—¿Es qué no lo entiendes? ¡Tu hija es una maldita inútil, sólo le importa quedarse con mi dinero! —Entre la charla que mis padres tenían se apreciaba el sonido de cosas cayendo, golpes, gritos, ¿así es como los papás son entre ellos? Yo no quiero, yo... yo no lo quiero...Desperté un poco alterada envuelta en sudor y acoplándome a la luz que apenas podía adentrarse por la ventana junto a mi cama, intenté no gastar tiempo pensando en aquel sueño recurrente, eso más que un sueño era un recuerdo vívido.
Miré el despertador que se encontraba en mi escritorio, aún faltaba más de media hora para que sonara la alarma; aprovecharía ese tiempo para desayunar, vestirme y alistarme, quizá hasta podría lavar mi ropa antes de irme.
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Vivía en una casa que compartía con otras dos personas donde el único lugar que era "totalmente mío" era ese pequeño cuarto en el que dormía y, aunque contaba con zonas comunes de las que disponía, de él casi no salía; claro casi, porque mantenía un trabajo a medio tiempo mientras continuaba con mis estudios universitarios.
Estaba completamente por mi cuenta en un país bastante difícil, mi madre era una latinoamericana que había decidido viajar a Japón para intentar arreglar su relación rota y aunque ni mis hermanos ni yo éramos parte de su plan inicial nos mudamos cuando mi hermano mayor tenía 2 años, aún no nacía yo pues soy la menor de 3 hijos no planeados ni del mismo padre.
No recuerdo plenamente el rostro de mi progenitor, creo que es una forma en la que mi cerebro me protege... una extraña forma... o quizá pasó algo que preferí olvidar para no guardar rencor en mi corazón, de cualquier manera no era nada distinto a cuando vivía en la casa de mi madre, de hecho era mejor así.
Me fui de allí a los 15 años, cuando empecé la preparatoria. Un año antes una amiga me había contado que su primo vivía en una residencia para estudiantes y la idea de que nadie te controlara ni robara tu dinero me pareció fascinante, así que ahorre todo ese año lo más que podía para emanciparme al siguiente, en ese entonces no sabía que eso era lo que iba a hacer.
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Acabé de meter todas mis cosas a mi maleta para ir directo a Coffee D'Amour, el lugar donde trabajaba —¿En serio no puedes venir hoy a mi casa? —escuché de una compañera a la que le había agarrado demasiado cariño.
—No, Daki, perdóname, ¡hoy Nana tiene algo importante que decirme y no puedo llegar tarde! —Le sonreí para despedirme y salir corriendo pues la clase se había prolongado media hora.
Entré por la puerta trasera pues contaba con llaves que se me habían asignado por si acaso, me puse la camisa que guardaba en mi bolso y rápidamente vestí el overol. Amarrando mi cabello y aquella prenda para así salir al mostrador. Nana ya estaba atendiendo mesas en su cafetería pues aunque ella era la dueña le gustaba servir de vez en cuando.
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La propietaria de ese lugar realmente me conocía desde los 12 pues ella fue la que me empleó cuando nadie más lo hacía y más que una relación de empleado/empleador parecía ser mi abuela y desde los 15 me permitió llamarle Nana, aunque más que permitirme le encantaba que la llamara así.
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—¿Entonces? —Mencioné emocionada una vez que las personas dentro el sitio parecían ocupadas en sus propios asuntos —Sí, niña, ya sabes que puedes hacerlo. —dijo vencida con una sonrisa —Pero nada de andar de vaga, no quiero que sea una excusa tonta. —negué acariciando sus suaves manos transmitiéndole esa seguridad que siempre me había hecho sentir —Lo prometo.
Salí rápido de la tienda una vez mi turno terminó encaminándome a mi hogar mientras texteaba.
Las cosas parecían mejorar con cada segundo, tendría el apoyo de Nana para continuar mis estudios, podría trabajar a medio tiempo en un lugar donde hasta beneficiaba mis tareas y sobre todo tenía gente que me apoyaban incondicionalmente.
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Le había rogado por tanto tiempo para poder cambiar de trabajo pues una noche en la que volvía a casa encontré a un señor de mediana edad bien parecido tirado en la banqueta totalmente ebrio.
Llamaba el nombre de alguna mujer, seguramente su esposa, entre un sollozo interminable, ¿habrían peleado? —Disculpe, ¿necesita ayuda...? —me ofrecí sin pensarlo dos veces a llevarlo a su casa, la cuál sorpresivamente era unas pocas calles más abajo.
Tocando la puerta esperando que su esposa, esa tan aclamada "Ruka" no mal entendiera la situación saliera una copia idéntica del señor me atendió.
—¡Padre! —Se escuchó preocupado mientras quitaba de mis hombros el peso de su familiar. Me "obligó" a entrar en ese departamento tan grande y espacioso haciéndome tomar un té como muestra de gratitud y como si fuera poco quería pagar por las molestias.
—Lamento que tuvieras qué traerlo, él es un buen padre pero desde que madre enfermó no ha hecho más que beber. —Su mirada roja encendida se apagó al momento de contarme ese pequeño lapso dándome entender que algo más ocurría —Incluso a mi hermano lo ha abandonado.
No sabía qué decirle porque era un extraño el cual apenas había conocido por unos cuando minutos e incluso así el impulso por abrazarlo fue más grande que mi lógica.
—Todo va estar bien.
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—¿Entonces Nana te dejó ser libre y tener ese trabajo de niñera? —Asentí mientras caminaba al lado de Daki —¿Pero...? ¿Nana...? —la confusión que tenía no era para menos por lo sobre protectora que actuaba conmigo.
—¿Y mañana es tu primer día? ¿Segura que puedes confiar en eso? Es el hijo de un señor que conociste ebrio, ¡suena a que estuviste en un bar de mala muerte!
—Lo sé pero es un trabajo fantástico, tengo que cuidar de un niño y me pagan una locura. Sin tomar en cuenta que puedo realizar mis tareas ahí.
Un suspiro y un "si tú lo dices" fue su respuesta para después volver a preguntar por cuarta vez en la mañana cuál era el nombre de ese chico que me quizo emplear.
—Ah, sí, Kyojuro Rengoku.
—De algo me suena... pero no puedo recordar de qué.
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Casa Vacía. [Kyojuro Rengoku]
FanfictionKyojuro Rengoku es un hombre de negocios que nació en cuna de oro, pasó toda su vida estudiando y heredó la compañía de su abuelo apenas cumplió los 20. Él sabía que algo le falta desde que había nacido, pero no era consciente de qué, no hasta que...