El muchacho estaba parado
en la loma más alta de las tierras
bajas del Reino Oeste del Anillo,
mirando al norte, hacia donde
estaba el primero de los soles
nacientes. Hasta donde
alcanzaba la vista, se extendían
las verdes colinas, bajando y
subiendo como jorobas de
camellos, en una serie de valles
y cimas. Los rayos de color
naranja tostado del primer sol,
permanecían en la niebla de la
mañana, haciéndolos brillar,
dando a la luz una magia que
hacía juego con el estado de
ánimo del muchacho. Rara vez
se despertaba tan temprano o se
aventuraba a ir tan lejos de casa
-y nunca subía tan altoo-
sabiendo que provocaría la ira
de su padre. Pero en este día, no
le importaba. En este día,
ignoraba el millón de reglas y
tareas que le habían oprimido
durante catorce años. Porque
este día era distinto. Era el día
en que había llegado su destino.
El muchacho, Thorgrin, del
Reino Oeste de la Provincia del
Sur, que era parte del clan
McLeod-conocido por todos
simplemente como Thor-era el
menor de cuatro hijos, el menos
favorito de su padre, se había
quedado despierto toda la
noche, esperando este día. Había
dado vueltas en la cama, con
cara de sueño, esperando,
deseando que se elevara el
primer sol. Ya que un día como
el de hoy llegaba solamente una
vez cada tantos años, y si se lo
perdía, se quedaría en ese
pueblo, condenado a cuidar el
rebaño de su padre el resto de
sus días. Era algo que no podía
Soportar.
Era el Día de la Leva. Era el
día en que el ejército del rey
recorría las provincias y elegía
cuidadosamente a los
voluntarios para la Legión.
Desde que había nacido, Thor no
había soñado con ninguna otra
cosa. Para él, la vida significaba
solamente una cosa: unirse a los
Plateados, que era la cremay
nata del ejército de los
Caballeros del Rey, engalanados
con las mejores armaduras y las
armas más selectas que había en
cualquier lugar de los dos
reinos. Yuno no podia entrar a
los Plateados sin unirse primero
a la Legión, el grupo de
escuderos de entre catorce y
diecinueve años de edad. Y si
uno no era hijo de un noble o de
un guerrero famoso, no había
otra manera de unirse a la
Legión.
El Día de la Leva era la única
excepción, un raro evento que
ocurría cada pocos años, cuando
a la Legión le faltaba gente y los
hombres del Rey recorrían el
lugar en busca de nuevos
reclutas. Todo el mundo sabía
que pocos plebeyos eran
seleccionados - y eran menos los
que realmente podían entrar en
la Legión.
Thor examinaba con
atención el horizonte, buscando
alguna señal de movimiento. Él
sabía que los Plateados tendrían
que tomar este único camino