LA JUNGLA DE CONCRETO

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Todos los días, millones de personas buscan sobrevivir en la jungla de concreto; tus mejores aliados son la fuerza y la astucia, ya que ellos te ayudan a sobrevivir tu día a día, pero si bajas la guardia ten por seguro que la muerte no dudará en atacarte. La mayoría de personas lo saben, en especial los adultos; los niños aún tienen suerte de vivir bajo el manto protector de sus padres, pero para algunos no es así. La insensibilidad se hizo presente en muchas personas, o almenos en la jungla de concreto debías serlo; si demuestras debilidad los demás no tardarán en aprovecharse de tí. Yo creía que cosas como la solidaridad no existían, o se encontraban en muy diminutas proporciones; pero fue durante y después de mi muerte que comprobé lo contrario.
Salí temprano ese día de casa; me derijía muy acelerado al trabajo – ya que dentro de poco empezaba mi turno, y mi jefe es algo intolerante con las tardanzas. La mañana se veía como cualquier otra, un cielo algo opaco – ocasionado por el humo proveniente de las fábricas, tubos de escape, y la quema; estos teñían las nubes de ese color grisaseo – los más poderosos rayos de sol, penetraban ese espeso cúmulo de nubes, y las que no, solo se dedicaban a subir la temperatura desde fuera; las calles estaban llenas de polvo y un bullicio se escuchaba en cada sémaforo. Es muy común ver a la muerte paseando por aquí; se volvió tan odiada por unos, y tan apreciada para otros. Uno nunca sabe cuando puede morir dentro de esta jungla; en mi caso, siento que la muerte me traería cosas buenas, pero prometí no pensar en esas a la persona más importante de mi vida; él quiere verme durante mucho tiempo, pero aveces es difícil.
Permanezco sentado en mi asiento del autobus mientras veo como la humedad hecha vapor empaña mi ventana, y me parece bueno, ya que así me ayuda a imaginar otra versión de la ciudad. En mi mente la veo colorida, un cielo azul adorna lo alto de los rascacielos, y el amarillo del sol se ve reflejado en las miles de ventanas; también veo algunos árboles separados a ciertas distancias para así decorar las calles; que en vez de humo,sea una ligera niebla quien dá los buenos días, y que poco a poco se va disipando por el sol; escuchar quizá no el bullicio de bocinas o de las personas, si no el de las aves o de insectos – pero un frenar repentino pospuso mi imaginación, y me trajo nuevamente a la realidad – todos los pasajeros preguntamos que pasaba; y en la ventana principal, vimos a unas personas tiradas – todas heridas y algunas escurriendo sangre por la embestida de tan gigantesca máquina – cuando fuimos a ver al chofer; este como por arte de magia desapareció, y los demás hicieron lo mismo, poco a poco el autobus iba quedando más liviano. Al bajar, noté que nadie fue capás de ayudar a las personas que ya hacían tiradas en el padimento; escuché como se quejaban de dolor, y pedían auxilio, pero sus llamados eran evitados. Yo solo me quedé observando aquella escena; tampoco hice nada para ayudar, pero gracias a esto tenía la escusa perfecta para llegar tarde al trabajo. Luego de un rato se acercó una señora, se veía preocupada y desesperada –quizá alguno era su familiar – pero, mi sopresa fue grande cuando dió a conocer sus verdaderas intenciones. Ella comenzó a revisar la cartera de una de las víctimas, y recogió una de las billeteras; al ver su contenido, como si fuera un animal cuidando su comida, se puso paranoica creyendo que todos le querían quitar su premio. Luego de un rato de estar rebuscando en cada victima optó por salir corriendo lo más rapido posible, sus huellas ya hacían en cada ricón de la ropa de sus ahora víctimas, pero realmente no importaba mucho, y ella lo sabía. No sabía que decirle a esa señora; decirle que estaba mal lo que estaba haciendo, pero, que coherencia tendrían mis palabras si yo tan solo me dediqué a observar y no ayudar, no podía juzgarla porque yo era igual que ella, un insensible que solo aprovechaba la oportunidad. Luego de 30 largos minutos, los paramédicos aparecen en escena; pero ya era algo tarde, dos de las cuatro personas accidentadas ya habían muerto. Se acercaron a preguntar a los chimosos si vieron algo, pero nadie sabía – yo tampoco podía ayudar ya que mi mente estaba en otro mundo cuando paso ello – sin embargo, un señor se acercó y comenzó a contar lo que supuestamente pasó, todos oíamos con atención su narración, y algunos sacaron sus celulares para grabar la escena – no me quedé atrás, necesitaba pruebas de mi retraso y me puse a grabar.
Miles de personas mueren al día en la jungla de concreto, y no siempre es por la supervivencia del otro, si no también por negligencia de otras personas y aveces de ellos mismos; y las noticias se encargaban de contar el mismo tema todos los días, lo único positivo que se veía o se escuchaba, era cuando algún famoso visitaría la ciudad, o se celebraría algún evento de gran escala, como el fútbol, un concierto, etc; pero si soy sincero, la gente era quien llamaba positivo a ello, ya que para nada era una buena noticia cosas como esas.
Después de mi largo rato observando la trágica escena, comenzé a caminar hasta mi trabajo – solo miraba hacia abajo, me sentía más seguro de esa manera; las miradas de las personas que a cada rato juzgan, y si sumamos la falsa imagen que pretendían dar, daba como respuesta a una persona triste y debilitada por todos sus días en esta jungla – solo me enfocaba en llegar a trabajar y aceleré mi paso. Cuando llego al trabajo; mi jefe, como era de esperarse, comenzó a decirme de cosas que no vienen al caso; preguntó porque había venido tarde, y yo saqué mi celular y le mostré el vídeo – le dije que yo viajaba en el autobus responsable del acto y la policía llegó a pedir declaraciones – mi jefe con un tono insensible dijo: "para la próxima ni bien salgas del autobus, vienes derechito a la oficina; entendiste!"; yo tan solo acentí la cabeza y me retiré; empezé a trabajar como siempre – era tan rutinario todo, que todos en el edificio de forma coordinada realizabamos las diferentes tareas que se nos impusía – parecíamos robots, no descansabamos a menos que suene el timbre para almorzar o hasta que el jefe nos lo diga; de cualquier forma todo tenía un precio, y así me explotasen el dinero que me daban me ayudaba a vestirme, comer, divertirme, y tener una casa; pero aún no conseguía lo mas preciado y codiciado por todos, "la felicidad".
La mayoría desearía volver a su niñez o adolescencia, sentir nuevamente la libertad que se nos había arrebatado, el tiempo que estamos perdiendo, y las ganas de soñar; muchos y me incluyo, extrañan el cariño de mamá – que si bien es cierto algunas seguían presentes con nosotros – pero era algo imposible el poder verlas y sentir su amor; algunos se deprimían y otros solo se hacían los de la vista gorda; otra sección ya se había vuelto muy insensible – "apuesto que emanaban una aura oscura, pero por suerte no nos percatábamos de ello".
Y así mi mañana se terminaba y daba inicio a la tarde, lo cual debo admitir es una de mis favoritas – el trabajo termina luego de 10 largas horas – me toca ir por mi hijo a la escuela, es mi única fuerza que me queda, y que me motiva a seguir con todo esto. Cuando estoy con él, es como si me recargase las baterías, por un corto laxo la felicidad invade mi cuerpo, y hace que quiera cambiar las cosas; pero siendo sincero se que no es verdad, solo es parte del sentimiento, del momento.
Mi hijo es un niño muy amable y bueno, y aunque no haya sido criado en el mejor ambiente, inconcientemente hace una diferencia ante nosotros; contiene mucho amor y alegría – quizá por que está en su etapa de adolescencia donde está conociendo cosas, pero si fuese así, no tendría esos sentimientos – y me lo demuestra siempre que estamos juntos. En su escuela es un chico solidario, sus maestros me lo dicen cuando hablo con ellos; me enorgullece que mi hijo sea así, pero siento que eso es efímero. Pero yo no quiero que mi hijo pierda ese color que lleva, y siempre le digo que no cambie pese las adversidades y conforme vaya creciendo – él quizá pueda hacer la diferencia en esta jungla.
Cuando termino de pasar la tarde con él, a más tardar a las 7 de la noche debe estar donde su madre; durante el camino aprovecho para preguntar por ella, y como está – me dijo que estaba saliendo con alguién, y que se le veía "contenta" con cierto personaje – mi mente sabía que ella tan solo lo estaba utilizando al pobre idiota, que su único pecado fue tratar de creer que puede tener un futuro bueno a su lado; pero a pesar de ello no trato de dañar su imagen; no por ella, si no por nuestro hijo. Siempre me cuenta en el trayecto cosas que le pasan en la escuela, y me pide consejo con las chicas – "hasta ahora no entiendo por que menciona este tema durante el trayecto a su casa" pero no me incomoda – solo le digo que aprenda mucho de la vida y que la disfrute al máximo, que no calle lo que siente, y que actúe con responsabilidad. Él cuando escucha palabras como esas siempre me sonríe y me abraza diciendo gracias papá, y siempre pasa eso cuando ya llegamos a su hogar – "lo ven, rutinario" – su madre siempre está fuera esperándolo y cuando nuestras miradas cruzan solo se puede ver el odio por mi parte, y por su lado la incomodidad y verguenza por sus actos del pasado.
