𝐉𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬 𝐀𝐠𝐫𝐢𝐝𝐮𝐥𝐜𝐞

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4 de marzo de 2004. El día que mi vida cambió.

Verás, era una muchacha de 19 años con una vida corriente y común. En un jueves tranquilo, subí al transporte como de costumbre, me dirigí al último vagón y me senté en mi asiento de siempre. Fue entonces cuando vi sus ojos. No sabía su nombre, quien era o siquiera su edad, no tenía excusa para querer hablarle.

En el transcurso del viaje no nos miramos más, pero en el ambiente se notaba la tensión entre los dos, el hecho de querer hablarnos pero no atrevernos.

Al día siguiente tenía la esperanza de volver a ver a aquel chico de ojos verdes. Quería saber qué era lo que tenía que me llamaba. Pero no lo logré, ya que salí tarde de mi casa y no pude subir al mismo subterráneo que él. Tuve que esperar hasta el lunes, y en el transcurso de los días me desesperaba no saber si volvería a ver al chico misterioso.

¿Y qué crees?

Para mi suerte lo volví a ver.

El lunes sucedió lo inesperado: me habló. No nos habíamos mirado siquiera y sin embargo al bajar se acercó y empezó a hablar con la voz más perfecta que he oído. Recuerdo nuestra conversación, él tan misterioso, yo tan perdida en sus ojos.

—No te conozco, no sé quién eres, pero extrañaba tus ojos chocolate y a ti.

— ¿Quién e-eres?

—Maurice Aguel Black, para servirte. ¿Y tú?

—Yo soy Jane Across Swan y también extrañaba tus ojos. —Mierda, ¿Yo dije eso?

—Un gusto Jane, por lo visto nos seguiremos viendo, ¿no?

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Pues, tú tomas el tren de las tres hacia el sur, y yo tomo el tren hacia el sur de las tres.

— ¿Te das cuenta que es lo mismo?

—… —Su maldita sonrisa burlona fue lo que me hizo reaccionar, obviamente era lo mismo, por eso coincidíamos.

—Mierda, ya no me expliques Aguel, ya entendí.

—Si mi cometido se ha cumplido, adiós.

—A-adiós.

Y se fue, con su sonrisa en los labios y su cabello moviéndose con el viento. Perfecto.

Esperé con ansias el día siguiente, al fin podría hablarle. Esa fue la razón por la que me puse mi ropa más bonita y el perfume más suave que encontré.

Me dirigí al subterráneo y lo vi. Tan solitario y endemoniadamente guapo, me invitó con la mirada a sentarme junto a él.

—Hola, te ves bonita hoy Jane.

— ¡Hey!

—Across, te traje un regalo —Vi como acercaba el ramo de rosas del cual ignoraba su existencia y me lo entregaba.

—G-gracias —Pude sentir mi cara ardiendo y sonrojándose cual tomate, hasta que caí en la cuenta que no le había traído nada —Son unas rosas hermosas, pero no puedo aceptarlas, ¡no te traje nada!

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2020 ⏰

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