Parte II

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Harry lavó rápidamente los platos, su mirada deslizándose a la banda plateada en su dedo cada pocos segundos. Su corazón golpeaba y bailaba en su pecho cuando lo hacía, cómo brillaba o se frotaba contra la piel no acostumbrada al suave peso metálico. Harry seguía flotando en su propia isla aturdido y estático.

Draco lo había sorprendido con la pregunta. Él nunca había esperado esto. Sabía que Draco había crecido como hetero. Como nunca había salido, Harry imaginó que no era algo con lo que Draco se sintiera lo suficientemente cómodo para querer estar con otro hombre, sin importar cómo se sintieran.

Dios, pero estaba agradecido, otra vez, de haber estado equivocado. Los fuertes pasos de patas amarillas anunciaron que Gou estaba de vuelta en su labor dentro de la casa, protegiéndolos. Se rió ante la idea mientras acariciaba al jovial perro cuando entró en la cocina, olfateando por migajas de amor.

―¿Perro guardián? Más como perro de gran tamaño― murmuró amablemente.

Harry se giró, escuchando cómo la melodía de débiles cuerdas de violonchelo llenó la casa. Un concierto de verano al que habían ido con Blaise y Theo, se habían enamorado del solista. Recuerdos que ya estaban creando. Sus recuerdos. Dios, cómo amaba eso.

Se aseguró de que la cocina estuviera bastante limpia y apagó las velas mientras pasaba por la mesa. El tamaño de su casa era probablemente la mitad de la que Draco tenía, pero tenía piscina. Pero no porque tomara meros centímetros pasar de un cuarto al otro había detenido sus pasos dentro de la puerta del dormitorio. El aire de Harry lo abandonó en un gemido mientras observaba su sorpresa.

― Draco―

―Postre, para mi amor― Draco pasó una mano por su tumbado y extendido cuerpo. Un cuerpo desnudo cubierto de lo que parecía crema batida de chocolate. Pequeños picos y chorros que decaían con una insinuación de travesura donde él había ocultado ciertas partes de su cuerpo con el sabor. Draco conocía su debilidad. El sabor único de él más otro. Lamió sus labios, hambriento de una manera que no tenía nada que ver con la deliciosa comida que acababan de compartir.

Mejor que la navidad. Harry se quitó la camisa, dejándola caer al suelo.

―Dios, Draco. Eres precioso― Calor y atrevimiento brillaron en los pesados ojos grises, retando a Harry. Harry trepó sobre la cama e inclinó su cabeza, arrastrando su lengua para lamer el chorro de crema, un goteo de chocolate. Gimió cuando el sabor del dulce chocolate y Draco envolvieron sus papilas gustativas. Draco tembló, hubo gimoteo en tono bajo-grave, un tipo de música distinta.

Harry tarareó, soplando suavemente sobre el camino húmedo. Draco tembló, no era un estremecimiento, pero mezclado con un escalofrío, era toda una reacción corporal.

―Amo eso― Harry murmuró. Se sostuvo en sus brazos rígidos ―Bésame, sexy― Draco acunó su cara y lo atrajo hacia sí, juntando boca con boca. El calor surgió cuando Draco arremolinó entre sus dientes, probando y saboreando.

―Mmmm― Harry suspiró cuando Draco lo dejó ir.

Draco miró hacia los grandes ojos que lo derritieron.

―Vamos, cariño. ¡Cómeme!― Casi vibró con lo mucho que quería la boca de Harry en él.

Sus pestañas revolotearon, la excitación oscurecía esas profundidades y hacía que la respiración de Harry se acortara. Draco quería voltearlo y destrozar a Harry, pero quería más hacer esto especial para que Harry lo mantuviera en la cama. Sabía lo mucho que a Harry le gustaban este tipo de pequeñas sorpresas. Como el fin de semana que se pasaron jugando con los aceites de cuerpo que Zacharias les había dejado la noche de la boda de Blaise y Theodore. Todo un fin de semana en la cama. Draco nunca había experimentado toda esa adoración oral en su vida, y Harry amaba hacerlo.

¡Cómeme! (drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora