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"Ciertamente con mis ojos miraré, Y veré la recompensa de los impíos..."

Sal 91. Ver 8.

- He de hace mucho tiempo que conozco a Minerva, ¿tú no?

- Nada que me interese... - me respondió con tono súbito y desinteresado - son tus amistades, no las mías... No tendría por qué importarme.

- Deberías cuidarme. Ya se está haciendo tarde...

- ¿Sabes qué mierda debería estar haciendo engendro? Mi maldito trabajo... - respondió a mi comentario de forma iracunda, levantándose de la banca en la que estábamos sentados - Nuestra madre me va a llenar de sermones por venir a la estación a esperar a Agatha. Ella no va a venir Mark... y dudo que vuelva a venir después de lo de nuestro padre.

Debido a la reacción de mi hermano, no tuve más remedio que quedarme en silencio, levantarme de la banca y seguir a Thommas. No importaba lo mucho que tratase de librarme de ese mísero sentimiento de nostalgia, tenía que asumir el hecho de que nuestro amado padre ya no estaba con nosotros.

Perdido en combate decía la carta que nos habían mandado desde la oficina de correos de la armada del Führer, unos meses antes de que acabara la guerra. Nos había dejado, que ya no volvería decía mi madre. Había huído del combate porque era un cobarde, decía Valerie, mi novia. Lamentablemente había muerto y que teníamos que asumirlo y vivir con ello, decía mi hermano Thommas, el cual era el más realista sino pesimista de todo mi círculo. Por lo menos podía aceptar el hecho de que ya no estaba, pero no superar el hecho de que nunca más lo iba a volver a ver. La rabia y la impotencia me llenaban todos los días, y cada noche lo soltaba llorando con la almohada en mi rostro. Ya ha pasado más de un año desde que terminó la guerra y nuestra familia ha ido de mal en peor, en cuanto a llevarnos bien se trata.

Cada vez que pasaba por un mal momento o me sentía triste, de forma muy coincidente venía a vernos Agatha, nuestra prima por parte de nuestro padre. Ella era hija de la hermanastra de nuestro padre, ya que nuestro abuelo se casó viudo con una joven del norte, quien estaba embarazada de otro hombre al momento de conocerse. Nuestra prima solía visitarnos cada invierno, venía desde Frankfurt para vernos, la lluvia era su cosa favorita en todo el mundo, y que mejor que estar durante esa época con sus primos.

Era una joven delgada, de pelo castaño avellana, ojos verdes, era más alta que yo y tenía la misma edad de mi hermano, era muy simpática y humilde, además de alegre, estudiosa e inteligente. Cuando venía siempre jugábamos al fútbol, al rugby, al badminton, nunca nos aburríamos, aparte que nuestros tíos, quienes eran ricos dueños de un criadero de caballos, eran muy buenos en cuanto a entretención se hablaba, y cada vez que nos sentíamos cansados y no teníamos ganas de jugar, Agatha sacába una baraja de cartas y jugábamos a lo que fuera. Le gustaba vernos feliz, haría lo fuese con tal de que no fuésemos un par de marmotas aburridas, tristes y peresozas.

La última vez que la ví fue hace poco más de un año y medio, nos había ayudado a mudarnos lo más rápido posible y no tuve el suficiente tiempo como para compartir con ella. Eso debido a que durante la guerra, nuestra ciudad había sido destrozada y tuvimos que irnos días antes a un terreno que tenía un primo de nuestra madre en el éste de Alemania. No sabía muy bien en dónde estábamos, pero si sabía que nos costó dos días enteros llegar allá. Pudimos ver al llegar, que se trataba de una mansión con un aspecto bastante deteriorado y antiguo, la cual estaba dentro de una parcela en el medio de la nada, además tenía un pequeño pueblo al lado de ésta, un río y un camino que atravesaba el pueblo.

En el pueblo había prácticamente de todo lo que uno necesitase; un par de panaderías, un almacén bastante grande, un matadero que era parte de una carnicería e inclusive una Iglesia. El pueblo era bastante pacífico y por lo visto allí no había llegado la guerra, o no había indicios de ella por lo menos.

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⏰ Última actualización: May 12, 2020 ⏰

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