El Centenar

Capitulo I - Aura.

I

Aura

Puede que el día de hoy este jodidamente gris, sin embargo he conseguido algo realmente bueno. Un ciervo, ha pasado muchísimo tiempo desde que vi uno andar por estos lares. Estaba yendo a intercambiar un poco de agua por algo que se pueda masticar y al cruzar la zona de vegetación he logrado verlo. Ahora se mueve en el saco que hice con unas cuerdas y un poco de tela, sé que ha sido una caza fácil y satisfactoria. Danny tendrá el estómago lleno por una semana con esto. Y yo me sentiré mucho mejor luego de no haberlo alimentado durante días. Me sentiré mejor de haberle deseado tanto mal durante todo este tiempo.

Me limpio las manos inconscientemente, sobando mis piernas en el sucio y viejo pantalón. No es muy fácil encontrar telas que vestir en esta zona muerta, como ha sido llamada últimamente por quienes pasan por aquí, los pocos que aún estamos aquí.

Hoy he tenido suerte. Siempre ha sido así, según Joan. Ella dice que tengo una buena estrella en el cielo marcando los buenos pasos para mí. Un camino ya marcado, un destino cierto escrito en el cielo, pero a la vez tan incierto para mí que no me entero de nada. Aunque con el paso del tiempo le he llegado a creer. Sabes, ¿por qué no? Esa anciana ha vivido más que todos en este lugar. Hubo momentos en que quise preguntarle cómo ha logrado llegar con vida hasta este punto y me respondía con sorna: “También tengo una buena estrella esperando por mí”. Pero además hubo momentos en que solo se quedaba callada mirando el sucio cielo, con ojos llorosos y melancólicos. Por dentro me pregunto si ya no es tiempo que de que se vaya… No le deseo la muerte, pero seguir sobreviviendo en este lugar, hasta yo la hubiese preferido. 

Es curioso, en esta zona muerta, el cielo completamente gris y sucio... Casi nunca hay días soleados; de lejos, a muchos kilómetros de distancia se puede ver luz tenue y hermosa, allá arriba, sobre El Centenar. Pero aquí siempre está lloviznando, ventarrones, hay tormentas de arena o hace mucho frío. El clima está completamente fuera de control. Y eso complica todo, y nos envuelve en el permanente hecho que al día muchos de los pocos que somos mueren.

Hace dos días quizá, el viejo Tate fue encontrado muerto de la misma manera que había estado mientras vivía: abrazándose las rodillas y temblando de frio. No sentí más que alivio cuando murió. Estoy segura que ahora está en un mejor lugar que este. Lo envidio un poco. Aunque me gustaba escuchar sus historias sobre los antiguos idiotas pobladores de este lugar. Mira que llegué a odiarlas tanto que dejé de pensar en ellos. Está muy bien que haya resultado de esa manera, matándose entre sí y destruyendo todo a su alrededor por sus enfermizos deseos. Y pensar que somos la consecuencia. Amaba, claro, solo el hecho que al menos hubieron pobladores con ímpetu de hacer algo por vivir y dejar vivir a sus demás generaciones. ¡Aquí estoy, sobreviviendo, gracias! Que hayan llamado hogar a este lugar.

No, definitivamente no se me cruza por la cabeza que ellos hayan podido llamarlo hogar... Es imposible. Imposible. A menos que vivas al otro extremo, donde están los edificios altos. El Centenar. Nadie baja. Nosotros no estamos seguros de quiénes realmente están ahí tampoco. Y no sabes que hay allí abajo, en la sima de los edificios. Nosotros estamos justo fuera del límite, como si tuviésemos una nube gigante gris sobre nosotros. No tenemos ni siquiera un techo para cubrirnos del maldito clima y de todo el destino que nos ha tocado vivir. Irónico el hecho de tener una buena estrella, ¿no? Joan, maldita anciana mentirosa.

El gélido viento golpea mi piel, la rasga con fuerza, presiento que lloverá más tarde. El animal que tengo colgado dejó de moverse hace un minuto. Así es mejor, él no tendrá que sufrir más y nosotros saciaremos nuestra hambre por un tiempo. Estoy segura que podremos asarlo mientras todos duermen. Si se enterasen que tengo comida vendrían a robarla. No nos llevamos muy bien que digamos… Son como carroñeros. Así vivimos. Danny podrá llevarles un trozo de carne a Joan y a Pam, quienes normalmente no se mueven de sus sitios.