♦ - Ojos Cerrados.

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Kamukura Izuru era perfecto en cada aspecto que lo constituía; sus labios no eran la excepción, era una sensación única y maravillosa la que cubría a Komaeda cuando se unían a los suyos. Los besos de Kamukura eran amables, suaves y transmitían el afecto que le profesaba, filtrándose en sus venas y cosquilleando sus huesos.

Para el resto de personas, el azabache tendría el pecho hueco, nulo de emociones y en el caso de poseer corazón, éste sería hecho de carbón. Pero eso no era cierto, Komaeda podía saborear sus sentimientos; esos particulares y más especiales, dedicados sólo para él.

Ante esa idea, el corazón del afortunado se aceleró y sintió sus mejillas arder, llenándose de más rubor. El albino sentía lo mismo, sólo tenía ojos para Izuru. Después de todo, había nacido para conocerlo. La intensidad del beso aumentó, estremeciendo la anatomía del afortunado, Kamukura hundió su mano en la cabellera blanca y esponjosa, acariciando sus rulos con suavidad.

Nagito rodeó el cuello del azabache con sus brazos, buscando acercarlo más y, leyendo sus intenciones, Kamukura procedió a abrazar su cintura. De fondo, el albino oía las gotas que soltaban las nubes grises chocar contra el suelo. En más de una ocasión, había fantaseado con besar a Izuru bajo la lluvia, era un cliché de los libros de romance que le encantaban leer, mas el azabache no apoyaba la idea debido a la alta probabilidad del albino para contraer un resfriado.

Sin importar qué, la 'Esperanza Definitiva' lo protegía de cualquier cosa, incluso de un resfriado común. Por eso, los dos se encontraban en el aula de su clase, les agradaba quedarse a solas en silencio, además que olvidaron cargar con un paraguas, aunque aquello representó buena suerte, al ocasionar que pasaran juntos el tiempo que durase la lluvia. Y en medio de esos instantes,  sus labios se juntaron.

Besar a Komaeda era como consumir el vino espumoso más refinado en el planeta en más de un sentido; lo sostenía con delicadeza y elegancia como si fuera una copa de flauta, era alto y delgado como una. La textura del cabello de Nagito entre sus dedos era como la sensación burbujeante de la bebida.

No obstante, las burbujas representarían también los tenues sonidos que realizaba Komaeda en medio del beso y los cosquilleos que percibía en su pecho. Sus ojos rojizos analizaban los rasgos del albino, conocía cada parte de él a profundo detalle, y no solo de su rostro. Sabía con precisión cuántas pestañas poseía, la variante de rojo que se apoderaban de sus pómulos en situaciones como éstas y el ritmo de su pulso. Y considerando todos esos factores, siempre llegaba a la conclusión que Nagito era arte.

Kamukura ascendió la mano y la posicionó encima de la pálida mejilla, acariciándola con su pulgar. Aquello generó un ligero cosquilleo satisfactorio en Komaeda que lo llevó a abrir los ojos, encontrándose con los de Izuru que estuvieron abiertos todo el tiempo, contemplándolo. El afortunado parpadeó con sorpresa, posicionó las manos en el pecho del azabache y se alejó levemente.

— ¿M-Me estabas mirando? —cuestionó Komaeda, cubriéndose la boca con sus manos.

—Sí.

— ¿P-Por qué?

—Tu rostro es encandilante todo el tiempo, y cuando me besas no es excepción —contestó Izuru con total convicción, como si estuviera hablando de una verdad universal—, es agradable contemplarlo de cerca. —y jamás se cansaría de aquello. Su hábito de analizar todo lo que veía era inevitable, era la acción responsable que lo llevaba a un desapego constante, pero al efectuarlo en Nagito, no se aburría para nada, terminaba fascinándose más. No podía tener suficiente de él.

Komaeda solía tener una respuesta para todo, pero las situaciones con Kamukura eran una novedad y las palabras se le escapaban. Remolinos se manifestaron en los ojos viridianos y el azabache no se alarmó ante ese rasgo, no era un gesto que reflejara exclusivamente inestabilidad, si no también vergüenza extrema. Se había convertido en una reacción predecible y, aún así, continuaba provocando que su corazón aleteara como un colibrí, ¿cómo lograba el albino ser encantador en cada rasgo que lo constituía? Aún debía encontrar la respuesta a esa pregunta.

—P-Pero es extraño...—mencionó Komaeda, llevándose las manos a sus ruborizadas mejillas. A Kamukura le resultaba precioso cómo el rubor se resaltaba más a causa de su piel nívea, dándole un aura de fresas con crema. Otro rasgo bello para él—. Es normal que al besarse, tengamos los ojos cerrados...

