-¿Qué ocurre?
Creo que lo he hecho otra vez. Encuentro mis heridas abriéndose por culpa de mi estupidez. Y es que aún no sé en dónde fue que fallé, ni cuándo, ni cómo. Pero lo hice.
-No sabes nada, ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Puedo sentirlo. No, yo no siento. Puedo imaginarlo. Esto no es real, pero podría serlo. Y ese es el problema, ese es mí problema, no sé por qué tengo que lidiar con esto.
-¿Estás seguro de que lo provocaste tú?
No, pero amaría estarlo. Me quitaría este peso de encima, este tema me da vueltas y no quiero revivir el ciclo. Es como si quisieran alejarse de mí, con una razón lógica que es ilógica en realidad.
-Si es ilógica, ¿Por qué la consideras lógica?
Lógico que sea un punto sin retrospectiva, que yo sea el verdadero problema. De alguna forma soy yo quién vió nacer a este demonio, lo conozco. Probablemente esté jugando conmigo otra vez, no podría estar todo bien.
-Explícame tu paranoia.
Los quiero lejos de mí porque no pueden valorar lo invalorable. Los necesito conmigo, pero no puedo demostrarlo. La desconfianza es punzante, como si preocuparme fuera un acto de ignorancia. No quiero lastimarte. Sentirme juzgado sin ser escuchado es mi total perdición. Mi apatía es la responsable de todo esto. Sólo quiero que entiendan que no es mi intención.
-¿Podrías repetir tu petición?
No quiero que te vayas, pero me imagino que lo harás. Las promesas nunca duran para siempre. Quédate, pero si te vas, no tengas dudas;
te cuidaré estando lejos de mí.esto eres, paranoia.