•Capítulo 11•

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- ¿Libre? ¿A qué te refieres? Y ¿Qué le hiciste a Aiden? - El pánico en su voz, era tangible. Giro la cabeza, para ver como la rubia acariciaba suave y amorosamente el rostro de su marido.

-Monique, ¿por qué no vas por algo de alcohol y algodones, para limpiarlo? - La rubia, Monique, levanto la mirada, y con algo de recelo, salió de la habitación. - Hermosa ¿verdad? -Raquel levanto la mirada y observo, a la que creía su amiga. Nada de lo que estaba pasando, tenía sentido.

- ¿Qué está pasando, Abby? Y ¿Cómo es que la conoces? - Su amiga le devolvió la mirada y se levantó de la cama. Se acercó a Aiden y lo miro con repulsión. Luego se arrodillo frente a él y lo sacudió. La cabeza de Aiden reboto un poco en el asiento. Pero a pesar del brusco movimiento seguía inconsciente.

- Vaya. No es momento de explicaciones, aún. Quiero que él este despierto, para que no tenga que repetir todo, dos veces. - La puerta se abrió y por ella entro Monique con los brazos llenos de bolsas de algodón, alcohol, yodo y gazas. - ¡Dios! Que exagerada eres. Con un poquito de alcohol y algodón era suficiente. Tampoco le golpee para matar. - Monique miro a su compañera y sin hacer caso de sus reproches, se dispuso a curar la herida de Aiden. Afortunadamente, no era muy profunda y no parecía necesitar puntos.

Raquel miraba como la rubia trataba el rostro de Aiden con devoción, parecía estar genuinamente enamorada de él. La punzada de celos, llego acompañada de una de pánico. Si ella lo amaba realmente, entonces Raquel era un problema, en su plan de estar juntos. Pensó en su bebé, y como haría para mantenerlo a salvo. Un suave gemido escapo de la boca de su marido, pero siguió sin despertar.

- Bueno, ya es suficiente. - La rubia le lanzo una mirada venenosa. Raquel tenía la extraña sensación, de que esto no terminaría bien.

- Abby, ¿podrías venir conmigo, un momento? Necesito hablarte, a solas. - Luego de un par de segundos, en los que parecía que su amiga estaba por negarse, ambas salieron de la habitación.

Lo que parecía ser una discusión y bastante fuerte, comenzó a oírse minutos después. No alcanzaba a entender que era lo que decían, pero no parecía ser nada bueno. Se preguntó si acaso, Monique había encontrado la forma de obligar a Abby, a que la ayudara, en contra de su mejor amiga.

Por más que trato de creer en ello, y en que su amiga la podría ayudar de salir bien de allí, no pudo convencerse. Abby tenía toda la pinta de estar involucrada por voluntad propia. Además, Raquel siempre había sabido que su amiga odiaba a Aiden, lo que nunca logro entender era el porqué.

¡Aiden! Giro la cabeza para verlo y su corazón se estrujo dolorosamente con la imagen. Estaba allí sentado, inconsciente y pálido, en esa silla. Movió las manos, tratando de ver si se podía zafar de las esposas, pero lo único que consiguió fue que estas, le lastimaran las muñecas. Lanzo un gemido y movida por la desesperación comenzó a moverse frenéticamente sobre la cama, sacudiendo toda la estructura de esta y haciendo sonar las esposas, al rozarlas con el metal de los barrotes. Se detuvo jadeando y adolorida, era inútil.

En un intento por mantener la calma, cerró los ojos y respiro profundamente. Un gemido agudo de dolor, la hizo abrirlos rápidamente. Aiden estaba removiéndose en la silla y gemía con cada movimiento que hacía.

- ¿Aiden? ¿Estás despierto? ¿Aiden? - La voz. Sonaba aterrada y lo llamaba. Movió de nuevo la cabeza y el dolor casi lo hizo llorar. ¿Había tenido un accidente? O ¿estaba enfermo? Porque, bien por el dolor de cabeza que estaba sintiendo, podría decir que fue un accidente muy grave. - ¿Aiden? Cariño ¿me oyes, estas bien? - De nuevo, aquella voz. - ¿Aiden? Por favor. - La voz se cortó con un sollozo.

Respiro y movió la cabeza, tratando de aclararse. ¡Su esposa! Raquel, él la buscaba y... ¡dios mío! Abrió los ojos con rapidez, al recordar. La luz de una lámpara fluorescente, lo hizo cerrar los ojos de nuevo. - ¡Oh, gracias a dios ya despertaste! - La voz de su esposa, sonaba llena de alivio. Abrió los ojos y cuando pudo enfocar la mirada, los abrió desmesuradamente, horrorizado. Su esposa estaba esposada a una cama. Trato de ponerse de pie, pero ni siquiera pudo levantarse. Miro hacia abajo y se encontró amarrado a una silla. A pesar del pálpito que sentía en la cabeza, trato de moverse, para ver si se podía zafar de las cuerdas. Era inútil. Miro de nuevo a Raquel, sus ojos le demostraban alivio y pánico a la vez.

- ¿Estás bien? Dime que estas bien, por favor. - Ella sollozo un poco y afirmo, con un movimiento de la cabeza. - Todo va a estar bien. Te lo prometo. - Comenzó a luchar de nuevo en la silla, mientras trataba de infundirle algo de seguridad a su esposa. - Me tenías muy asustado, cariño... - Ella sollozo de nuevo. - pero no te preocupes. Todo va a estar bien. Te lo prometo. Solo déjame... -

- Vaya, vaya. Así que ya has despertado. Perfecto. Creo que llego la hora de las explicaciones.

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