'Es normal'...Komaeda había dicho 'normal', Kamukura miró una de sus manos mientras reflexionaba lo dicho por el albino. Izuru estaba lejos de ser normal, era lo más cercano a un Dios, lo imposible era posible para él. No existían obstáculos en su esencia. Lleno de talentos y adorado por ellos, el noventa y nueve por ciento de las personas lo amaban por esa razón.

Y ese uno por ciento restante se reducía a Komaeda, quien se enamoró de él más allá de sus talentos, mirándolo con verdadero cariño y no con avaricia. No obstante, Izuru no podía ser normal, aunque ese fue su origen. Se suponía que debía ser perfecto, pero con el albino se percataba que eso no sería posible, incluso si fue hecho para serlo, las emociones siempre le serían una novedad, pero no se rendiría, las trataría de comprender. Al chico de pelo largo y negro, sólo le interesaba ser ideal para Komaeda, no para el mundo.

—Si es un incordio mi accionar, lo cesaré. —ofreció, sin apartar la vista de su mano.

De inmediato, Komaeda atrapó la mano de Kamukura, éste alzó la mirada y sus ojos de colores complementarios se encontraron. Izuru se dejó perder en los ojos ajenos; conocía a la perfección todo de Nagito, resultándole agradable y cómodo. Su respiración, andar, aliento, aroma, forma de escribir y redactar. Podría reconocer su rostro entre miles de millones personas, incluso si hubiera personas similares al albino o clones perfectamente idénticos, con una sonrisa le sería suficiente para identificarlo.

—No es ningún problema. Solo fue...—Nagito lo acarició suavemente y Kamukura se permitió disfrutar el tacto suave que le otorgaban las manos de porcelana del suertudo, que disminuyó el tenue pesar que se manifestó en su pecho—. Inesperado.

Ciertamente, Izuru no detectaba ningún rasgo de incomodidad o desaprobación en el lenguaje corporal del albino, expresaba total y exclusivamente vergüenza, incluso satisfacción. Komaeda le había sostenido la mirada, buscándole transmitir su convicción y sentimientos.

—Ya eres ideal para mí —pronunció el suertudo, juntando su frente con la de Izuru. Un halo efímero de sorpresa surcaron los ojos rubicundos, sus emociones no se manifestaban de la forma convencional, en realidad ni surgían, ¿cómo es que logró saber lo que pensaba? Se apresuró en elaborar una respuesta y al hacerlo, una calidez burbujeante lo cubrió. Un cosquilleo apareció en las comisuras de sus labios, casi impulsándolo a sonreír y romper su perpetua mueca estoica, pero no ocurrió. Aún así, se deleitó con las emociones cálidas que le despertaba Komaeda, quién también conocía todo de Izuru—. Hagámoslo otra vez, Kamukura-kun...—pidió en un susurro, el rubor aún glaseando su rostro pálido, haciéndolo lucir como el pastel más exquisito en el universo.

Y cuando Komaeda estaba a su lado, los impulsos dominaban a Kamukura al igual que su pulso se aceleraba, y tomó la iniciativa esta vez. Volvió a tomar la mejilla nívea, ahuecándola con cariño y besó al suertudo, cerrando los ojos ahora. Al hacerlo, comprendió porqué era lo 'normal'. Las sensaciones se magnificaban, llevándolo a concentrarse solamente en el contacto físico que los unía, debido a que no obtenía distracciones visuales. Era algo fantástico que estaba ahora a su alcance debido a Nagito, su mundo se ampliándose gracias a él.

No obstante, un dilema se generó en Kamukura, no sabía qué decidir; disfrutaba las sensaciones satisfactorias amplificadas, pero no quería dejar de contemplar el precioso rostro de Nagito a una gran cercanía. En cuestión de instantes, llegó a la conclusión que existirían otras oportunidades para mirar al suertudo tan de cerca. Después de todo, no existían obstáculos para alguien como él, mucho menos si se trataba de entregarle afecto al albino.

Y en medio de las cavilaciones de Izuru, fue el turno de Komaeda para observar el rostro de la persona que más amaba cuando sus labios se unían; también era muy hermosa, el afortunado se encandiló con la vista, Kamukura era en definitiva muy atractivo, pero su belleza no se limitaba al aspecto estético. En verdad, era la Esperanza personificada, y teniendo ese pensamiento en su cabeza, volvió a juntar sus párpados. Ambos, incluso con ojos cerrados, en cada vida se elegirían para continuar besando la existencia del otro.

[...]

Un pequeño drabble que ya buscaba terminar porque plasmaba uno de mis headcanons que amo mucho, ¡y al fin lo hice! «3 Kamu analizando cada gesto de Ko en cualquier momento, aw. Me tarde mucho en esto tan cortito, sowwy. Pero ando trabajando en muchas cosas que traeré, así que será compensado! Gracias por todo y nos vemos «3 

Just KamuKoma Things.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora