Tacones

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"El sexo es excitante entre la pantalla, entre las páginas, y entre las sábanas"


Mis piernas temblaban en cuanto me bajé y pagué el taxy, caminando entaconada por aquellas calles de cemento que la nieve comenzaba a cubrir. Mi piel está erizada, me siento decaer cuando miro en mi libreta el número del apartamento, entrando al bloque por el parqueadero y preguntándole a una chica con uniforme de empleada dónde se encontraba el ascensor. Ella me señala amablemente el fondo del lugar y me encamino.

Repaso lo que me comentaron. Profesionalismo, tacto, amabilidad, cariño. Suspiro desganada, porque necesito el dinero urgente para poder acceder al próximo semestre, y aquello me pone ansiosa. Sino me gradúo pronto mi padre dejará de apoyarme, ya que la beca que tenía la perdí por un papeleo mal manipulado, y aunque demandé por ello, la respuesta, según el abogado era larga y densa, debía resolver, al menos por esta vez.

Presioné el botón con el número cuatro dibujado, cerrándose la puerta en lo que me miraba al espejo de mano. Mis labios están bien pintados, mis ojos delineados, mi cabello largo y sedoso. En cuanto el ascensor se detiene mi corazón amenaza con hacer lo mismo. Salí y busqué el número en las tres puertas que conformaban aquel piso. 102.

Toqué la puerta suavemente con el puño pese a que la música se escuchaba desde fuera del apartamento, como si deseara que aquella madera no se abriera ni un centímetro. En cuanto miré nuevamente la libreta dí un respingo, encontrándome con aquellos ojos azules mirándome. Guardé la libreta en mi bolso inmediatamente.

Me examinó meticulosamente y luego me regaló una sonrisa al mostrarme sus blancos dientes.

—¡Llegó la chica!

Mis músculos se tensaron bajo aquel abrigo largo que traía puesto, entrando. La música no la detuvieron pero las miradas no se apartaron.

—¿Tú eres Naruto?

El joven asintió con la cabeza. Era más alto que yo, sus hombros eran anchos al igual que su espalda, tenía unos ojos envidiables y una sonrisa preciosa.

—¿Quieres acordar primero lo qué se permite y lo qué no? —preguntó—, Sakura, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, notando varios chicos en el apartamento, y tan solo un pequeño grupo de chicas. Aquello me ponía nerviosa. Le seguí hasta la cocina en donde cerró la puerta de madera y vidrio, impidiendo que el ruido pasara en su totalidad.

—No me follará nadie —establecí extendiendo mi dedo índice, como primer punto—, pueden tocarme, pero no introducirme nada —continúo sacando un segundo dedo—. El cumpleañero puede besarme si así lo desea —y con eso mostré el tercero—. Me pagas antes de iniciar, y al terminar me prestas una habitación para vestirme sin que nadie me incomode. Además, cubres los transportes en totalidad.

Lo vi extender las manos como quién es apuntado por un arma, risueño.

—Entendido —me respondió—, le comentaré a los chicos y no habrá problema —me extendió una gaseosa luego de cogerla del mesón. Estaba fría—. El que cumple años aún no ha llegado, ¿quieres estar en la fiesta con nosotros o prefieres esperar en mi habitación?

Tragué grueso.

—En tu habitación está bien —le volví a mirar—, ¿cuántos años tienen?

Naruto me miró fijo, sonriendo como cuando un niño hace una travesura. Por su complexión podía ponerle dieciocho, si a mucho.

—¿Cuántos tienes tú? —aquello me hizo sentir la cara caliente. ¿Yo? Veintiún años recién cumplidos, pero no le diría, no quería involucrar mis datos por muy ambiguos que fueran—. ¿Ves? Realmente no queremos saber la edad del otro —le escuché decir, tensándome.

Tacones [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora