall guardó su boca de patito y sus mejillas se tiñeron de un rojo fuerte. Ese chico castaño era realmente hermoso desde el punto de vista de Niall, sus piernecitas comenzaron a temblar de los nervios y miró hacia abajo nuevamente. “¿Qué vas a querer llevar, niño bonito?” La pregunta del castaño tomó por sorpresa al niño de ojos azules, en realidad, lo de “niño bonito” lo tomó por sorpresa. Sus mejillas ardieron aun mas, si es que eso era posible y las inflo, tratando de tomar un poco de valor y pedir aquellas galletas que tanto amaba.
“Q…quiero tres galletas” Susurró mientras levantaba un poco su cabeza para poder ver al alto chico. El castaño sonrió mostrando sus lindos hoyuelos y Niall sintió que su corazoncito se aceleraba de ver algo tan lindo. Sintió ganas de sonreír él también pero se contuvo mordiendo su labio, con nerviosismo.
“Claro” El oji-verde se dio la vuelta y sacó de una bandeja las mejores y más frescas galletas. Buscó una bolsa de papel y los guardó allí. Trato de hacer aquello lo más lento posible, él no quería que el pequeño rubio se fuera. Le encantaba la forma en la que las mejillas se le inflaban y se coloreaban de vez en cuando. La forma con la que miraba hacia abajo sumamente avergonzado. “Serán 6 dólares” Habló el chico alto haciendo saltar un poco al rubio que pensó que el castaño lo había descubierto mirándolo, aunque no fue así. El oji-azul rebuscó en sus bolsillos y sacó algo de dinero. Lo contó y frunció su ceño e hizo un pucherito al contar solo 4 dólares. Bueno…él podía dejar una de esas galletas, no era el fin del mundo. O tal vez sí, pero no se pondría a llorar como niña con sus recién cumplidos diez y mucho menos frente al chico de ojos verdes. Levantó la mirada aun con su lindo pucherito y Harry tuvo que contenerse para no llevárselo consigo y besarlo hasta que sus labios estuvieran rojos, hinchados y cansados.
“S…solo llevaré dos, lo siento” Se disculpó avergonzado y llevó su labio inferior hacia adentro de su boca, mordiéndolo suavemente. El gesto hizo que Harry casi muriera de ternura, nunca había visto una persona más tierna y linda que aquel rubio de ojos celestes.
“Oh…¿Qué sucede? ¿Ya no quieres los tres?” Preguntó sin querer dejar ir al pequeño rubio, de verdad no quería dejarlo ir.
“No…bueno, si..pero…no me alcanza el dinero para los tres” Respondió el rubio y recién ese momento Harry se dio cuenta de su acento al hablar. Debía ser irlandés, él había ido unas cuantas veces allí y había podido conocer muy bien ese acento.