¿Sabéis ese momento en el que sientes que tu vida se viene, literalmente, abajo en menos de un segundo? Bueno, a mí me ha pasado hace aproximadamente media hora. Os voy a explicar cómo ha sido.
Yo estaba felizmente tumbada dentro de mi apacible pero no muy extensa cama —es lo que tiene vivir en una caravana— cuando mi padre llamó a la puerta y dijo alegremente: "¡Chiara, cariño, sal a que te dé una sorpresa!". Bueno, obviamente soy esa desgraciada Chiara. Salí de la habitación pensando que esa gran sorpresa sería que íbamos a volver a mudarnos.
Oh, claro, os pongo en contexto. Básicamente, mi padre es el dueño de un circo que viaja por todo el mundo presentando unas actuaciones de lo más peculiares, así que, más o menos, cada tres meses solemos cambiar de residencia.
Después de este corte, volvemos al momento más horroroso de mi vida. Cuando salí del cuarto, encontré a mi padre con una sonrisa demasiado grande y feliz como para decirme que nos mudábamos. Me senté a su lado en el hortera sofá de flores que tenemos en el diminuto salón de la caravana que choca con la microscópica cocina y con la puerta del baño, y sonreí nerviosa.
—¿Qué pasa, papá? —pregunté de forma ingenua. Todavía me da pena mi yo del pasado. Qué adorable e inocente era...
—Cariño, nos vamos a vivir a Madrid —un cambio de residencia. Hasta ahí todo iba bien, pero cuando volvió a hablar mi sonrisa se esfumó de golpe—. He conocido a una mujer y voy a casarme con ella.
Pues sí, como lo oís. Mi padre conoció a una mujer y decidió que quería casarse con ella porque, no sé, supongo que estará en esa típica etapa en la que te pones implantes de pelo, te compras un coche nuevo y te casas con mujeres que acabas de conocer.
Obviamente no me puse como loca —delante de él— porque soy una chica madura que, aparentemente, se alegra por su padre, pero cuando llegué a mi cuarto rompí un marco de fotos y lancé por la ventana varias cosas que estaban sobre la mesa de mi cuarto como una preciosa lámpara con forma de estrella. Sí, soy toda una adulta, lo sé.
Supongo que os preguntaréis por qué mi padre de cuarenta y un años teniendo tres hijos no está casado. Bueno, aunque no os lo preguntéis, os voy a responder. Mi padre y mi madre se casaron cuando solo tenían veinte años. Se conocieron en la universidad, se enamoraron perdidamente, se casaron y... ¡boom! Nací yo. Eso fue hace casi veinte años. Después tuvieron a mis hermanos mellizos, Izan y Mateo, que ahora tienen doce años y están en la edad del pavo.
Mi madre murió dos años después de que ellos nacieran, pero nunca le pregunté a mi padre por qué. No sé si fue por una enfermedad, por un accidente o si se suicidó. Nunca quise saberlo. La muerte siempre me ha dado cierto respeto, y creo que es mejor no conocer detalles que te acerquen a ella. A raíz de la muerte de mi madre, mi padre se centró en el circo, y yo me centré en hacerle feliz y ser la hija que él necesitaba en ese momento. Cuidé de mis hermanos y me hice cargo de su crianza. Estudiaba en casa con ayuda de una profesora particular que mi padre contrató. Ayudaba en el circo todo lo que podía. Me olvidé de mí completamente y jamás pensé en todos los años que estaba perdiendo como adolescente. Al menos, hasta que mi padre me dio esa noticia.
En ese momento me puse a pensar en todo lo que había dado para que mi padre fuera feliz y en lo poco que él estaba pensando en mí al tomar aquella decisión. Durante diez años, nuestra familia habíamos sido nosotros cuatro. Mateo, Izan, él y yo. Es verdad que la gente del circo también son parte de la familia, pero no de ese modo. No como nosotros cuatro.
Dos horas después de llorar y descuartizar un oso de peluche con las tijeras, decidí salir de mi cuarto. Izan y Mateo también habían recibido la noticia, pero ellos estaban felices. Por supuesto que lo estaban. Su sueño siempre ha sido ser unos niños normales que van a la escuela, conocen a chicas y juegan a la PlayStation veinticuatro horas al día. Mi sueño, en cambio, era la vida que tenía.
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¿Una nueva vida? Gracias, pero no.
Teen Fiction¿Sabes ese momento en el que crees que tu vida es perfecta tal y como está y de repente llega una noticia que desestabiliza todo? Bueno, ese ha sido mi caso. He vivido toda mi vida en una caravana, ayudando a mi padre y cuidando de mis dos hermanos...