Al salir de ahí, voy donde unos compañeros de trabajo, con ellos me pongo a beber para ahogar las penas, el dolor, lo malo y lo feo de nosotros, y lo malo de la sociedad. Creemos que con eso seremos mejores personas; creemos que con eso, algo mejor vendrá.
Esa noche estaba muy cansado y algo picado – me atormentaba la imagen de la mañana; no fui lo suficientemente humano para ayudar a esas personas, pero era una batalla; quizá esas personas eran iguales o peor que yo, pero la moral presente decidió que estaba mal y tomó control de ello – Me dirigí a un restaurante, tenía hambre y aparte quería que se me bajaran las copas; un café cargado y una pequeña cena ayudarán – me encontraba sentado en una de las mesas y veía como la gente entraba y salía mientras esperaba mi orden – la noche se veía bonita – y quien iba a pensar que se prestaría para mi último día – era parecida como las que veía en mi adolescencia; el cielo oscuro se había despejado un poco, y dió paso a una porción luz lunar; pero duró poco ello, ya que, fue quitada por una repentina lluvia – primero se escuchó un trueno, y luego comenzó a caer la lluvia – en mis tiempos hubiese sido divertido salir y mojarse con ella, pero ahora esas nubes expulsaban lluvia ácida; que si bien es cierto no es como la ciencia ficción, pueden llegar a causar daños en la superficie de la piel. La calle se veía mojada, y poco a poco la gente de afuera comenzó a reguardarce. Yo apuraba a la camarera para que me de mi cuenta; había un silencio en todo el local – solo se encontraban ella, un cocinero, una pareja comiendo a unas 4 mesas de mí y yo – esto no apuntaba a algo positivo, y las cosas se pusieron aún peor cuando un auto con lunas polarisadas se detiene a centímetros de la entrada; de este sale un hombre enmascarado con una escopeta y su compinche se mantenía dentro del auto. Él tan solo dijo donde estás, pagarás por lo que hiciste; continuó gritando y disparó en una de las mesas; la camarera sale de la cocina – y ella conocía a quién hacía a tanto alboroto – le pidió que se calmase, pero él no escuchaba razón – su corazón herido, el alcohol, y las ideas que traía en la cabeza; le hicieron tomar tal desición – gritó molesto que descubrió su infidelidad, y que no podía perdonarle tal acto; su amante era el cocinero, que buscaba de alguna u otra forma escapar. Los minutos pasaban y el ambiente se volvía más pesado, la camarera quizo calmar al enmascarado, pero este seguía colérico; y pasó lo que tenía que pasar. "el cocinero salió de la cocina con un revolver y le apuntó al enmascarado, apretó el gatillo, y una bala rozó la chequeta del hombre – esto le dió tiempo para que la pareja tirara desde dentro una de las banquetas y salir por ahí, y les funcionó. El hombre enmascarado se levantó y le disparó a quema ropa al cocinero; murió en el acto y seguía la camarera – yo me preguntaba, que será de mí; planeaba muchas formas de escapar – pero cuando ví que el enmascarado lr apuntó a la chica, mi cuerpo reaccionó de una manera violenta; me puse detrás de él y nos pusimos a forsejear, pero mis copas encima no pudieron hacerle frente a su ira; me levantó y me terminó tirando al piso, y comenzó a patearme – mientras eso sucedía la camarera había aprovechado para salir por la ventana rota, pero un mal calculo al salir, hicieron que se corte la pierna y cayera a la vereda de la calle – el hombre escuchó los vidrios y fue con dirección a ella; la encontró tirada pidiendo piedad pero este, solo decías cosas que no alcancé a oir – aproveché esta oportunidad, para levantarme e ir por detrás del mostrador y tomar el revolver – derrepente se escucharon dos disparos "provenían del revolver del cocinero que ahora ya hacía en mis manos"; el enmascarado cae y la chica llorando maldecía al cadáver del sujeto. Quise acercarme a ella, pero un dolor proveniente de mi abdomen me lo impedía – miré, y ví que corría sangre – ;volteo a ver a la entrada, y el compinche fue quien me había disparado – no escuché su arma, ya que la accionó justo cuando yo también lo hacía. Lo último que recuerdo es ver el carro irse a toda marcha, veo el piso del restaurante, y caigo encima de la sangre del cadáver del cocinero.
Toda mi vida esperaba actuar de la manera correcta, pero el peso de una vida difícil, hicieron que cada vez me volviera insensible; aún quedaba ese color de mi vida, y se encontraba en mi hijo, esperaba verlo crecer con mis propios ojos, y ayudarlo a formar su camino; pero la muerte vino a recogerme – creo que la forma de como morí; me demostró que si había solidaridad en mí, y que quizá haya gente que también la tenga – espero que mi hijo sea fuerte ante las adversidades; también desearía que él traiga poco a poco la diferencia y los demás actúen similar a él; no quiero que pierda su color (el bien) en la jungla de concreto.

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