Prólogo

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Antes que todas las cosas, en el comienzo de todos los comienzos, solo existía el caos infinito: la confusión y el desorden de lo que no tiene nombre

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Antes que todas las cosas, en el comienzo de todos los comienzos, solo existía el caos infinito: la confusión y el desorden de lo que no tiene nombre.
Y del caos nació Gea, la madre tierra, enorme, hermosa y temible. Como Gea se sentía muy sola, quiso tener un marido a su medida. Pero ¿Quién podía ser tan inmenso como para abrazar a la tierra entera? Ella misma creó, entonces, el cielo estrellado, que es tan grande como la tierra y todas las noches la cubre, extendiéndose sobre ella. Y lo llamó Urano.
Gea y Urano, es decir, la tierra y el cielo, tuvieron muchos hijos. Primero nacieron doce titanes, varones y mujeres.
Después nacieron tres cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente. Y finalmente nacieron los tres hecatónquiros, monstruos violentos de cincuenta cabezas y cien brazos.

Urano al haber desposado a Gea, tomó el poder de todo el universo y eso lo hizo desconfiar de sus hijos: que por haberlos creado fuertes y poderos, temía que uno de ellos lo despojara de su poder. Y por eso no les permitía ver la luz. Los mantenía encerrados en las oscuras profundidades de la tierra, es decir, en el vientre de su madre; Ese lugar oscuro y terrible se llamaba el Tártaro. Gea inmensa, pesada, no soportaba ya la tremenda carga de tantos hijos aprisionados dentro de su cuerpo y sufría por ellos y por su triste destino.
—Solo ustedes pueden ayudarme, hijos míos—les rogó—. Con esta hoz mágica que yo misma fabriqué, deben enfrentarse a Urano. ¡Ya es hora de que pague por sus maldades!
Pero los hijos, aunque eran enormes y poderosos, se sentían pequeños frente a su padre, el inmenso cielo estrellado, y no se atrevían a asomarse fuera de la Madre tierra. Solo el menor de los titanes y el más ambicioso, Cronos, de piel morena, ojos amarillos y cabello platinado, estuvo dispuesto a ayudarla, pero no fue solo por amor a su madre, sino por el deseo de poder.
Cronos tomó la hoz, y mientras su padre dormía sobre una nube, lo castró, ese día el cielo estrellado se tiñó de carmín, producto de la sangre derramada de Urano y él, con voz desgarrada por el dolor, dio una última advertencia a su hijo. —"Tú retoño infame, habéis manchado vuestras manos con mi sangre, y del mismo modo que usurpaste mi trono un día lo perderás en manos de uno de vuestros hijos".
Cronos, una vez deshecho de Urano, arrojó sus partes viriles al océano y fue testigo de cómo de ellos emergía una figura de belleza inmaculada, Afrodita, alta, de piel blanca como la espuma de mar, cabello largo y dorado, cuyo brillo competía con el mismo sol y ojos tan azules como el océano.

Ella también se unió a los demás titanes, ya que al haber nacido también de Urano, se consideraba como tal.
Cronos, regresó triunfal con su madre Gea, y como le fue prometido, está le sede el poder sobre todo el universo, y con él, salvó a sus hermanos del vientre de su madre, estableciéndose finalmente como amo y señor del universo.
Después de eso, desposó a su hermana Rea, titanide de piel blanca como las nubes, cabello rubio y ojos azules como el cielo; ella compartió el poder junto a Cronos, deseando formar una familia, aun sabiendo de la advertencia de Urano, pero nunca imaginó de lo que Cronos sería capaz de hacer por conservar el poder sobre el universo.

Continuará....

La era del mito titanomaquia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora