1° El oro vagabundo

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Los años previos a las cámaras fotográfica parecieron beneficiar a los afortunados que creían que si contaban con un corazón lo suficientemente limpió, podía llegarles a caer una fortuna del cielo, o más bien, aparecer de debajo de la tierra, como si se tratase de un tesoro. Con lo que muchos no contaban es que aquel tesoro le gustaba ir por ahí, eligiendo por el mismo a ese afortunado; se le podía considerar familiar de las guacas, pero no funcionaba del todo como estás que solo esperaban bajo tierra y apenas emitían una luz para indicar que estaban enterradas por dónde se pasaba o incluso, unas más creativas, como lo era la que se decía estaba escondida en la laguna de San Diego, Caldas. Que en su tiempo le permitía a quien quería que la encontrará, visualizar patos paseándose tranquilos por el agua cristalina gracias a la poca presencia de humanos que podían acceder a esta, aquellos animales de plumas tan blancas que deslumbraban al transeúnte, solo cumplían la función de ir de un lado a otro en manada, todos grandes, y bien rellenitos. —quizá sea por los buenos bancos de peces que tiene el agua —pensaba el hombre joven y delgado que pasaba por allí, solo para descansar de su guardia militar de los montes de la región.

Los miro con admiración y sin percatarse de ello empezó a caminar hacia la orilla del lago, cada vez más cerca, sin llegar a notar cuando la misma empezó a llenar sus botas negras y empapar el pantalón verde camuflado. En un momento sintió el impulso de saltar sobre uno de esos hermosos animales para atraparlo, probablemente para comer algo más que la escasa ración militar que se les daba en medio del combate.

Con facilidad logro caer encima de uno de los patos y atraparlo entre sus brazos como si sostuviera un bebé, estaba tan embelesado viendo aquellas plumas tan blancas que parecían que brillaban con la luz del sol, de cerca, tenían un tono dorado tan suave que resultaba casi imposible dejar de mirarlas. Solo se permitió apartar la mirada para lograr ver el resto de patos que aún lo rodeaban de cerca, al parecer sin considerarlo una amenaza.

Las plumas de todo los hermosos y regordetes patos eran doradas, pero aun así parecían ligeras , el mismo podía confirmar la suavidad en el animal que aun sostenía en las manos, y que había empezado a acariciar sin pensar en ello, su mano paseaba tranquila por la parte superior del pájaro que se mantenía reposando en el joven sin apenas hacer movimientos excepto por un ladeo natural de su cabeza para mirar a su alrededor a los otros patos e incluso al mismo lago debajo de ellos.

La tarde empezaba a caer pero el joven no parecía tener conciencia de ello porque todo lo que deseaba hacer, lo estaba haciendo, pero entonces en un momento dado una de las plumas que aun acariciaba se desprendió quedando enseguida pegada a su mano, la tomo de la base con los dedos índice y pulgar para exponerla al sol y comprobar si así era más visible el color; logro confirmar que ahora que la pluma estaba desprendida del cuerpo de su dueño y puesta a la luz, era mucho más dorada, casi tan ostentosa como pepitas de oro y que además las gotitas que aun guardaba de cuando el animal se paseaba tranquilo antes de que él lo tomara, también parecían bañadas del precioso metal. Fueron minutos mirando absorto la pluma dorada en alto hasta que noto el brillo escarchado también en la mano con la que lo había estado acariciando —es polvo de oro —susurro al silencio y la soledad que lo acompañaban, un polvo dorado que era más visible al estar expuesto en el sol que se guardaba. —¡Dios mío! —gruño cuando alzo la vista para ver un cielo pintado de algunas tonalidades naranjas y rosadas —¿cuánto tiempo llevo aquí?, tengo que volver —hablo de nuevo a la nada, pero esta vez el pato dejo salir el característico cuá cuá como si le entendiera y acorde le respondiera, en su idioma, pero era una respuesta.

Hizo el amague de guardar la pluma en el bolsillo de su pantalón pensando que cuando se lo contara a sus compañeros, tuviese algo que probara su historia, incluso podría llevarlos hasta el lago... Sonó entonces otro graznido alto proveniente de los animales casi como si leyeran sus pensamientos y no concordaran con el último de ellos, miro perplejo al grupo de patos que ahora parecían estar más cerca de él y especialmente interesados en el hombre que aún se encontraba de pie en medio del agua cristalina.

3 HISTORIAS CONTADAS © [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora