El niño de los sueños.

                                           CAPITULO Nº 1 CONOCIENDO A CAROL.

Era el mes de Mayo del 2003, para ese entonces las nubes eran más blancas y limpias en el inmenso cielo azul, y allí por debajo, muy por debajo de las nubes blancas existía un barrio donde había un niño entre muchos otros. Su nombre era Cleyn Pulido, nombre que en ocasiones le generaba momentos incómodos frente a las demás personas y en especial frente a sus amigos. ¿Por qué razón? Pues porque en varias oportunidades recibía tomaduras de pelo tales como ¨Eres más pulido que las piedras¨, ¨El pulidor¨ y una gran cantidad de etcétera despectivas relacionadas con su apellido. Claro está que era exageradamente ordenado, su gran interés por dejar todo muy limpio era una obsesión, sus padres se habían ganado la lotería al tener un niño con una tendencia maniática para dejarlo todo tan debidamente organizado, en muchas ocasiones había disputas por que de alguna manera alguien había alterado el orden de sus cosas.

En cuanto al aspecto físico de Cleyn podríamos decir que era bastante peculiar, tenía un pelo rebelde y difícil de manejar, era un asco en realidad, es posible que haya sufrido una distorsión de su cabellera a causa de la pluralidad de cortes realizados cada 15 o 20 días, no era normal que un niño de su edad para esa época fuera independiente en su imagen física y sobretodo en el corte de pelo. El último que lucía era una peinado hacia delante que luego lo echaba hacía la izquierda para conseguir un flequillo que para ese entonces estaba de moda en casi todos los chicos de su edad, pero pese a su esfuerzo no conseguía el aspecto de los demás, por no decir que un erizo tenía más posibilidades de un moldeado de cabello, y con respecto a su cara, le acompañaba unos dientes blancos como la nieve, ojos negros profundos como el café, cejas perfiladas y unas pestañas como las de un burro caídas hacia abajo, sus brazos y piernas y demás partes del cuerpo eran completamente normales para su edad, tenía la piel de color canela y no hace mucho terminaba de cumplir sus grandiosos once años.

Todas las noches mientras dormía, un sueño le invadía al dormir, era siempre el mismo sueño. Soñaba con una esfera gigantesca de color plateado compuesta con miles de engranajes que se unían entre sí durante unos segundos en un fondo negro total, y en el sueño sentía ahogarse en medio de toda aquella maquinaria. La cual era controlada por una mano, una mano a la que él se esforzaba en ver de donde procedía, quería saber a qué rostro le pertenecía, pero en cada intento de poder alzar su mirada y ver a quien le pertenecía la mano, era un intento fallido donde se despertaba de inmediato. Ya llevaba así varias noches, eran noches tormentosas.

Un día muy de mañana, mientras intentaba conciliar el sueño en su habitación enladrillada, escuchó una voz. Ésta era una voz suave e inquietante, no dejaba de llamarle, la voz quería llamar su atención para que se acercara a la pared, porque de allí provenía.

-¡Eyyyyy!- Se pronunció por primera vez aquella voz.

La voz le inquietó ipso facto al niño que no dormía, le inquietó de tal manera que no sabía qué hacer al respecto, solo sintió que un silencio muy efímero se apoderó de su garganta y no pudo responder.

No pasó más que unos segundos y nuevamente se escuchó la voz.

-¡Eyyyyy! -Resonó el llamado al otro lado de la pared.

Al oírlo de nuevo no se pudo contener, y callado no se podía quedar. Sus nervios no se lo permitirían, así que resolvió al llenarse de valor y contestar casi temblando.

-¿Quién eres? ¿Quién anda ahí?-Gritó encorvado desde su cama de madera. Se le notaba muy asustado, se quedó a la espera pero no hubo respuesta alguna, excepto la de su padre desde la otra habitación advirtiéndole que se callara la boca. Pensó por unos segundos "¿Cómo no iba a ser suficiente el grito que pegó para que le escuchara?" Pero sí que lo fue, porque pasado un par de minutos se escuchó la misma voz.