Capitulo Único

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Me mira mientras se restregaba los ojos.
El pelo castaño le cae encima de un ojo, se ríe, y lo quita de encima.
No sé qué expresión tengo en la cara, solamente sé que cuando me mira se ríe aún más.
El tic tac de mi muñeca me hace querer arrancarla con un cuchillo.
—¿Cuántos días te quedan?— pregunta y me mira.
Observo el contador en mi muñeca y resoplo, haciendo que el mechón que caía en mi cara volara por unos segundos.
—Sesenta días, dos meses exactos.— sonrío ante esto, pero una parte de mi mente se asusta.
—¿Emocionada?— Jules se pasa una mano por el cabello y ríe, volviendo a mirarme.
Asiento y me muerdo el labio.
Pongo mi cabeza entre las rodillas y entrelazo las manos por encima de estas, haciéndome bolita.
Es extraño pensar que en sesenta días mi vida cambiará, que conoceré a la persona que hará que cambie.
El contador de mi muñeca me indica el tiempo que falta, pero solamente eso.
No el lugar, no características de él o ella, solo el tiempo. Pero me asegura una cosa: al verlo/a sentiré que mi mundo cambiará por siempre, que ya no estaré completamente sola.
Lo raro es que no me siento sola, para nada.
Jules es distinto.
No hay contador en su muñeca, o en alguna parte de su cuerpo.
Él no espera conocer a su alma gemela como el resto de nosotros, y si es que lo hace, no hay un reloj dentro de su piel que le cuenta los días.  
Jules es distinto a mí en todo aspecto, en general.
Él vive en un orfanato cerca de mi casa, yo vivo con mis padres y mi hermana.
A él le gusta el invierno y la noche, yo prefiero el calor y el día.
Jules no cree en el amor, en cambio yo...yo estoy obligada a creer en él.

Me palmea el hombro y levanto la cabeza, mareándome de golpe.
—¿Nos vamos?— abro la boca, pero no digo nada y asiento.
Se levanta primero que yo y me ofrece la mano para pararme. Lo hago y me sacudo la tierra que queda en mi ropa y nos vamos.
Sigue llevándome de la mano, pero no me importa. Es cálido, como el desierto en el que nos encontrábamos.
Me ayuda a subir a su camioneta y me saco la chaqueta empolvada, la tiro hacia los asientos traseros.
Jules baja los espejos de los asientos delanteros para que no me llegue el sol en la cara.
Me acomodo en el asiento y cierro los ojos, quedándome dormida.


-o-


Siento que me palmean el hombro para despertarse, y al no funcionar me sacuden y me hacen cosquillas.
—Em, vamos.— presiona mis costados y sonrío medio dormida. —Por Dios, Emma, despierta, ya estamos en tu casa.— dice eso y abro los ojos con lentitud, restregándolos.
Se me escapa un suave bostezo y asiento, bajándome del auto con su ayuda.
Le doy las gracias y las buenas noches, mientras lo veo alejarse en su camioneta hacia su hogar.
Al entrar a casa, veo a mi hermana Louise junto a su mejor amiga Victoria y a mis padres jugando al Pictionary.
Louise trataba de hacerle saber que era el dibujo a su amiga, para que no perdieran contra mis padres.
—Es un...¿reloj? ¡No, no! ¡Ya sé! Es un...¡contador! ¿Cierto?— Victoria pregunta agitando los brazos y mi hermana sonríe, ambas gritan de felicidad mientras mis padres se carcajean.
El dibujo era bastante obvio, unos números encima de una muñeca sin ninguna cinta que los uniera, haciendo saber al instante que era un contador.
Mi hermana y su amiga tienen trece años, aman hablar del día en que encuentren a su  alma gemela y, al igual que todas las niñas pre-adolescentes de trece años, esperan con ansias sentir sus estómagos llenos de mariposas.
Ambas me miran y ríen, haciendo que mis padres se den vuelta y me sonrían.
Los observo, y observo sus manos. Ya no tienen contador, sino unos anillos de plata en el dedo corazón, con la fecha exacta en la que se conocieron.  
Toco el anillo plateado sin ninguna fecha que tengo alrededor del cuello y lo aprieto.
Lou me pregunta si quiero jugar, le digo que no porque estoy cansada, y me voy a mi habitación.

Me lanzo a la cama y observo el techo, pensando en cómo habrá llegado Jules al orfanato, en que si habrá llegado a la cena junto a sus hermanitos o habrá tenido que recalentarse comida y subido a su habitación.
En su orfanato viven unos cuatro niños con contador, el resto no tiene.
La mayoría de los niños sin contador son rechazados por los padres y/o los doctores, ya que la sociedad en la que se vive tiene estipulado que sin un alma gemela, uno no es nadie, entonces no se puede funcionar.
Muchos de esos niños se enamoran entre ellos, el resto tiene que salir a buscar a su otra mitad, o terminarán solos por el resto de sus vidas.
Miro mi contador y veo el sesenta convertirse en un cincuenta y nueve, indicando que es la media noche.

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⏰ Última actualización: Dec 15, 2014 ⏰

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