Las nuevas pinturas.

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𝐶𝑎𝑝𝑖̨𝑡𝑢𝑙𝑜 1:

𝐿𝑎𝑠 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑎𝑠 𝑝𝑖𝑛𝑡𝑢𝑟𝑎𝑠.

El último contrato del día había sido firmado con éxito. YiBo pudo recargar su espalda contra el asiento de la silla tras interminables horas de trabajo. A ratos, Wang HaoXuan aparecía en el despacho para entregarle más pilares de trabajo, seguido por un juguetón Song JiYang que trataba de convencerlo de que fuera en su lugar a buscar postres a la tienda al otro lado de la calle. No fue hasta que YiBo le replicó y amenazó con degradar su puesto de trabajo que el joven castaño se calmó y dejó al pobre HaoXuan trabajar en paz. Éste último también le agradeció en silencio a su jefe.

El día anterior, YiBo había recibido la llamada del restaurador que había contratado informándole que las pinturas estaban ya listas para ser trasladadas a su domicilio y que podría ir a recogerlas al día siguiente. Aquello había aumentado el humor del pelinegro. Acordó pasarse por la tienda cerca de las cinco para poder llevarse sus nuevas pertenencias al fin con él.

Habían pasado cerca de dos semanas desde que dejó las pinturas en manos del hombre y aún se preguntaba diariamente acerca de aquella pintura que juraba haber visto con los ojos cerrados. ¿Realmente había visto mal? ¿Podría haber tenido tal error? Aquellas preguntas rondaban por su cabeza con frecuencia, llegando a frustrarlo en varias ocasiones.

Un reloj de pared hacía sonar su imparable tic-tac en la silenciosa habitación, eran apenas las pasadas las tres y media el chico no podía esperar para ir a recoger a aquellas maravillas.

Había tres cosas que le gustaban a Wang YiBo: los lego's, las motos y las pinturas bonitas.

Había comenzado a tener interés en las pinturas con la edad de quince años, cuando su madre lo había obligado a ir a un museo durante una salida familiar. Allí encontró un cuadro bastante grande que mostraba colores predominantes: rojos y dorados; en él se distinguían varias figuras sin rostro que danzaban alrededor de una hoguera de fuego azul. Su atención había sido completamente cautivada por aquella pintura, tanto que había comenzado a curiosear alrededor del museo en busca de más.

A día de hoy, podría orgullosamente decir que su colección era —sin duda alguna— cientos de veces mejor que la de aquel museo de su adolescencia. Sin embargo, prefería guardar la belleza de éstos para su propio deleite.

— ¡Wang YiBo! —el grito fuera del despacho penetró sus oídos con fuerza, sacándolo de su ensimismamiento y consiguiendo que enderezara su espalda y se sentara correctamente en la silla.

Song JiYang apareció de golpe en la estancia con su ya común sonrisa en el rostro. Unas tijeras se alzaban en su mano izquierda y un mechón de pelo oscuro descansaba en la otra.

YiBo palideció.

— Por favor, dime que no estás ejerciendo tu vocación de peluquero en mis empleados otra vez —rogó el pelinegro.

— No en tus empleados, sólo en Yu Bin.

El contrario se puso de pie de golpe, empujando a JiYang en el camino, quien reía por la reacción de su amigo mientras giraba las tijeras en su mano y miraba al chico correr hacia su mejor acreedor*. YiBo quería llorar en cuanto vio el aspecto del hombre. Yu Bin respiraba con calma, sus ojos estaban cerrados y parecía meditar algo. La mitad de su cabello había sido cortado, no legándolo a dejar pelado pero sí bastante corto para su gusto, por otro lado, su lado izquierdo aún seguía con su cabello del largo original.

Traveling through the paintingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora