Find Me

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JungKook corría impaciente por la banqueta, con los pasos más alargados que sus piernas se lo permitían. Su bolsa volaba a su izquierda, golpeando a la vez su muslo y el cabello largo y negro revoloteaba con el aire. Divisó la tienda, cuando se iba sacando la camisa que llevaba encima de la playera y entraba, haciendo sonar la manzana.

     — ¡VENGO TARDE, VENGO TARDE, VENGO TARDE!

     Jimin lo vio entrar, rodando los ojos y recargando la mandíbula en la palma de su mano, siguiéndolo con la mirada hasta el cuarto de los casilleros.

     — Mmm, aún tienes dos minutos.

     — ¡ES TARDE DE TODAS MANERAS! —gritó JungKook desde dentro.

     Jimin regresó a su posición inicial, amarrando de nuevo su delatan y mirando fijamente a los clientes que entraban. A su izquierda, se acercó SeokJin, el dueño de la cafetería.

     — ¿Por qué se le hizo tarde? Él no entra hasta las 5 y son las... Casi las cuatro.

     — Hmmm... —murmuró Jimin mirando el reloj en la pared, achicando los ojos—. Sí... Pero justo ahora se le hizo...

     La campanilla sonó exactamente a las cuatro en punto (aquella vez, no había tenido tanta suerte) lo que provocó que Jimin mirara con atención al chico de cabellos castaños que entraba por la puerta de cristal.

     —... Muy tarde. ¡JungKook!

     — ¿Me quieres decir qué está pasando, Jimin?

     Jimin y SeokJin siguieron con los ojos al chico castaño, que aquel día llevaba una gabardina negra larga hasta sus pantorrillas. Jimin sonrió, y recargó de nuevo la mandíbula en su mano, observando el acostumbrado lugar que el castaño tomaba. SeokJin se cruzó de brazos, viendo a JungKook salir de la habitación, con la libreta entre sus manos y un lapicero.

      — ¿Me veo bien?

      — Igual que todos los días —respondió Jimin—. Está sentado donde siempre, te diría que preparo el café frío que todos los días pide pero... Supongo que hoy puede ser diferente.

     JungKook asintió con una expresión seria, y se encaminó hasta el chico de las mesas.

     Jin se recargó en el mostrador y alzó las cejas.

      — ¿Me vas a decir qué es esto?

      — No sé bien lo que sucede, de hecho —dice sinceramente el rubio, sacando algunas cosas de los estantes—. Desde hace dos meses, ese chico viene aquí a la misma hora. No siempre es exacto, claro. Lo notamos, porque siempre se sienta en el mismo lugar y pide lo mismo. Si ese lugar está ocupado, pide lo que quiere y se va. Creo que a JungKook le gusta.

     — ¿Y por eso viene una hora antes a trabajar?

      — Bueno, le gusta mucho.

     JungKook se acercó a la mesa, y miró atentamente al chico, analizándolo sin mucha obviedad. Las pestañas castañas largas cayendo, y la piel tersa que se reflejaba bonita en el cristal. El chico revisaba tranquilamente el menú azul del café, y suspiraba. Miró a JungKook y le sonrió.

      — Perdón, buenos días.

      — No hay problema. ¿Qué deseas pedir hoy?

       — Mmm... Esto que es azul, y el mismo café de siempre, por favor

      El chico apuntó en el menú el nuevo aperitivo: pay de queso. Nada poco común, pero nuevo. JungKook sonrió, fingiendo escribir lo que había pedido y la mesa, para después alejarse rápidamente hasta el mostrador y recargar las manos en él.

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