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Tenía un sueño agitado.

Estaba en un bosque. En un bosque oscuro, helado y terrorífico. Los árboles gigantescos que se extendían por encima de su cabeza parecia que tocaban el cielo, y sus grandes copas llenas de hojas evitaban que la luz de la Luna se colara e iluminará su camino. Las ramas de los árboles parecían siniestras garras que lejos de subir al cielo, bajaban como si quisieran tocarlo.

Sus pisadas resonaban con una fuerza excesiva sobre las hojas secas y las ramas, y el aire helado y pesado que flotaba en el ambiente, escaseaba de una forma ciertamente intimidante. Cada bocanada de aire que tomaba parecía no ser suficiente, no importaba con cuanta fuerza inhalara o cuanto se esforzará por retener ese aire helado en sus pulmones, simplemente parecía no ser suficiente y en una fracción de segundo estaba obligado a tomar otra bocanada de aire, misma que resultaba tan efímera e inútil como la anterior.

Sus piernas se movían en perfecta sincronía corriendo sin mirar atrás. Llevaba prisa. Tenía que correr. Tenía que llegar antes de que fuera demasiado tarde, pero no sabía a donde ir, no sabía a donde tenía que llegar o porque debía apresurarse, solo actuaba como un animal salvaje guiado por su instinto. Estaba desesperado, sentía el terror calando en sus huesos, una profunda ansiedad clavada como una daga en su estomgo y la angustia que le provocaba unas profundas ganas de llorar.

El bosque que se extendía delante de el parecía no tener fin.  Los siniestros arboles aparecían de nuevo sin importar cuanto corriera. Siempre había nuevos, tan altos y aterradores como los que dejaba atrás. Inclusive por momentos creía que no avanzaba, que estaba dando vueltas en círculo y más de una vez sintió que corría por el mismo lugar por el que segundos antes había pasado. Simplemente era desesperante pero aún así, su ritmo al correr, lejos de disminuir solo aumentaba motivado por la desesperación y la angustia, y quizá también por la intensa adrenalina que le recorría el cuerpo como una corriente eléctrica.

Pero aún así, a pesar de que corría con todas sus fuerzas, el bosque no acababa, no había luz al final del tunel, solo una potente oscuridad, una oscuridad que cada vez se volvía más y más densa. Ver el camino era cada vez más difícil y moverse igual. Sus pulmones quemaban por lo agitada que era su respiración y sus piernas dolían exigiendo parar, todo, cada vez era más dificil y llegó a pensar que no lo lograría.

Cada zancada que daba, parecía alejarlo más de la salida de ese oscuro bosque en lugar de acercarlo más a la salida, sentía que en lugar de salir, solo se adentraba más en el, y eso solo lo llenaba de un pánico abrasador. El simple hecho de pensar que no podría salir de ese lugar le hacia temblar y deseaba correr con más fuerza aun aquello era imposible.

Y cuando estuvo a punto de rendirse, cuando creyó que sus piernas fallarían y que caería de lleno al piso, la esperanza apareció a metros de el. Vio luz a una distancia razonable, pero vio la luz que tanto había anhelado ver. Estaba cerca, podía sentirlo. Sabía que estaba a nada de llegar, que solo debía correr un poco más, solo un poco más y llegaría a donde debía de ir...

Donde lo necesitaban...

Y justo cuando creyó que llegaría a la salida, donde los árboles se volvían más escasos y la Luna y las estrellas alumbraban el camino, cayó en la oscuridad. En su afán por ver hacia adelante, en donde estaba su destino, no vio que en el suelo había un agujero muy profundo. Y a medida que caía en ese agujero creyo distinguir una sombra a metros del agujero, una sombra que lo miraba con unos profundos ojos rojos y casi la escucho reír cuando el cayó en el agujero y una de sus piernas crujio debido a la dura caida.

Un grito desgarrador escapo de su garganta, quizá por el dolor, o por miedo. Muy probablemente ambas. Cuando entendió que había ocurrido comenzo a negar con la cabeza de forma frenética e intento levantarse para salir de ese lugar, sin embargo en cuanto levanto la mirada al cielo, sus ojos se abrieron con terror y de su boca escapo un suspiro de miedo. La sombra que había visto mientras caía, ahora estaba ahi, arriba, mirándolo, sonriendole. Era horrible, era un ser de otro mundo. La noche no alcanzaba a iluminar a la perfección sus rasgos, pero sus ojos de un vivo color rojo brillaban reflejando un profundo odio y a la par burla. A pesar de la oscuridad y la posición en la que estaba, noto que esa sombra debía medir dos metros más o menos, sus brazos y manos eran largas y de ellas sobresalían sus afiladas garras. Y por si la imagen no fuera ya lo suficientemente aterradora, la sombra desplegó dos enormes alas. Pero no eran unas alas Bellas , muy por el contrario eran unas alas similares a las de un murciélago.

La Maldición De Los Kang [BTS-Jungkook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora